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Pascua del Enfermo 2021
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Pascua del Enfermo 2021

Actualizado 11/05/2021
Antonio Matilla

Pascua del Enfermo 2021 | Imagen 1

Ayer fue la Pascua del Enfermo. La enfermedad, sobre todo si es grave, cierto es que "nos hace la pascua", nos desequilibra, nos saca de nuestra rutina, pone en suspenso nuestros proyectos, nos llena de incertidumbre y puede dejarnos "colgados de la brocha" en un pispás, poniendo en crisis el sentido de nuestra vida y su autenticidad. Situados ante la posibilidad real de la muerte, podría ser que nuestras certidumbres se descoloquen y tengamos que replantearnos todo?si hay tiempo de ello.

¿Y qué es eso de la Pascua? Copiemos a San Agustín: "Mediante su Pasión, Cristo pasó de la muerte a la vida. La Pascua es el paso del Señor". Ya lo había enunciado mucho antes el Libro del Éxodo 12, 11: "porque es la Pascua, el paso del Señor". Alguna dificultad debe contener este texto porque, por más que lo he tecleado en Google, no ha aparecido la cita y he tenido que repasar el libro del Éxodo para encontrarla.

No importa, creo que tengo claro lo que quiero decir: la enfermedad grave ?no un simple catarrillo, sí la Covid-19 en demasiados casos- puede ser una "ocasión de gracia", un momento privilegiado para sentir el paso del Señor resucitado por nuestra vida. En primer lugar, me viene a las mientes una paradoja del Evangelio de San Juan, una de las muchas: "no me habéis elegido vosotros a mí, soy yo quien os he elegido a vosotros". Porque podría suceder en el ámbito espiritual algo similar a lo que sucede en el mundo de los negocios y en los libros de autoayuda, que nos creemos que cada uno somos el constructor de la propia personalidad y de nuestro puesto en la vida, labrado con harto esfuerzo. El construirse uno a sí mismo es una de las peculiaridades de la Modernidad; algo de verdad hay en ello, desde luego, y no debemos escaquearnos de ese esfuerzo. Pero es también lo cierto que, en el fondo en el fondo, lo más importante de la vida es ser capaz de amar y, sobre todo, saberse y sentirse amado, de modo que lo más importante no depende de mí, sino de quien me quiere gratuitamente, tal como soy y porque soy.

Los creyentes tenemos esa suerte: Jesús tuvo sus preferencias. Los pobres y los enfermos son privilegiados en el Evangelio para que Jesús se les acerque y les toque, sanándoles. Mi experiencia es que, durante algunos meses, desde que hice público el diagnóstico de mi enfermedad, cáncer de la sangre, uno de los cientos que existen, pasé a ser, de alguna manera, el centro de las oraciones, la preocupación y el cuidado de mi familia, mis amigos, los feligreses, hasta el punto de sentirme muy agradecido y un tanto abrumado. También me sentí cuidado por el Sistema nacional de Salud, nada de ser un número, sino una persona con cara y ojos para médicos hematólogos, enfermeras, celadores, auxiliares, farmacéuticos, administrativos?Son tantas las visitas al Hospital que una enfermedad así lleva consigo, que cuando me diagnosticaron la Remisión Completa ?"los médicos no hablamos de "curación"?"Ya, comprendo, eso es cosa de la Teología", dije- necesité una mochila grande para llevar las cajas de bombones.

Esta Pascua del Enfermo 2021 me recordó otro de mis pasajes preferidos del Evangelio: "Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos". Lo que para mi maestro Miguel de Unamuno supuso una larga lucha agónica, valga la redundancia, digo, la experiencia de hacerse como niños, a mí me llegó de una tacada y en apenas seis días, el tiempo de hacerme las once pruebas que condujeron al diagnóstico, a la programación del tratamiento, a entrar en un Ensayo Clínico puntero ?de los muchos que se siguen en nuestro Hospital Clínico- y a la quimioterapia pura y dura, en vena, tan fuerte que las venas de mi brazo izquierdo parecen haber ahondado en busca de las cavernas del hueso, huyendo de la aguja agresora. Niño me volví por la fragilidad evidente y consciente, por la dependencia de tantas personas para poder vivir, por haberme convertido, de repente, en el centro de atención de tantas personas y grupos ?los scouts me nombraron cariñosamente "chico del año"-, por la esperanza de futuro concentrada también "en vena espiritual". Y es que el saberse niño ayuda a resituar las cosas de la vida y a priorizar las verdaderamente, humanamente importantes, y a gozar, como si fueran nuevas, de las cosas infinitesimales de la Naturaleza.

La Pasión, la Muerte amenazando de cerca, el sufrimiento anímico y corporal me llevaron a ponerme confiadamente en manos de Dios y a vivir todo el proceso del tratamiento con serenidad y esperanza, porque "estaba en buenas manos" ?"¡Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu!", Lucas, 23, 46-.

A toro pasado reconozco que para mí fue relativamente fácil, por el mucho apoyo y cariño recibidos. Pero pienso también en las muchas personas que se enfrentan en soledad a la enfermedad y a la muerte, pienso también en el 60% de pacientes españoles que, llegados a una situación difícil no tienen acceso a los Cuidados Paliativos. Personas que, durante esta presente pandemia, han tenido que enfermar y morir en soledad y tantas personas mayores que no tienen el apoyo de la familia ni siquiera de la Ley de Dependencia, tan tardía y cicatera en su aplicación. Una sociedad que no cuida a los mayores, a los enfermos, a las personas frágiles, es una sociedad humanamente pobre y generadora de excesivo sufrimiento, hasta el punto de negar en la práctica la dignidad en el vivir a los que se pretende ofrecer esa dignidad en el morir, que dura menos, por mucho que dure, y es más barato.

Antonio Matilla, paciente hematológico.

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