El diálogo, visto como una plática entre dos o más personas, grupos u organizaciones, se nutre de la discusión y el trato en busca de un acuerdo o avenencia. Pero en la práctica se dan muchos diálogos de besugo, conversaciones sin coherencia alguna, diálogos de sordos, dos monólogos a la vez, o conversaciones en las que los interlocutores se oyen, pero no se escuchan.
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) han hecho que perdamos capacidad para conversar cara a cara con los demás. La conversación se muere, el diálogo se acaba enseguida y esta pérdida tiene repercusiones negativas directas en la consecución de acuerdos, alianzas y compromisos que contribuyan al entendimiento y el bienestar social.
Hemos pasado del planteamiento filosófico de René Descartes "pienso, luego existo" que se convirtió en el elemento fundamental del racionalismo occidental, al "comparto, luego existo" que nos ha llevado a estar hiperconectados y a escapar de encontrarnos frente a frente con los demás y hasta con nuestros propios pensamientos.
Los fundamentos del diálogo se encuentran en el hecho de que en este mundo interconectado en el que vivimos, las consecuencias de muchas de nuestras acciones individuales y colectivas no nos afectan solo a nosotros y a nuestra propia organización, sino que también inciden sobre los demás, de forma directa o indirectamente. Ésta es la razón por la que es preciso tener en cuenta que toda persona individual, grupo o entidad, tiene el derecho de ser informada y de ser escuchada. Requisitos éstos, por otra parte, para que pueda existir un diálogo, un compromiso o una alianza de intereses.
Desde la teoría de la gestión basada en los grupos de interés, el diálogo, el compromiso y la consecución de alianzas, ha de basarse en el que "ganen todos", en el "crecer juntos", en el "crecer unidos", más que en la exclusiva ganancia propia, el interés individual o partidista. Buscar el beneficio de todos ha de ser el denominador común. Solo así, todos los agentes podrán implicarse y contribuir al desarrollo de los proyectos y la consecución de metas u objetivos.
No vamos a entrar aquí en las diferentes formas de diálogo, nos centraremos en el diálogo social, aquel que mantienen los representantes de las empresas y de los trabajadores con el objetivo de concertar la regulación de las relaciones laborales, o el que llevan a cabo organizaciones patronales, sindicatos y administración públicas para establecer políticas públicas de relaciones y repartos de las rentas. Es uno de los diálogos más difíciles, porque no siempre se dan las correlaciones y voluntades necesarias para llevarlo a cabo.
En su sentido más amplio, el diálogo social se extiende a un tipo de relaciones entre el Estado y las organizaciones de la sociedad civil, ya sean empresas, sindicatos, asociaciones, comunidades, grupos, las ONG u otras. Los fines que persigue el diálogo social son el de analizar y tratar, conjuntamente, los problemas económicos y sociales, elaborando soluciones que, fundadas en el consenso, contribuyan a resolver los problemas de las organizaciones y de los ciudadanos.
Afortunadamente, en estos malos tiempos de emergencia sanitaria e incertidumbre, el diálogo social está funcionando bien en España. Gobierno, Patronal y Sindicatos, están llegando a acuerdos y consensos en políticas económicas y sociales, que ponen en marcha acciones de interés común para solucionar problemas de empresas y de los ciudadanos.
Durante el 2020 y lo que va de este, el diálogo social de ámbito nacional ha dado a luz a siete importantes acuerdos. Elevar el salario mínimo interprofesional a 950 euros por mes. Establecer condiciones especiales de regulación del tiempo de empleo por la incidencia de la Covid, los ERTE, que llegaron a dar protección a 3,5 millones de trabajadores, con ampliación en dos ocasiones y que aún hoy día dan protección a casi un millón de trabajadores. Acordar las bases para el teletrabajo. Acuerdo sobre los derechos laborales de personas dedicadas al reparto a través de plataformas digitales, conocidos como "riders", facilitando ser el primer país europeo en legislar al respecto.
También se han dado el acuerdo, consenso o pacto político sobre las líneas maestras de la reforma de las pensiones, a falta de detalles y del texto final. El acuerdo pactado entre el Gobierno y los agentes sociales, contempla la derogación de parte de la reforma de 2013, revalorización de las prestaciones con el IPC, refuerzo de la estructura de ingresos del sistema, e incentivos para frenar las jubilaciones anticipadas y favorecer la jubilación demorada. Una reforma encaminada a garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones.
Lamentablemente, no ocurre lo mismo con el balance de la clase política que, en ninguna de sus instituciones o foros nacionales: Gobierno-oposición, Parlamento, Conferencia de Presidentes Autonómicos, Consejo Interterritorial de Salud, han alcanzado un solo acuerdo o medida consensuada en los 15 meses que llevamos de pandemia. Todo un esperpento por parte de muchos políticos, que son quienes tienen la representación del ciudadano y a quienes, por medio del voto, se les encarga de resolver los problemas y apostar por el bienestar de todos. Si en estas circunstancias de emergencia sanitaria no han sido capaces de consensuar nada ¿cuándo lo van a hacer? El Parlamento tiene que dialogar, favorecer acuerdos y llegar a consensos para que salgamos de la pandemia, se necesitan acuerdos de país. Y los componentes del Consejo Territorial de Salud deberían tener un mínimo de lealtad a las decisiones debatidas y votadas en su seno, aplicándolas. De lo contrario, el diálogo no sirve para nada, sino para erosionar las instituciones, confundir a los ciudadanos y dificultar aún más la lucha contra la pandemia y la recuperación.
Diálogo, diálogo y diálogo. El diálogo social da sus frutos.
Les dejo con Triana y su Diálogo
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