Miércoles, 24 de abril de 2024
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La boca de la llave
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Itinerario salmantino XXXVI

La boca de la llave

Actualizado 26/03/2021
José Amador Martín y Charo Alonso

Tiene Salamanca aún estancias privilegiadas a las que no accedemos, y es la puerta hermosa y plena de detalles, la que nos detiene y nos deja imaginar un interior bellísimo

Se casó mi abuelo con la hija del herrero, y aunque yo no conocí la casa de la fragua donde iban casi a diario las gentes a aguzar la reja y a reparar los aperos, supe del diario golpear del yunque en la tarea del padre de mi madre, martillo y tesón en el ritmo de los días. En aquel tiempo, en el campo, la labor era trabajo en casa, arreglo y apaño, oficio de reparar la pared, cultivar el huerto, trabajar la madera, trabajar la chapa? Y la chapa, hoja de lata, fina página de metal a veces herrumbroso, se convertía en mil cosas bajo el sincopado golpear del agricultor quieto en la casa. Porque no había descanso ni tarea pequeña.La boca de la llave | Imagen 1

Era el metal protector de la madera y la chapa cubría paredes húmedas, o puertas al rigor de la intemperie. El clavo, adorno y asidero, la chapa, puerta de entrada a la llave, y la bocallave que rodea a la cerradura de la puerta antigua se convertía, además de un elemento protector contra el roce de la llave, en el símbolo de la casa, la casa abierta que no necesita ni de llave ni de aldaba ¿Cuándo se cerraba la puerta del corral de mi infancia? En la noche en la que se candaba y la casa se abrazaba en la oscuridad quieta y profunda de los campos. En la calle sin ruido de la ciudad pequeña. Y la cerradura, ojo infinito, permanecía atenta, mirada de cíclope ciego.

Sabe Amador recorrer lo grande y lo pequeño. Buscar con su objetivo los cielos y el detalle sublime de nuestros paseos. Su mirada se enzarza en las deliciosas bocallaves de las casas solariegas, aquellas que precisaron de un maestro herrero para golpear la chapa de hierro que se hizo figura para proteger la puerta. Es el adorno geométrico que cobija el agujero negro de la cerradura, ese que se inserta en la madera para cubrir el roce, que se hace figura geométrica, sol y luna, flor y jarro, animal y criatura para cuidar la entrada que nos separa de lo ajeno. Y alrededor del hueco donde metemos la llave de la intimidad, alzan el vuelo quieto las aves, los gallos, los caballos, las sierpes, la zoología simbólica del adorno popular que luce en las puertas de dos hojas de nuestros pueblos, las puertas historiadas de las casas solariegas de nuestras ciudades. Es la veta popular en la belleza de la puerta, trazada con el cuidado del carpintero y del herrero, golpe a golpe de gubia y yunque.

Abre el fotógrafo, con el objetivo que también es el que protege el ojo de su mirada, el misterio de la cerradura de la puerta que guarda el jardín umbrío, el claustro secreto, el palacio hurtado a los ojos del visitante. Tiene Salamanca aún estancias privilegiadas a las que no accedemos, y es la puerta hermosa y plena de detalles, la que nos detiene y nos deja imaginar un interior bellísimo. Ama el poeta de la luz la frontera de la estancia secreta, y acaricia con su objetivo los clavos de la puerta, la hermosa aldaba, la bocallave profunda y silenciosa. Y en el fragor de la calle, punto en boca, boca de llave, intimidad que nadie desgarra, el silencio es sereno y nutricio, guardián y protector, abrazo de muros y puertas cerradas a la espera de la llamada.

José Amador Martín, Charo Alonso.