El Tratado de Prohibición de Armas Nucleares es el primer tratado multilateral aplicable a escala mundial que prohíbe íntegramente estas armas: este instrumento reconoce que el uso de armas nucleares sería execrable a la luz de los principios de humanid
Giulia Balzano
Defensora de los Derechos Humanos
En enero de 2021, con la ratificación de Honduras, el Tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN) ha finalmente entrado en vigor. Aprobado en 2017 por 122 estados en una sesión de las Naciones Unidas, a finales de 2020 el TPAN obtuvo las 50 ratificaciones que necesitaba para que pudiese convertirse en ley. Este Tratado es una victoria de la sociedad civil organizada: ha sido fruto de la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN), de la que la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (WILPF), entre otras muchas organizaciones, forma parte, y cuya labor fue reconocida con el Premio Nobel de la Paz en 2017.
Este nuevo acuerdo prohíbe en cualquiera circunstancia, para los estados firmantes, desarrollar, ensayar, producir, fabricar, adquirir de cualquier otro modo, poseer o almacenar armas nucleares u otros dispositivos explosivos nucleares. Se impide también usar o amenazar con usar armas u otros dispositivos explosivos nucleares y transferir a ningún destinatario dichas armas o el control sobre estas, de manera directa o indirecta. Cada Estado parte se compromete a eliminar sus programas nucleares, a desactivar y a destruir de manera irreversible las armas nucleares que poseen. Lástima que ninguno de los Estados parte posea actualmente armamento nuclear.
El Tratado de Prohibición de Armas Nucleares es el primer tratado multilateral aplicable a escala mundial que prohíbe íntegramente estas armas: este instrumento reconoce que el uso de armas nucleares sería execrable a la luz de los principios de humanidad y de la conciencia pública. Además de las normas del Derecho Internacional Humanitario, que regulan el empleo de las armas en casos de guerra, ya habían sido tomadas medidas que intentaban limitar el uso de armas nucleares. El Tratado sobre la No Proliferación de las armas nucleares (TNP) de 1970 es la piedra angular del derecho internacional que rige dichas armas: establece que los Estados Partes que no posean armas nucleares deberán abstenerse de desarrollarlas o adquirirlas, mientras que los Estados Partes poseedores de armas nucleares podrán conservarlas con la condición de no transferirlas ni ayudar a otros Estados a adquirirlas. Nunca, hasta ahora, las armas nucleares habían sido objeto de ningún tratado que las prohibiera a nivel mundial: la aprobación del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares intenta colmar esa brecha.
"Las pruebas convincentes del sufrimiento y de la devastación causados por las armas nucleares, así como la amenaza que su uso puede suponer para la supervivencia de la humanidad, hace cada vez más indefendibles los intentos de justificar su empleo o su mera existencia", ha recalcado Peter Mauer, Presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja. El tratado para la prohibición de las armas nucleares es también el primer instrumento de derecho internacional humanitario que contiene disposiciones para hacer frente a las consecuencias humanitarias relacionadas con su ensayo y empleo: el TPAN establece la obligación de los Estados, con respecto a las víctimas bajo su jurisdicción, de proporcionarles asistencia, incluida atención medica, rehabilitación y apoyo psicológico. También exige a los que se acojan a él restaurar las zonas contaminadas por el uso o el ensayo de armas nucleares. Por primera vez en la historia, los países que emplean o que han empleado estas armas de destrucción masiva se hacen cargo de la responsabilidad de sus acciones.
António Guterres, el Secretario General de las Naciones Unidas, aseveró que se trata de "la culminación de un movimiento mundial para hacer conciencia sobre las catastróficas consecuencias humanitarias de cualquier uso de las armas nucleares". Más de 75 anos después el lanzamiento de dos bombas atómicas por parte de los Estados Unidos sobre las ciudades japoneses de Hiroshima y Nagasaki, que con 200.000 de víctimas inauguró la terrorífica era nuclear, ahora esperamos empezar un camino hasta la total abolición del arma más inhumana, destructiva e indiscriminada jamás creada.
La aprobación del Tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares es una victoria histórica de la sociedad: demuestra que la mayoría de los estados considera que la prohibición integral de las armas nucleares es la mejor opción para proteger al mundo de sus efectos catastróficos y del terror frente a su amenaza. Sin embargo, paralelamente al valor simbólico, es necesario que el nuevo acuerdo por el desarme nuclear tenga también una eficacia real.
