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Historias de la dehesa: La Maza de Alba
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ALBA DE TORMES

Historias de la dehesa: La Maza de Alba

Actualizado 20/06/2021
Manuel Diego

Esta finca o dehesa desde siempre perteneció al término municipal de Terradillos, por lo que las relaciones con el pueblo eran mucho más que administrativas, también llegaban al contrato de personal para su marcha y funcionamiento

En mi infancia y adolescencia transcurrida en Terradillos, el nombre de la Maza saltaba a menudo en la conversación en casa de los abuelos, porque ellos debieron vivir allí (no recuerdo bien si fueron montaraces algún tiempo en ella o en otra finca cercana); y también algunos de mis tíos trabajaron en la "Cerámica La Maza" que funcionaba dentro de ella; era una referencia cordial, no era sólo para ellos una finca agrícola y ganadera.

Los propietarios habían modernizado y sacado rédito a todas las posibilidades que se ofrecían entonces de explotación, potenciadas aún más a finales del siglo XIX al ser atravesada por el ferrocarril de la línea Astorga a Plasencia (1896), y de hecho tenía una parada o apeadero denominado precisamente "La Maza" que yo todavía he conocido. Agricultura, ganadería, aprovechamiento del encinar y, además, fábrica de ladrillos y tejas, hacían de ella una dehesa muy productiva, bien comunicada por el trazado cercano de la carretera Alba-Salamanca además de la vía del tren. Todo estaba a su favor, y los sucesivos dueños supieron aprovechar estas ventajas. Todavía recuerdo que mi padre, Manuel Diego, trabajó en el barrero del Pinar de Alba, extrayendo el barro rojizo a pico y pala que servía luego para la Fábrica, así durante años en la década de los 50.

¿Por qué la traigo ahora a colación? No sólo por su relación evidente con la villa de Alba de Tormes, como denota el título, sino porque en las últimas décadas del siglo XIX allí sucedió un hecho que debió conmover a la sociedad salmantina y no menos sonó y repercutió en la vida de Alba, donde eran bien conocidos sus protagonistas. Se trata del matrimonio formado por Joaquina Elícegui y Pedro de Aizpuru, ambos de origen vasco, ella ama de llaves del palacio de los Condes de Aldana allí existente, pero también nodriza y cuidadora de sus hijos. Pues bien, ambos esposos decidieron, de mutuo acuerdo y una vez que sus dos hijos optaron por la vida religiosa, disolver el propio matrimonio y entrar en la vida religiosa carmelitana, ella como monja carmelita descalza en el Carmelo de Toro, y él como hermano lego en el noviciado de Segovia. La decisión, sobre todo en lo que toca al papel de la mujer, repercutió mucho en la suerte de la Maza, pues de ella dependía el servicio y la organización de la casa, más luego el influjo que ejercía entre todos los trabajadores de la Dehesa. Joaquina era una personalidad influyente y todos conservaron muy buen recuerdo de esta mujer a la que respetaban y veneraban como una santa. La cosa no deja de ser curiosa, porque es un matrimonio vasco que se traslada a una dehesa salamantina poblada de encinas, lejos de la ciudad, claro está, y esto, se entiende, para ponerse al servicio de los dueños de la finca, los condes de Aldana, cuyo señor, Leopoldo Maldonado y Carvajal Téllez, era hijo del famoso IV Marqués de Castellanos con tanta vida pública y actividad política en la ciudad de Salamanca.

Esta es la historia que queremos narrar; no la de un divorcio, o la de una separación matrimonial, sino aquella otra modalidad que canónicamente venía llamada como 'disolución del vínculo matrimonial' en vistas de una finalidad superior y una vez que habían cumplido sus obligaciones matrimoniales, como era la de la educación de los hijos. Era un caso poco frecuente, pero sí que se daba y sigue sucediendo en nuestros días.

La cuestión es que la opción de ambos por la vida carmelitana tenía su trascendencia; no fue una decisión casual, sino que en cierta manera dependía del trato que mantuvieron con los frailes Carmelitas de Alba y debido a sus frecuentes visitas al sepulcro teresiano junto con los amos, muy devotos de nuestra Santa. O sea, que este matrimonio vasco asentado en la Maza era bien conocido en la villa de Alba de Tormes, pues de hecho entraron también a formar parte de la Orden Tercera de la Virgen del Carmen (ambos terciarios carmelitas) establecida en el convento de frailes de la villa.

