La fórmula de nuestra ínclita Junta es sabida: si suben los casos cerramos la hostelería. Impecable e implacable. Parece la piedra filosofal. Se empecinan en eso como el ignorante machacando con su única frase. Y el super ínclito vicepresidente dijo un día lleno de ingenio: mejor que el beneficio es la vida. ¿Estamos hablando de beneficios? Para los hosteleros ahora no se trata de beneficios sino de comer cada día, a pesar de las supuestas ayudas que luego les quitarán en la declaración de Hacienda.
Y el caso es que los bares tienen mesas separadas, tienen unas normas que se cumplen siempre. Y no hacen subir los casos para nada. Lo que fastidian son los montones de fiestas multitudinarias en pisos, por parte de ignorantes e indiferentes, donde todos se friegan con todos, en sitios cerradísimos. Y ahora resulta que la ley prohíbe disolverlas. La ley se hizo para el bienestar de la gente pero ahora se pone por encima del bienestar de la gente. Ahora importan más las fórmulas legales abstractas que la vida concreta y urgente. Entonces somos como aquel mercader de Shakespeare. El contrato decía que si el acreedor no pagaba él cobraría media libra de su carne. Y como no ha pagado, ahora reclama la media libra de carne que está en el contrato. Olvidamos que las leyes las redactaron personas para ayudar, y ahora las tratamos como si fueran tablas caídas del cielo dictatoriales. La letra tiene que ceder ante la vida, coño.
Y luego estan las acumulaciones por la calle, etc. Nadie se aparta ni un milímetro, aunque sea por educación, siempre tengo que apartarme yo. Todo el mundo pasa de todo. Pero nada, la fórmula inamovible es cerrar los bares. Pero yo descubrí otra fórmula más infalible: hay que prohibir ir al wáter. Que nadie vaya al wáter y cada uno se guarde toda su mierda, aunque reviente. Seguro que así bajan los casos. Es una fórmula tan buena como cerrar los bares cada dos por tres.
ANTONIO COSTA GÓMEZ. ESCRITOR
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