Se estima que actualmente hay más de 14.000 bombas nucleares en todo el mundo, con un poder aún más grande que las lanzadas contra Hiroshima y Nagasaki, y ninguno de los estados poseedores ha firmado el tratado. Estados Unidos, Reino Unido, Rusia, China y Francia, las cinco potencias nucleares y miembros permanentes del Consejo de Seguridad, no solo no han firmado el acuerdo, sino que boicotearon sus negociaciones; asimismo, los países que se sabe que disponen de bombas atómicas (Corea del Norte, Pakistán, India e Israel), que ya no habían firmado el tratado de No Proliferación del 1970, no se han mostrado favorables a abandonar sus nuevos programas nucleares.
Tampoco participan del acuerdo los miembros de la OTAN, con la excepción de Países Bajos, que sí participó en las negociaciones, pero votó contra el tratado. Varios de esos estados de la Alianza Atlántica tienen cabezas nucleares estadounidenses estacionadas en su territorio: Alemania, Bélgica, Italia, Países Bajos y Turquía almacenan armas nucleares, violando de facto el TNP, bajo el concepto de Compartición nuclear, según el cual estos países, aun no produciendo formalmente su propio armamento nuclear, guardan bombas nucleares potencialmente activables bajo las órdenes de Estados Unidos.
Afortunadamente, el 26 de enero, Joe Biden y Vladímir Putin, presidentes respectivamente de EEUU y Rusia (que juntos poseen el 90% de todas las armas nucleares existentes) acordaron extender hasta 2026 el tratado bilateral Nuevo START, que limita el tamaño de sus armamentos nucleares con un máximo de 1.550 cabezas nucleares y 700 sistemas balísticos para cada una de las dos potencias. Pero en contra de este Tratado mundial de Prohibición ni se han planteado desactivar las armas nucleares.
Entre quienes no han firmado el Tratado figura también España, que lo rechazó bajo el Gobierno conservador del Partido Popular y que sigue sin sumarse a pesar de que en 2018 el Ejecutivo de coalición del PSOE y Podemos se comprometió a hacerlo. Pese a no ser una potencia nuclear ni guardar dispositivos nucleares, España ha decidido no alinearse, eligiendo de facto ponerse al lado de los que apoyan la energía nuclear como arma destructiva. Quizás intenta seguir silenciando la tragedia rozada en 1966, cuando un bombardero estadounidense chocó con una cisterna haciendo caer cuatro bombas termonucleares en el área de Palomares. Dos de estas bombas impactaron contra el suelo y, rompiéndose, contaminaron con plutonio una enorme zona, sellando a la ciudad costera con el marchamo nuclear para siempre. A fecha de 2020, Estados Unidos aún no había cumplido el compromiso, acordado en 2015, de limpiar y rehabilitar el entorno de Palomares de residuos nucleares, mientras que la opacidad española sobre este asunto aún continúa, pues no se conoce el plan de rehabilitación de Palomares, sólo declaraciones a la prensa o ponencias en congresos internacionales.
Armas nucleares siempre mas poderosas y estados que se suman a los que las detentan, hacen que hoy en día la amenaza nuclear sea más verdadera que nunca. Esto se comprueba también en el Reloj del Apocalipsis del Boletín de Científicos Atómicos de la Universidad de Chicago, que mide el grado de amenaza nuclear, ambiental y tecnológica de la humanidad. Se trata de un reloj simbólico que desde 1947 usa la metáfora de la especie humana siempre a minutos de la medianoche, donde la medianoche representa la destrucción total de la humanidad. Para 2020 está a 100 segundos de la media noche, el riesgo más alto que ha existido hasta la actualidad. Nunca hemos estado tan cerca de una conflagración nuclear, que significaría una autodestrucción total, la extinción de la humanidad entera.
Eliminar las armas nucleares es algo urgente: el riesgo de catástrofe es una posibilidad intrínseca de estas armas. La única salida posible es el desarme internacional, y aunque el Tratado de Prohibición ahora vigente lo remarca claramente, quien debería firmarlo pretende no tener bolígrafos para hacerlo.
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