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Los ángeles de Díaz-Castilla vuelan en la capilla de los Ángeles de la catedral de Salamanca ...
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EL ARTISTA DEL COLOR

Los ángeles de Díaz-Castilla vuelan en la capilla de los Ángeles de la catedral de Salamanca ...

Actualizado 03/08/2021
Charo Alonso

La muestra del pintor abulense se exhibe hasta el 2 de octubre en la Capilla de Santa Catalina de la Catedral salmantina

Se presenta la exposición del pintor abulense Luciano Díaz-Castilla y el acto tiene esa cualidad de vuelta a la normalidad, de estreno de lo bueno y sobre todo, de agradecimiento, porque pocas veces un espacio tan hermoso ha sido tan adecuado para la muestra que en él se exhibe. La luminosa, la preciosa capilla de Santa Catalina, de ángeles que tocan desde las nervaduras del techo o las ménsulas, se conoce como capilla de los ángeles o capilla de la música, lugar donde, precisamente, se guarda la tumba de Doyague. Músico salmantino fallecido a mediados del siglo XIX, que escribió más de doscientas obras musicales, fue profesor en la Universidad de Salamanca, maestro de capilla en la catedral que guarda su sepulcro y partícipe en la fundación de la Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy. Lugar también, donde recordar los instrumentos musicales de un Francisco Salinas convertido en los versos de su amigo y compañero universitario Fray Luis de León, elevado a las alturas celestiales a través de la música del maestro ciego. Cuánta música y cuánta poesía en un espacio del siglo XV convertido ahora en el cielo por el que vuelan los ángeles de Luciano Díaz-Castillo en comunión con los ángeles músicos de la capilla, como señala Tomás Gil, Director de la comisión de Patrimonio, que junto al Deán de la Catedral, Antonio Matilla, presentan el acto de inauguración de la muestra.

Un acto que se inicia con el agradecimiento de Tomás Gil a los medios de comunicación que, muy numerosos, acuden al mismo. Un agradecimiento que se siente especialmente emotivo, porque la pandemia nos ha hurtado, retrasado, evitado los encuentros, las presentaciones, las ocasiones de ver y escuchar. Escuchar cómo se relacionan, en palabras de Tomás Gil, los ángeles catedralicios con el vuelo de los ángeles de Díaz-Castilla, de la piedra policromada de las nervaduras que sostienen el techo de la capilla a la delicada pintura al artista abulense que nos recuerda su amor por los atardeceres salmantinos, dorados, cambiantes, sublimes, extraordinarios. Y su palabra también nos lleva a los textos que acompañan esta muestra, porque tiene Luciano Díaz-Castilla un discurso hermosísimo, donde las citas dan pinceladas de luz mientras nos muestra su amor por Ávila y Salamanca, ciudades que habitan su interior y aparecen, en su obra, unidas a través de un libro.

De profunda espiritualidad, el artista del color, nacido en el Valle del Corneja, donde la luz inspiró también al pintor Benjamín Palencia, retrata a sus ángeles desde el fondo del ser. Líneas y formas sin forma donde toma protagonismo la luz, porque sin la luz, como afirma el artista, no hay color ni vida? una vida que hay que retratar no desde la figuración, sino desde la espiritualidad que es un acto de vivencia y de videncia. Una forma de dejar el pensamiento para que obre el espíritu en esta pintura suya caracterizada por la fuerza del color, la espiritualidad y el uso de una técnica ?en este caso una pintura japonesa que le permite experimentar- que para Díaz-Castilla ha de unirse al espíritu. "Es la tecné y el areté, la técnica y el espíritu ¡Hay muchos pintores y pocos artistas".

Tiene esta exposición, inaugurada el día de Nuestra Señora de los Ángeles y que se clausurará el 2 de octubre, fiesta de los Ángeles Custodios, una luz providencial, un estado de gracia. Los retablos, montados por el propio artista, muestran la evolución de un ser angélico casi esbozado, sin rostro apenas, porque para el artista "Lo invisible se hace visible en nuestro interior". Habitante de un valle, el del Corneja, todo luz, el artista busca en el vuelo de los ángeles la pulsión que eleva a través de los colores, la sencillez de las líneas, el trazo delicado de los seres surgidos del fondo de su ser. Y ahí flotan, suspendidos en la hermosa capilla de sillares de piedra, como si habitaran en el valle abulense de la montaña, delicados, aéreos, apenas esbozados. Una visión, la del artista, que nos ofrece para "Que sientan los demás, lo que yo siento", y que nos descubre, además, con mucho acierto por parte de la autoridad catedralicia y de la Comisión de Patrimonio, nuevos espacios expositivos que recorrer en esta Salamanca nuestra en la que nos faltan las salas. Un espacio, gracias al vuelo del ángel, donde la música de las esferas tiene la cualidad de lo inefable.