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El verdadero feminismo
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El verdadero feminismo

Actualizado 21/08/2021
Isaura Díaz Figueiredo

El verdadero feminismo | Imagen 1

Escuchando las palabras de la señora Montero, he sentido vergüenza como mujer. Comprometida con todas las mujeres.

La invitaría a que conociera un poco lo que de "verdad es una mujer comprometida" olviden el feminismo edulcorado con sus especies venenosas y vestido del hábito morado que a buen seguro desconocen que significa ese color.

Recordé a la gran Edith Cavell,: la enfermera que se enfrentó sin miedo al ejército alemán.

El 12 de enero de 1920, en el vagón de un tren que viajaba en dirección a Sussex, tuvo lugar un terrible asesinato. Una mujer fue encontrada brutalmente herida en uno de los compartimentos; la habían golpeado en la cabeza y estaba inconsciente. A pesar de que fue trasladada a un hospital, no sobrevivió. Esta escena, que bien podría formar parte de una novela negra al más puro estilo de Agatha Christie, fue el último capítulo en la vida de una enfermera inglesa que dedicó su vida a sanar a los enfermos, siguiendo el ejemplo de su famosa tía, Florence Nightingale.

Había heredado de ella no sólo su pasión por la enfermería, también su nombre. Se llamaba Florence Nightingale Shore y era ahijada de la enfermera que revolucionó y modernizó el mundo de la enfermería. Nació el 10 de enero de 1865 en Stamford, Lincolnshire, en el seno de una familia acomodada. Florence disfrutó de una infancia y adolescencia feliz, pudo estudiar y viajar por Europa, pero en 1881 su padre se declaró en bancarrota y poco después su madre, cansada de las infidelidades de su marido y los problemas económicos, decidió separarse de él.

Florence intentó continuar con su vida y terminó sus estudios en Bélgica, tras lo cual decidió dejar Inglaterra para lanzarse a la aventura en la lejana China, hasta donde se trasladó para trabajar como institutriz (trabajo que no era considerado ni como criada, ni como formación especial). De vuelta a casa, en 1893, Florence empezó a trabajar como aprendiz de enfermera en el Edinburgh's Royal Infirmary. Fue allí donde conoció a Mabel Rogers, una enfermera que se convertiría en su amiga incondicional. Mabel y Florence se separaron temporalmente cuando esta se marchó a Dublín para continuar sus estudios pero en 1897 volvieron a encontrarse en el Queen Victoria Jubilee Instituto de Londres. Ambas trabajaron juntas durante años en la Sunderland District Nursing Association. En 1900 dejaron Inglaterra para servir como enfermeras en la segunda guerra de los Bóers.

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, Florence se unió al Queen Alexandra's Imperial Military Nursing Service y viajó al continente para ejercer como enfermera hasta 1919. De vuelta a Inglaterra, después de años dedicados a la enfermería, su vida terminaría de manera dramática y prematura.

En enero de 1920, después de despedirse de su querida Mabel, con la que se había ido a vivir, Florence se subió a un tren en la Estación Victoria de Londres en el que fue brutalmente atacada. La enfermera no sobrevivió a los golpes y fallecía días después ante la consternación de las autoridades que abrieron una investigación que nunca llegó a buen puerto. El caso de Florence Nightingale Shore continúa aún sin resolver.

Su ejecución o asesinato, en 1915 está considerada como uno de los crímenes más atroces realizados durante la I Guerra mundial

Sus palabras que defendió hasta su ejecución:

"Las enfermeras no se encogen ante la muerte". Esta gran madre de la enfermería moderna fue ejecutada por el ejército alemán el 12 de octubre de 1915, acusada de espionaje y de servir a los ejércitos enemigos. De nada sirvieron las presiones diplomáticas de Inglaterra, Estados Unidos, incluso, España rogó para que se le perdonara la vida. Los alemanes tenían miedo que, si no daban ejemplo, más mujeres se atreverían a intervenir en la guerra y no aceptaron presiones.

