Miércoles, 17 de abril de 2024
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El milagro de los frigoríficos
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El milagro de los frigoríficos

Actualizado 01/03/2021
María Jesús Sánchez Oliva

En medio de esta pandemia que sigue empeñada en no dejarnos vivir en paz hemos recordado el 40 aniversario del 23-F. Sobra entrar en detalles, porque lo vivimos o porque nos lo han contado, todos conocemos los hechos. Seguramente no sabemos toda la verdad y hasta es posible que no la sepamos nunca, pero lo verdaderamente importante es que fue un rotundo fracaso, y en el recuerdo de los españoles solo quedaron unas horas de miedo, de angustia, de terror, pero, ¿a quién o a quiénes debemos agradecérselo?

Personalmente era demasiado joven para tener plena conciencia de lo que realmente nos estábamos jugando, incluso, como tantas personas de mi edad, me lo tomé un poco a broma. Aprovechando unas semanas de vacaciones por un traslado laboral de Alicante a Salamanca pasaba unos días en Navalmoral de la Mata (Cáceres). Por aquellos días, gracias a la Central Nuclear de Almaraz que estaba en pleno auge, los 7 días de la semana eran domingos en el municipio, y aquel lunes, un grupo de amigos, decidimos cenar fuera para después recorrer las discotecas hasta que nos echaran de ellas. ¿Qué demonios nos importaba a nosotros lo que estaba pasando en el Palacio de las Cortes? Pero todo cambió al filo de las 8 cuando fuimos a recoger a una de las amigas. Pegados a la radio como lapas su padre lloraba como un niño asustado por algo grave y su madre rezaba como si solo la intervención divina pudiera salvarnos de aquel peligro. Los padres de todos habían empezado a telefonearse unos a otros para que los primeros que nos localizaran nos mandaran a casa inmediatamente. Aunque hubiéramos querido desobedecer, de nada hubiera servido, sin que nadie lo ordenara se cerraron los bares, los restaurantes y las discotecas, las calles se quedaron vacías y solo cuando el rey apareció en televisión para asegurarnos con toda solemnidad que estaba totalmente en contra de los golpistas y defendería la recién estrenada Constitución por encima de todo empezaron a apagarse las luces.

A pesar de aquel mensaje de tranquilidad fue para todos una noche en vela. Unos recordaron el golpe de Estado de Argentina, otros no pudieron dejar de pensar en el de Chile, los mayores que me rodeaban, y seguramente todos los españoles de su edad, volvieron a vivir el del 18 de julio del 36. Aquella noche descubrí que aquella maldita guerra no la hicieron las ideas opuestas, los odios desatados, las ambiciones desenfrenadas, que también, la hizo, sobre todo, el hambre, aquel hambre de años que tenía los estómagos vacíos de pan y las cabezas llenas de desesperación. Y si esto era algo más que una opinión, estaba muy claro: los que mucho contribuyeron a que aquel 23 de febrero del 81 España no tuviera que desandar lo poco que llevaba andado hacia delante fueron los frigoríficos que en la mayoría de los hogares estaban llenos afortunadamente.

¡Ojalá nunca vuelvan a vaciarse!

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