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Sabemos quien mató a Hendrix
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Sabemos quien mató a Hendrix

Actualizado 25/02/2021
Valentín Martín

Mi hijo Rodrigo lo sabe. A mí los misterios - sobre todo los gozosos- me pillan ya muy a contrapié y descanyao. No me funciona la fotosíntesis nocturna y otras cosas elementales, así que como para dar de comer a la curiosidad.

Sólo sé que el legendario guitarrista fue otro cadáver a los 27 años. Y que murió desnudo. Si se ahogó en su propio vómito o lo mató una de sus novias llamada Mónika cambiándole las pastillas inglesas por alemanas, eso forma parte del enigma. Para mí, no para mi hijo Rodrigo que forma parte de esos escritores sin estruendos, lejos de entender la escritura como exhibición carnavalesca y proyección personal. Hombre, yo sé que la novia Mónika tenía tan mal carácter que o te suicidabas o te mataba, si no la mandabas al carajo antes.

Así que mis nietos me preguntan a mí las cosas del cole, y yo le pregunto a mi hijo todo lo importante. El mayor dice que tiene a la ley Celaa -con tantas interpretaciones perversas- de su parte. Primero porque lo han aclarado muy bien mis amigos Lola Álvarez Feito y Javier Batanero, y luego porque el primogénito me tiene más sublimado que la derecha a Cayetana Álvarez de Toledo antes de que se diesen cuenta de que estaba comiéndoles la tostada, la suya y la de ellos. Aparte de las barbaridades propias de una marquesa.

El primogénito le dice a todos: yo no tengo problemas, le pregunto a mi abuelo que sabe más que los libros. (He aquí un ejemplo de la mejor hipérbole, será porque es medio andaluz). Sabemos mucho a estas alturas, sí. Aunque quedan muchas entrañas por resolver.

Hace poco vi la serie The Crown porque sé que los ingleses al recrear la historia lo hacen mejor que nadie. Está muy bien que te pongan los primero planos de una operación de hígado y eso. Pero pasan los años, se mueren reyes, se van reyes tíos, y cuando quieres darte cuenta la reina Isabel anda por el siglo XX con sus hijos creciditos y no ha hecho el amor ni una sola vez. ¿Será que el Espíritu Santo es también muy anglicano? Bueno, ya se ha desquitado el resto de la familia, a quienes a ninguno le importa hacerlo en un sofá aunque esté sonando como música de fondo una canción de Hombres G.

Sabemos que el andaluz José Castro tiene 73 años, tres hijos abogados y una novia. Cuarenta y un años ha estado callado. Y ahora habla, porque ya sólo le puede tener miedo a su moto. Pasará a la historia como el primer juez que sentó en el banquillo a una infanta de la intocable casa real española. Y sabemos, porque él lo cuenta ahora, que se le fue viva la pieza. Como se le fue vivo el Patriarca a pesar de que él sabía que tanto el hijo como la hija jugaban el mismo juego del condenado que antes del juicio juraba por su honor. Ay, el honor monárquico. José Castro no se pregunta, como Jorge Manrique por la sangre de los godos, el linaje y la nobleza, porque sabe que son mentira.

¿Por qué el andaluz José Castro, traspasado a Mallorca, tan callado siempre, se ha vuelto tan locuaz? Nos ha jodío mayo, porque ya no pueden hacerle lo que le hicieron a dos compañeros suyos antes de él: expulsarlos de la carrera judicial en cuanto movieron un dedo para tocar lo intocable.

Sin embargo José Castro, ahora que sigue siendo andaluz pero no juez, sabe y dice con la tranquilidad de que ya no pueden pincharle las cuatro ruedas del coche que pusieron a su disposición cuando el largo juicio, que la huida del rey emérito estuvo en manos de cuatro personas, cuatro. ¿Quiénes? Hombre, hay que poner algo de nuestra parte, no vamos a dejar que nos lo haga todo un juez.

Jueces: María Luisa Marro (a quien tengo afecto y respeto como a una amiga) sabe lo difícil de su trabajo. Ella no llegó a saber lo que yo sé de aquellos jueces de antaño, que estaban al acecho para cuando publicases, mandarte el sobre ocre con la citación. No eran ellos, era Fraga.

Fraga se subió a un coche oficial en los años 50 y ya no se bajó nunca. Prestó tantos servicios a la dictadura que ya le llamaban "Don Manuel", lo mismo que durante un tiempo a Aznar (el que ganaba de calle en Castilla y León sólo con acercarse una tarde a jugar al dominó en el pueblo de Onésimo Redondo) las vírgenes de su partido le llamaban "Josemari" como al fundador del Opus.

La primera sentencia de muerte que firmó Fraga en un Consejo de Ministros fue la de Julián Grimau, el 20 de Abril de 1963. Al político comunista no pudieron salvarlo ni Juan XXIII, ni Sartre, ni Kennedy, ni Jruschov, entre otros muchos que intentaron evitar un juicio que, según su defensor Alejandro Rebollo era "una burla a la verdad" que vulneraba hasta las propias leyes ilegales del franquismo.

Julián Grimau, antes de ser juzgado, fue torturado y arrojado por una ventana (¿nos suena esa práctica de los 77 Billy el Niño que ahora mismo están cobrando una pensión extra pagada por todos nosotros?).

Fraga no sólo firmó, sino que diseñó una fabulosa campaña para justificar ese asesinato. Y después de firmar y firmar, él también se murió. Y tuvo un funeral de Estado.

Pero a lo que iba de saber o no saber. ¿Y qué más daba entonces? Yo una vez recogí el sobre ocre del juez, llamé a mi abogado, fuimos al juzgado para que el secretario judicial tomase nota y apuntó: "acusado de escándalo público". Mi abogado se intrigó. Y mira que habíamos ido veces que hasta el secretario judicial "era como de la familia". (Gracias, buen hombre, por tantos favores, algo pusimos nosotros también al ponernos en sus manos)).

-¿Pero qué has hecho, te has abierto la gabardina delante de un colegio de E.G.B.?

Al final se aclaró el porqué de esa llamada. Yo había escrito un artículo neutro y benigno, mencionando las muchas ventajas y menos inconvenientes que tenían las democracias parlamentarias occidentales. Sólo eso.

Entonces y ahora sabemos que Fraga oía o leía la palabra democracia y se le ponían los pelos de punta. Y te mandaba un sobre ocre a través de un juez. Porque aquellos jueces eran el tercer pilar de la dictadura, junto a la policía y el ejército.

Este capullo que firma hoy los probó los tres.

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