Gonzalo Rojas junto a Hilda May, su esposa (Salamanca, 1992, foto de Jacqueline Alencar)
Premio Miguel Cervantes de las Letras, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, Premio Octavio Paz, Premio Nacional de Literatura? No abundaré en datos biográficos y demás reconocimientos que en vida hicieron (tardíamente, bien es cierto) a mi buen amigo Gonzalo Rojas (1916-2011), un chileno universal no solo por su dimensión cultural, sino también por sus múltiples periplos por el mundo: sea por motivos exílicos derivados del golpe de estado de Pinochet, sea por invitaciones y trabajos en Europa, América o Asia.
Mi esposa Jacqueline y yo fuimos su primer vínculo con Salamanca y sus dos universidades. También hay que recordar, claro está, a quien avaló nuestros propósitos: el maestro Alfonso Ortega Carmona, desde su Cátedra de Poética Fray Luis de León. Hoy memoro que hace diez años partió. Y lo hago con un poema que él dedicara a su admirado César Vallejo, mi paisano y referencia de tantos y tantos poetas de nuestra lengua. Vallejo falleció un 15 de abril de 1938, en París.
POR VALLEJO
Ya todo estaba escrito cuando Vallejo dijo: ?Todavía.
Y le arrancó esta pluma al viejo cóndor
del énfasis. El tiempo es todavía,
la rosa es todavía y aunque pase el verano, y las estrellas
de todos los veranos, el hombre es todavía.
Nada pasó. Pero alguien que se llamaba César en peruano
y en piedra más que piedra, dio en la cumbre
del oxígeno hermoso. Las raíces
lo siguieron sangrientas cada día más lúcido. Lo fueron
secando, y ni París pudo salvarle el hueso ni el martirio.
Ninguno fue tan hondo por las médulas vivas del origen
ni nos habló en la música que decimos América
porque éste únicamente sacó el ser de la piedra más oscura
cuando nos vio la suerte debajo de las olas
en el vacío de la mano.
Cada cual su Vallejo doloroso y gozoso.
No en París
donde lloré por su alma, no en la nube violenta
que me dio a diez mil metros la certeza terrestre de su rostro
sobre la nieve libre, sino en esto
de respirar la espina mortal, estoy seguro
del que baja y me dice: ?Todavía.
A. P. Alencart, Gonzalo Rojas y Jacqueline Alencar (Estación de Autobuses de Salamanca, 1990) Foto de Hilda R. May
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