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El turbante amenaza de nuevo a Occidente
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El turbante amenaza de nuevo a Occidente

Actualizado 30/08/2021
Francisco López Celador

Para cualquier persona medianamente comprometida con los temas de actualidad, resulta muy difícil abstraerse del impacto mundial que han causado los recientes acontecimientos de Afganistán. No hace muchos días comentábamos que la repentina ? y poco afortunada- decisión de Joe Biden traería graves consecuencias para el pueblo afgano y, de rebote, para el resto del mundo. Hemos tardado muy poco en comprobarlo. Son muchos los problemas que afectan a España, pero van a permitirme que centremos en este nuestro comentario de hoy.

El fanatismo islámico, en cualquiera de sus variopintas manifestaciones, está alimentado por las mismas doctrinas de que se nutren el resto de grupos terroristas, y lo que nunca se puede esperar de estas organizaciones es el cumplimiento de cualquier tipo de compromiso. Además de la violencia y el terror, siempre se aprovechan de la herramienta del engaño. A nadie, pues, deben sorprender estos atentados.

El meteórico avance de los talibanes superó sus propios cálculos, alcanzando la capital Kabul mucho antes de lo esperado. El descarado abandono del incipiente ejército afgano, y el convencimiento de que ya nadie estaría dispuesto a enfrentarse a ellos han sido suficientes para que se precipitaran los acontecimientos y, de paso, asomaran sus verdaderas intenciones.

El origen del terrorismo islamita se esconde en la noche de los tiempos. Basar la razón de ser de los pueblos en el exacto cumplimiento de unos preceptos exclusivamente religiosos y revestidos de la más rígida intolerancia, choca frontalmente con los avances de una sociedad cuyos principios se asientan en la libertad e igualdad de sus gentes y en el respeto de los derechos humanos. El llamado Estado Islámico de la Provincia del Jorasán (ISIS-K) ha reivindicado los atentados de Kabul ¿Quiénes son estos salvajes? Una rama de los talibanes de Siria e Irak, escindida en 2014 ¡por creer que eran demasiado blandos!, que convertirán Afganistán en un santuario para entrenamiento del terrorismo islámico. El tanto que se ha apuntado el movimiento talibán en esta operación pactada con el mundo occidental, y el caos sobrevenido en las inmediaciones del aeropuerto de Kabul, han sido el detonante que buscaba el ISIS para llevar a cabo unos atentados que trasladen a su favor el protagonismo de una acción lo suficientemente aterradora como para ser bendecida por los grupúsculos más fanáticos de ese islamismo salafista. Con estos individuos no se puede negociar. Además de perder el tiempo, se les entrega la iniciativa.

El mundo civilizado no puede ser constantemente intimidado por un grupo de personas incapacitadas para el diálogo, furibundos enemigos de la democracia y decididos a terminar con todos los que, para ellos. somos unos miserables infieles. Se infiltran en nuestra sociedad; participan de nuestros medios, pero no de nuestras costumbres; intentan captar adeptos, pero cierran herméticamente su entorno a quien no comulgue con su credo. Las prestaciones que reciben de nuestros presupuestos, salvo contadas excepciones, lejos de ser agradecidas, se consideran como algo que tienen derecho a exigir

El terrorista más peligroso es aquel que para alcanzar sus delirios está dispuesto a inmolarse. Por esta razón, todos los intentos de erradicar esos movimientos terroristas ?Irak, Siria y ahora Afganistán-, han costado muchas vidas y mucho dinero, y han terminado fracasando. Los fondos provenientes de actividades delictivas y las ayudas de países interesados en debilitar a las potencias occidentales han hecho posible su rearme y resurgimiento. Decididamente, Occidente está aplicando una política equivocada. La labor es de todos, también de aquellos países islámicos que se declaran contrarios a esa violencia, pero miran para otro lado. Unos y otros deben aislar a los responsables y tomar medidas ?pacíficas, pero rigurosas- con quienes los apoyan. Mientras no se alcance ese acuerdo, Occidente no conocerá la paz.

Nuestro Presidente se ha dignado comparecer en rueda de prensa para informarnos del éxito alcanzado por este gobierno en el traslado de personas, nacionales y afganas, hasta la Base Aérea de Torrejón de Ardoz. No seré yo quien critique esa impecable operación militar, pero, oyéndole a Sánchez, da la sensación de que el resto de países ha hecho las cosas peor que nosotros. Basta estar al corriente de las fechas, los vuelos y las cifras de los demás para sacar conclusiones. Ni está bien adjudicarse logros ajenos, ni es de recibo cargar voluntariamente con la custodia de refugiados de otros países en un intento de lavar la propia imagen. Lo que no está tan claro es el acomodo final de esas personas. Todo bien nacido alaba la virtud de la solidaridad, sobre todo cuando se practica con el propio esfuerzo. y no disparando con pólvora del rey.

Con el problema de Afganistán en primera plana, Sánchez, no tuvo a bien interrumpir sus vacaciones ?como hicieron otros gobernantes- ante el temor a un posible fracaso. Cuando se precipitaron los acontecimientos, no hubo más remedio que aparecer en público, pero se aprovechó la ocasión para invitar a las autoridades europeas a unos actos que no estaban en el programa y, de paso, ofrecer nuestras instalaciones para albergar refugiados con destino a otros países. Todo apunta a un claro interés en adquirir méritos para, si las cosas pintan mal, tener un hueco en organismos internacionales. Aquí no se da puntada sin hilo. Ante el panorama que espera a millones de afganos, parece demasiado triunfalista hablar de Misión cumplida.

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