Historias de la dehesa: La Maza de Alba | Imagen 1

La configuración histórica de la Maza

Aunque su existencia viene de antes, la primera noticia a imprenta que tenemos de esta dehesa salmantina la hallamos en el "Diccionario geográfico" de Madoz (1845), donde se dice al respecto: "MAZA DE ALBA: alquería agregada al ayuntamiento de Terradillos (1 legua), en la provincia de Salamanca, partido judicial de Alba de Tormes. Se halla situada en una llanura, siendo su terreno bueno para pastos, que aprovecha el ganado lanar y vacuno. Tiene 2 casas con igual número de vecinos y 7 almas. Esta alquería es propiedad del señor Duque de Abrantes". La noticia es preciosa, pues nos revela el estado y situación de la finca antes que sufra la transformación más importante de pocos años después, como fue la construcción de una casa palacio y la roturación y mejora del terreno, según el cultivo a que se destinara o la finalidad que se pretendía. Esto ocurrió con los siguientes propietarios.

La situación estratégica de La Maza revaloriza mucho su posición económica. Está dentro del término y ayuntamiento de Terradillos, situada en medio de otras famosas fincas o dehesas, tales como Alcubilla, Abusejo, Los Perales, El Raso, La Dehesilla, Valdescobela, Valdesantiago?

Según Ramón Martín Rodrigo, que ha estudiado muy exhaustivamente la Hacienda del Marqués de Castellanos (revista Salamanca, 1994, nn. 33-34, pp. 49-108), esta Dehesa en el siglo XVIII pertenecía al conde Ablitas y marqués de Villalba; luego pasó al Duque de Abrantes, una de cuyas hijas, Manuela María Ángela Carvajal Téllez, casó en Madrid (17-12-1835) con el IV marqués de Castellanos, José J.B. Maldonado y Aceves (1818-1871), que había tomado el título nobiliario en 1850, y sería entonces cuando la finca de la Maza vino en herencia familiar por parte de la mujer a este famoso noble salmantino, el cual ?en su mismo testamento- dice haber incrementado el patrimonio de su esposa.

Con el famoso marqués salmantino (tenía 2 casas-palacio en Salamanca, en calle Prior y calle san Pablo, está última es actualmente el Hotel Castellanos), la finca de la Maza fue revalorizada mucho como explotación agraria, y seguramente es él quien la hace lugar frecuente de permanencia familiar, puesto que construyó la Casa-Palacio que constituye todavía hoy el edificio noble más significativo de esta finca (1856), una casa que estaba dotada hasta de biblioteca y de capilla. Pero la finca había sido dividida en 3 partes, una de las cuales (la de la mujer) tocó al marqués; lo que no sabemos de seguro es si él compró las otras dos partes de la misma (1858).

Con él la Maza también empieza a funcionar como una explotación propia, nunca en forma de arriendo, donde hizo roturaciones e introdujo moderna maquinaria, lo cual dice mucho de su mentalidad progresista, aunque fuese tradicional en el terreno político y religioso. No sé si fue con él (posiblemente sí), o con el hijo, el conde de Aldana, cuando también empieza a funcionar la llamada Fábrica de Cerámica La Maza.

No obstante, como observa Martín Rodrigo, de un total de 939,12 hectáreas que componen la finca, era muy poco el suelo (apenas 14 hectáreas) que se dedicaba al cultivo de cereal, el resto era terreno montaraz que disponía de buena encina, es decir, era sobre todo un terreno apto para el pasto de ganado porcino y vacuno.

Del primer matrimonio del marqués de Castellanos le nacieron estos hijos: Amalia (1836); Agustín, el sucesor en el título (1837), Fernando (1839), que murió a los 8 años; Leopoldo (1844), luego Conde de Aldana y que es el que más nos interesa a nosotros; y Enrique (1845).

Quedó viudo de la primera mujer ya mencionada (1860) y contrajo de nuevo matrimonio (1868) con Fanny Roux Ducheseau de Rodulfo, también viuda, natural de Marsella. El marqués murió en Salamanca (25-12-1871) y está enterrado en el Panteón familiar de los Mostenses-Capilla de las Jesuitinas de Salamanca.

Historias de la dehesa: La Maza de Alba | Imagen 2Los Condes de Aldana, bienhechores del convento carmelita de Alba

A nosotros nos interesa el 4º hijo, Leopoldo Maldonado y Carvajal (1844-1909), casado en 1868 con Amalia de Mesa y Queralt y de la que tuvo cuatro hijos (Agustín, Lorenzo, María Teresa, María Josefa) y que, enviudando, casó en 2º matrimonio con María del Pilar Giménez de Pedro, de la que tuvo dos hijos (María Josefa y José).

A Don Leopoldo el papa León XIII le concedió por breve pontificio (3-11-1891) el título nobiliario de Conde de Aldana, título pontificio que luego trataría de convalidar ante el Estado español.