Cavell murió ante un pelotón de fusilamiento formado por 16 alemanes. Ella había salvado también a muchos de sus compañeros. No miró nunca con desprecio al uniforme del herido su ideario era salvar vidas..

Al conocer la noticia de su muerte, la opinión pública se volcó contra el barbarismo de los alemanes y su imagen quedó asociada a salvajismo y crueldad. "Todo el mundo debe sentir asco y repulsión ante esta acción barbárica del ejército alemán al asesinar a este gran y gloriosa mujer", escribiría Arthur Conan Doyle. Nadie podía creer que se atrevieran a ejecutar a una mujer cuyo objetivo principal era salvar vidas.

Sin embargo, las sospechas alemanas indicaban que Cavell podía servir como espía para el MI-6 inglés. Según la acusación, utilizaba los uniformes de los soldados que ayudaba a escapar para coser mensajes en el forro e informar sobre las posiciones del ejército alemán. Cuando fue detenida, en el interrogatorio confesó: haber ayudado a escapar a unos 60 soldados británicos, 15 soldados franceses y unos 100 hombres de edad suficiente para poder combatir.

Los llevaba a la frontera con Holanda y desde allí podían regresar a sus países. A muchos de ellos incluso los escondía en su propia casa y aseguró que le encantaba saber de ellos cuando le daban noticias de su vuelta a Inglaterra. Nunca confesó su trabajo como espía. Estuvo diez semanas detenida antes del juicio que la condenó a muerte,

Bélgica había sido invadida por los alemanes y funcionaba según sus leyes, así que el ejército del Káiser Guillermo II consideró que tenía las suficientes pruebas para condenarla. Había sido descubierta por una de las comadronas de su hospital, que la delató ("amigos"). En sus últimos días de vida escribió a una amiga: "He visto a la muerte tan a menudo que no me resulta extraña ni me da miedo. Te aseguro que la devoción es lo único que te dará verdadera felicidad. El pensamiento de lo que has hecho, ante Dios y ante ti mismo, será tu gran apoyo en los momentos más duros de tu vida y, sobre todo, cuando te enfrentes a la muerte".

La socrática enfermera nació en Swadenton, un pequeño pueblo del condado de Norfolk en 1865. La primera vez que viajó a Bélgica fue para hacer de institutriz de un niño en 1890, pero la enfermedad de su padre la obligó a volver a Londres. Después de cuidarlo, volcó todo su interés en la enfermería y en 1896 entró a formar parte de la plantilla del hospital de Londres.

El doctor Antoine Depage, responsable de la Cruz Roja belga, la propuso volver a Bruselas e iniciar un colegio de enfermería profesional para asistir a un pueblo que aún contaba con monjas y religiosas para realizar este trabajo. Ella aceptó, y durante esos años incluso dirigió la revista "Enfermería" en donde publicaba los nuevos avances sanitarios y de servicio de un sector cada vez más profesionalizado. Al estallar la I Guerra Mundial, su colegio de enfermeras se convirtió en hospital de la Cruz Roja y allí empezó a tratar tanto a soldados belgas y franceses como ingleses o alemanes. Intentaron que su ayuda a los alemanes sirviera de atenuante ante la fatal sentencia, pero el gobierno alemán ya había decidido dar ejemplo cebándose en una mujer. El 7 y 8 de octubre se realizó el juicio en que Cavell ni siquiera intentó defenderse. Entendía que no había hecho nada malo. Dentro de la historia de la enfermería hay mujeres notables, desde la polaca Irena Sendler, que salvó a 2.500 niños del Holocausto, a Mary Seacole y su valor en la guerra de Crimea, pero Cavell merece una mención aparte, porque se atrevió prácticamente a enfrentarse al ejército alemán ella sola.

Defendía que lo que hacía,, era lo correcto, y no tuvo miedo de morir por ello.

Ejemplo para todas mujeres y varones, déjense de "chorradas" señoras moradas/es/os. Actúen.

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