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Jóvenes revolucionarios
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Jóvenes revolucionarios

Actualizado 04/08/2021
Raúl Izquierdo

Nunca me han gustado las generalizaciones porque en primer lugar creo que son injustas al meter en el mismo saco a un grupo de personas y en segundo lugar, porque son mentira. Las generalizaciones etiquetan a los colectivos y les marca como si fuera ganado, sin tener en cuenta la individualidad de cada persona. Y generalizar es un deporte utilizado en nuestra cultura con demasía, con exceso y con mucho interés para arrimar el ascua a la sardina que quiero. Así, hablamos de forma general de las personas mayores, de los inmigrantes, de los andaluces, los castellanos o los catalanes, de las mujeres, de los gitanos, de los cristianos o los musulmanes?. Y tantas y tantos.

Y una de las generalizaciones que últimamente escucho mucho es la de los "jóvenes": "Los jóvenes son egoístas, los jóvenes son insolidarios, los jóvenes sólo piensan en ellos, los jóvenes hacen botellones, los jóvenes no respetan las normas?" Pero conozco a jóvenes que no se pueden meter en esas generalizaciones y sobre ellos y ellas quiero tener algunas palabras.

Conozco jóvenes que sacrifican su tiempo para regalárselo a los demás. Que han dedicado dos semanas de su vida este verano para estar en un campamento con niñas, niños y preadolescentes. Que lo han hecho sin cobrar nada (aunque ellos saben que ganan muchas cosas que no se pueden medir con el poderoso caballero don dinero). Y que encima lo hacen alegres.

Pero, ¿a quién se le ocurre? Esos jóvenes navegan contra corriente, frente a la cultura dominante de evitar responsabilidades, del mínimo esfuerzo, de remunerar con dinero casi todo? Esos jóvenes no saldrán en la prensa ni en los medios porque lo que hacen no está de moda. No han hecho un video tonto con cuatro pasos para que el resto les imite como una manada de monitos. Su aportación a esta sociedad es imprescindible, porque con ellos todavía (por lo menos a mí) me queda la esperanza de que los humanos algo merecemos la pena y que ciertamente nos diferenciamos algo de los osos y los borricos. ¡Esos jóvenes son unos revolucionarios!

A estos jóvenes también les gusta divertirse, tomar una copa, bailar, trasnochar, vivir la fiesta. ¡Faltaría más! Pero han descubierto algo que hoy es un tesoro de incalculable valor: la alegría de dar, de darse, de salir del propio ombligo y encima hacerlo con pasión. Me gusta la gente que hace algo con pasión y estos jóvenes lo hacen. Son jóvenes llenos de proyectos, de sueños, en definitiva de vida, que estudian o trabajan, que se esfuerzan, que son críticos con las instituciones, que no se conforman con cualquier migaja de promesa ideológica. Y que caminan llenos de cualidades y capacidades, que van descubriendo y agrandando, y a la vez siendo más conscientes de sus fragilidades y debilidades, porque no se quieren creer la mentira y gorda de que todas tenemos que ser bellezones con unos cánones determinados, ni que el cuerpo, los likes o la pasta son la base del valor de una persona. Ellos creen que hay que pelear por una mayor igualdad de género, por un planeta más sostenible?que hay trabajar para prevenir la violencia sea la que sea, gestionar mejor las emociones?. Que hay que aprender a respetar más al que piensa, viste o ama de forma distinta a la propia.

A estos jóvenes y a tantos y tantas que forman parte de cualquier grupo o asociación que regala su tiempo a otros, voluntarios, alegres y críticos, que sueñan con un mundo mejor y que ponen de su parte para que no se quede su inconformismo en mero lamento o rebuzno estéril. A esos jóvenes, ellas y ellos, que se lo curran, que se comprometen, que se mojan, GRACIAS.

Si hay una luz de esperanza en medio de nosotros son esos jóvenes. No metamos en el mismo saco a todos y tengamos la inteligencia y la luz para descubrir flores en medio del desierto. Y una vez descubiertas, cuidarlas con mimo y pericia, que sin flores, sólo nos queda contemplar la aridez de kilómetros de arena, lamentarnos y volver a generalizar, eso sí, desde el cómodo sillón de nuestra casa.

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