Hablaba hace unos días por teléfono con un amigo. La conversación se irisaba e iba pasando de unos asuntos a otros. Y, en un momento determinado, debido al asunto que estábamos abordando, utilicé la expresión de "el fracaso de la fraternidad". Mi amigo, al escucharla, me dijo enseguida: "?Te la copio."
Y, enseguida, pensé para mis adentros: "?He de reflexionar, en un próximo artículo, sobre este asunto." Y así lo hago ahora. Porque, desde hace tiempo, siento que la del fracaso de la fraternidad es una de las experiencias más comunes y desgraciadas que sufrimos los seres humanos.
Las tristes y arriesgadas odiseas de las gentes del llamado tercer mundo, que huyen de las miserias, hambrunas y guerras de sus países, cuando tratan de cruzar las aguas del Mediterráneo y se encuentran con vallas, púas, concertinas, devoluciones en caliente, hostigamientos? por parte del primer mundo, está expresando a las claras el fracaso de la fraternidad.
Y es un ejemplo, entre otros miles, que expresan este tristísimo cuanto evitable fracaso de unas sociedades acomodadas, pragmáticas y egoístas, en las que vivimos siempre mirando para otra parte.
El fracaso de la fraternidad ya se relata en el Génesis bíblico. Y, debido al hermano que sacrifica al suyo, en aras del egoísmo y de la negación de la fraternidad, hemos acuñado un término que nombra tal arquetipo negativo humano: el cainismo.
El cainismo ha sido secular entre nosotros. Ya Antonio Machado, en "La tierra de Alvargonzález", de 'Campos de Castilla', introducía en su relato romancístico estos versos: "Mucha sangre de Caín / tiene la gente labriega". La gente labriega y todos. Tradicionalmente, esa sangre de Caín afloraba en las herencias y repartos de los bienes de los padres; una triste realidad que sigue estando viva
Esa sangre cainita, que nos hace anteponer nuestros egoísmos y nuestros propios intereses siempre, olvidando e incluso cercenando la perspectiva de los otros, nos habla del fracaso de la fraternidad.
Pero el de la fraternidad, sin embargo, es, sin duda, uno de los valores de los que más necesitados estamos. Es un valor humanizador, que nos vuelve a todos mejores. Pues la fraternidad va de la mano siempre de la generosidad, del cuidado, de la disponibilidad hacia los otros?
Todo lo que, desgraciadamente, nos falta, en una sociedad que prefiere la seguridad, la comodidad y ese 'mito' llamado bienestar material y hedonista, es esa fraternidad que nos humaniza y nos salva.
El escritor judeo-francés Edmond Jabès escribía una frase que siempre nos ha cautivado: "Así, la disponibilidad sigue siendo la salvación." Ese estar para los otros, ese estar codo a codo con los demás, esa actitud de tener las puertas y los brazos abiertos? nos salvan y nos dan sentido.
Esa melodía de la fraternidad? nos salva y nos da sentido a todos.
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