Caretas fuera

Por fin ha ocurrido lo que la mayoría estábamos esperando: ya no es obligatorio llevar la mascarilla en espacios abiertos y otros lugares determinados. Tampoco los que vivimos en residencias tenemos la obligación de llevar mascarilla en nuestra propia vivienda si los residentes estamos ya todos vacunados.

Y se han hecho muchos chascarrillos sobre el tema de las mascarillas. Mascarillas o caretas. En verdad era un objeto que desfiguraba nuestras caras, que nos hacía difícilmente reconocibles y que provocaba muchas faltas de atención a nuestros rostros, sobre todo en el caso de las mujeres. Con dificultad vuelven ahora a la práctica del cuidado del pelo, del embadurnamiento del rostro y otras prácticas. Algunas sin duda preferirán seguir usando la mascarilla.

En realidad, son muy pocas las personas a las que se ve en la calle sin mascarilla. Muchos quizá mantendrán el uso de la misma por largo tiempo. El motivo es, no ya el peligro de contaminación por la pandemia, sino otras posibles contaminaciones o diversidad de posibles alergias. A algunos parece que incluso las mascarillas los protegen de los catarros o de la gripe común.

A estas alturas, supongo que alguno habrá caído en la cuenta de que el título de este escrito no habla de mascarillas sino de caretas. ¿Tendrán algo que ver estas dos cosas? ¿La eliminación de las mascarillas hará decaer el uso de las caretas? Más difíciles de ver, pero seguro que tratan de tapar otras muchas contaminaciones.

La careta disimula los malos comportamientos. Desde las más vulgares mentiras hasta las trampas más indignantes. Estas caretas es más difícil hacerlas caer de nuestros rostros. Cuántas mentiras, cuántas trolas, cuántos disimulos, cuántas trampas. Ojalá llegue ya la hora de hacer caer tantas caretas.

Las caretas de los políticos que hoy dicen A y mañana cuentan o realizan lo contrario. Hasta los tramposos que tratan de sobrepasar al fisco, o contabilizan sus ahorros, mejor o peor conseguidos, guardándolos en conocidos (o no tanto) paraísos fiscales.

O tantos episodios de economía sumergida que tan normalizada está en nuestro país. ¿Con IVA o sin IVA? Es una frase corriente y comúnmente escuchada cuando queremos encargar algún trabajo a personas particulares o a empleados de empresas autónomas.

Abajo las caretas, deberíamos proclamar constantemente. Y procurar que nadie se comporte con tanto disimulo, comenzando por nosotros mismos. Que o solicitamos el cobro sin IVA, cuando la compra o el contrato debe llevarlo, o aceptamos con facilidad la propuesta defraudadora. Y total para ahorrar cuatro perras.

¿No podríamos luchar, con menor o mayor efectividad, por hacer un país más honrado y correcto? Y desde luego menos mentiroso.

Las noticias falsas, las desinformaciones, las mentiras más provocativas están a la orden del día. Y amenazan con arruinar nuestro país. Y es bien difícil prevenirlo. No es tan fácilmente aceptable el dicho que pronunciábamos en otros tiempos con frecuencia de que "se coge antes a un mentiroso que a un cojo". Hoy estamos muy prácticos en la simulación. Y esto nos hace la vida muchas veces prácticamente imposible, o sometida a graves perjuicios, porque perdemos la confianza unos en otros, empezando por nuestros mismos políticos. Pero siguiendo también por los científicos, que trabajan a veces con tan poca seriedad, y ya no podemos confiar muchas veces ni en nuestras comisiones de asesoramiento.

Y no digamos de nuestros informadores, tan proclives muchas veces a magnificar las buenas obras de los que les pagan, aunque no sean tan buenas obras. Y cayendo otras veces en la bajeza de difamar a los que son contrarios a sus tendencias ideológicas.

¿Podremos ya en buena hora empezar a quitarnos las caretas?