Es con este Conde de Aldana, el que debió heredar de los padres la Finca de la Maza, con el que entra en contacto nuestro matrimonio vasco, Pedro y Joaquina, seguramente por el conocimiento que han tenido de ellos en las estancias veraniegas en San Sebastián, hasta que lograron convencerles (sobre todo a ella) para que entraran de fijo y de continuo a su servicio en esta finca de la Maza necesitada de personas de confianza que dirigieran su marcha y organización, sobre todo el gobierno de la casa y servidumbre. De hecho, Joaquina era el Ama de llaves, con su habitación propia dentro del palacio, un encargo que había sido precedido por el de nodriza de los hijos, a algunos de los cuales habría tenido incluso que amamantar apenas recién nacidos durante el tiempo de lactancia. Era, por tanto, un encargo dentro del organigrama de la Maza de mucha confianza y responsabilidad, al que ella debió responder con un alto sentido del deber y del cumplimiento de sus obligaciones y, por eso, fue respetada por todos los de aquella casa, desde la servidumbre hasta los señores y sus hijos. Para todos era el Ama Joaquina, o también Ama Nina, el título más cariñoso y reconocido con el que era tratada. Con razón, en la necrología del Carmelo de Toro, se dice que cuando la condesa recibió la noticia de que Joaquina se iba de monja carmelita, lloraba y presentía lo que iba a suceder con su marcha, por lo que no dejaba de repetir: "todo se vendrá abajo". Y así sucedió, anota la cronista, al pasar las riendas de la casa a los hijos.

Sólo añadir que esta finca era muy frecuentada y asistida espiritualmente por los frailes carmelitas de Alba de Tormes, que habían restaurado recientemente el convento (1878), con la particularidad de que no era rara durante esta primera etapa la presencia de religiosos vascos en la villa, lo que facilitaba mucho más el trato con este matrimonio. Seguramente que los frailes se acercarían también a la Maza en sus días de paseo y extraordinario, sabiendo serían bien recibidos y se les permitiría pasar un día de solaz. Pero también vendrían a hacer retiros espirituales dirigidos a toda la casa y celebrar algunas festividades importantes. Ha quedado memoria, por ejemplo, de la fiesta de la Virgen del Carmen celebrada en la capilla de la Maza (dentro de palacio) por algunos carmelitas venido de Alba (en este caso, se trata de Florencio del Niño Jesús, 1877-1939, natural de Santiago de la Puebla y todavía no ordenado sacerdote, el cual además ha compuesto una poesía alusiva al acto que dedica expresamente a los señores de la casa); fue el 16 de julio del 1900/1901, no se indica la fecha con exactitud, lo que nos hubiera permitido estar ciertos de la presencia de Joaquina y su esposo en aquel acto que, seguro, concluiría por la tarde, con la consabida capea o corrida de toros en la plaza taurina de la finca.

El Manto del Carmen (A los excmos. Sres. Condes de Aldana)

Entre un umbroso encinar,

Sin temores que le alarmen,

Tiene la Virgen del Carmen

Un palacio por altar.

No alienta allí un corazón

Sin el santo Escapulario:

Más que el blasón nobiliario,

Apréciase este blasón,

Pues su corona condal

Y las lises de su escudo

Están bajo el pie desnudo

De la Reina celestial?

Hay un umbroso encinar,

Sin temores que le alarmen,

Y allí la Virgen del Carmen

Reina, cual reina en el mar.

Como sábana de bruma

Que flota en inmenso espacio,

Su manto cubre un palacio,

Manto de irisada espuma?

Y ella, cruzando el espacio

Desde el asía hasta mi España,

Impera allí en la cabaña,

Impera aquí en el palacio?

Los nácares y corales

Que orlean su vestidura,

Dicen a la Virgen pura:

"¡Aquí saben lo que vales!"?

Y cuando rasga el espacio

Nacarada nubecilla,

Encuentra augusta capilla

Y altar en condal palacio.

Con tan santo relicario

Viven sus dueños seguros,

Pues son sus mejores muros

Cordones de escapulario?

Es una larga poesía (la reproducimos parcialmente) de este famoso vate e historiador carmelita, que ?como hemos podido apreciar- recoge y señala los vínculos de esta casa señorial con la Virgen del Carmen, como también refleja el paisaje que le rodea (umbroso encinar). Seguro que la recitó el fraile poeta allí mismo, en la Maza, después de la fiesta religiosa o en el momento de la sobremesa de la comida. Si esto fue en julio del 1900, allí estaban todavía presentes Joaquina y su esposo Pedro. Como signo de estos vínculos entre la familia y el Carmelo, recordar además que los condes de Aldana pagaron el retablo mayor en madera de la iglesia de los frailes Carmelitas de Alba, todavía existente hoy, en cuyo tímpano campea precisamente el escudo nobiliar de esta familia.