Nuevos resultados sobre los nacimientos en España; en este caso, los del año 2019. ¿Cree usted que mejorarán los del 2020?
Cada poco salen encuestas sobre los problemas que tenemos en España. Casi todos los problemas citados por los encuestados se refieren al presente. ¿No nos importa el futuro?
La cultura dominante pone el énfasis en el presente: "el carpe diem", como criterio para organizarse la vida. Personalmente considero que el pasado, presente y futuro están unidos. Nuestro "yo" biográfico lo sabe muy bien; y querer olvidarlo es un error.
¿Cuáles son para usted los grandes problemas del futuro en España? ¿Cree que deberíamos pensar más en futuro nuestro, el de nuestros hijos y el de la humanidad?
Los entendidos en demografía vienen señalando, desde hace años, uno de los problemas del futuro: Los nacimientos no dejan de disminuir en nuestro país. Nacen pocos y de madres cada vez mayores. ¿Es eso lo más razonable?
La tasa de fecundidad fue, en 2018, de 1.26; y ha bajado a 1,23 en 2019. El 2020 se espera más baja por el virus, la pobreza, el aumento del paro, ha habido menos bodas y más separaciones, menos reproducción asistida, etc.
Yo creo que no debemos desentendernos de los problemas del futuro, somos un eslabón en la historia de la humanidad. ¿Qué dirán de nosotros la generaciones próximas? Nuestros políticos piensan a corto plazo, muy ocupados en las próximas elecciones. Pero España tiene problemas graves; no podemos cruzarnos de brazos los ciudadanos, como espectadores de las disputas políticas.
Uno de los problemas futuros (además del paro, la deuda económica, el cambio climático, el sistema sanitario, el sistema educativo las pensiones, , etc.) es el demográfico. ¿Por qué nacen tan pocos españoles?
En primer lugar, hay causas económicas. Muchas personas en edad reproductiva están en paro, tienen contratos temporales o sueldos tan bajos que tienen dificultades para llegar a final de mes. La propia clase media está cada vez más en precario.
El campo está muy abandonado en muchas partes del país y hay un número importante de personas que, aun estando en paro, prefieren no trabajar en lo que podrían encontrar (por ejemplo, como temporeros en la agricdultura)
Estos problemas económicos afectan especialmente a los jóvenes y a las mujeres en edad fértil. Y a nuestros hijos y nietos que tendrán que pagar la deuda que no deja de crecer, a pesar de las ayudas europeas. ¿Cómo animarse a tener hijos con este panorama?
En segundo lugar, tenemos un problema de valores. La fecundidad ha pasado de ser casi una obligación a vivirla como una carga. Carga económica y social que lleva a muchas personas a no tener hijos, tenerlos más tarde o tener uno o dos.
Muchas personas tienen en cuenta que tener hijos les hace perder libertad, tiempo para viajar, divertirse, tener una vida social rica, etc. Están en su derecho. Pero hemos de recuperar el valor (no la obligación) de la fecundidad y el sistema de cuidados, para que siga habiendo personas dispuestas libremente a `apostar por dar vida"
En tercer lugar, bastantes jóvenes se sienten agobiados por la necesidad de seguir formándose, el deber de tener un buen currículum, etc. Se sienten presionados y posponen o renunciar a tener hijos
En cuarto lugar, la inestabilidad de las parejas y el aumento de separaciones, asociada a teorías e ideas postmodernas sobre los afectos sexuales (deseo, atracción y enamoramiento) y sociales (apego, amistad, sistema de cuidados (queremos ser cuidados, pero no cuidar) y generosidad.
En quinto lugar, la movilidad social y laboral, que provoca el alejamiento y la ruptura entre las tres generaciones (abuelos, padres, nietos). En el pasado las tres generaciones eran el seguro de vida para las personas: los abuelos ayudaban a los hijos y nietos, mientras podían, los hijos mayores ayudaban a los padres y a sus propios hijos, los hijos-nietos pequeños acababan trabajando con o para la familia y cuidando a los mayores-abuelos.
En las actualidad, esta solidaridad intergeneracional sigue siendo una realidad en muchas familias; pero cada vez hay más familias alejadas, desmembradas o que envían a sus padres a una residencia. Cada vez más, cada persona tiene que solucionar sus problemas por sí mismo o en pareja; ha perdido peso el clan familiar en el que era más fácil tener y cuidar a los hijos y abuelos.
Usted puede seguir señalando otras muchas causas.
Lo cierto es que la natalidad y la población, en España, la mantienen, en buena parte, los inmigrantes ilegales o ya españoles. Deberían ser bien venidos, con dos condiciones: a) Venir de forma regularizada, y b) Ser bien tratados, no explotados.
Necesitamos a los emigrantes por razones económicas y demográficas; y ellos también nos necesitan. Tenemos que establecer con ellos una alianza positiva. No es moralmente aceptable lo que está pasando con los que vienen en pateras, los que duermen en la calle y los que son explotados.
Necesitamos, por un lado, recuperar el valor de la fecundidad y crear condiciones más favorables para la maternidad y, por otro, ser más interculturales, superar el racismo y aprender a integrar a los emigrantes. No es fácil, pero algunos países como Canadá lo han conseguido de forma razonable. Es el futuro.
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