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Del legislador universal y los centinelas de la compasión
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Del legislador universal y los centinelas de la compasión

Actualizado 04/02/2021
Sagrario Rollán

Permítanme hoy que comience escribiendo de Kant, por aquello del imperativo categórico, que algunos eluden al tiempo que se escaquean de "el sablazo" de los impuestos, y otros no saben lo que hacen porque fueron sus "asesores los que le indicaron" adelantarse en la cola del pescado, digo de la vacuna?

Me refiero a las mil y una maneras de tratar de justificar lo injustificable, pues los niñatos youtuber se enriquecen a la sombra de aquel eslogan de yo no soy tonto, mientras que los políticos, objetos de su mofa, para eso tienen asesores, oiga usted, para que muevan ficha, y sálvese quien pueda en la carrera de la supervivencia, empujándolos a vacunarse contra todo protocolo.

En fin, volvamos al imperativo categórico. Ya saben, todo aquel rollo de la automía moral, actuar por el deber, la otra persona o prójimo como fin en sí mismo, etc. Y tanto rigor ¿para qué?, si en tiempos de pandemia esto no se lleva, parece que rige más bien lo de arrimar el ascua a su sardina.

Por si hubiera dudas, ya se encarga la ley de deseducación de turno de expulsar la ética y cualquier rastro de filosofía práctica de las aulas. Por favor, en tiempos de pandemia lavarse las manos, y de paso las conciencias.

Así que los yotubers hacen su agosto y su enero y sus risas. En una sociedad adocenada, y ahora abotargada, aun más si cabe, por efecto de los confinamientos, estos jóvenes talentos, ganan su vida envenenando las conciencias de los adolescentes aburridos, haciendo burlas y memes de lo divino y lo humano, elevando sus gracietas a nivel de juicios universales, mientras tiran la piedra y esconden la mano, o sea, escurren el bulto tributando fuera de España. A ver si yo voy a "donar", dice uno (oiga, que no es "donar", sino "tributar") la mitad de mi sueldo, que para eso me lo gano y trabajo duro.

Por otro lado los políticos, objetos de las burlas millonarias de estos prenda, se saltan la cola para vacunarse a toda prisa, por si llega el apocalipsis que nos pille vacunados. ¿Qué tal si todos los políticos hicieran lo mismo?, ¿qué tal si su máxima o norma de prioridad hubiera de convertirlos en legisladores universales?

El imperativo categórico va más allá de la pura legalidad o legalismo, nos invita a ponderar como debiera ser el comportamiento del ciudadano respecto al deber, pero claro, si a ellos "se la pela", porque para eso están los currantes de verdad que tributan: camioneros, médicos, enfermeras, maestros, etc., y tantos trabajadores esenciales, madres y padres de esos adolescentes desmotivados y pobrecitos aburridos, esos hijos indefensos e indolentes, pero con un arma arrojadiza entre los dedos para pulsar los like y los visionados que enriquecen a sus ídolos, que luego se largan a tributar... Es un círculo demencial, en el que la conducta reprochable, prepotente, interesada y hasta agresiva se convierte en modelo por la mala fe de los medios de comunicación que son sus voceros, y reproducen tal conducta indeseable y sus pseudojustificaciones hasta el infinito. Hace mucho que los medios olvidaron cualquier deontología profesional y hacen el juego a tales individuos: políticos infames y yotubers engreídos, mostrando sus contraejemplos de vida a tiempo y a destiempo.

Como no hay modelos, ni valores, ni conductas loables..., ¿qué emular?

Ah sí, que se me olvidaba. Ahí tienen ustedes a los centinelas de la compasión, esos jóvenes voluntarios a veces, otras educadores sociales, que en lo más crudo del temporal, en las gélidas noches de este invierno, salen a pasear nuestras calles, aquí y en otras ciudades, para acompañar, ofrecer un café caliente, una manta, una sonrisa, afecto y compañía a tanta soledad invisible, que ya no sabemos ni donde se esconde, porque les han cerrado los cajeros.

Estos sí actúan, seguramente, bajo un imperativo absoluto, categórico e innegociable de humanidad sin exclusión, sin miramientos, sin temor al contagio. A estos sí, quizá les alcanzó una clase de ética en donde su profesor de filosofía (especie a extinguir) les explicó la máxima de Kant: actúa de manera que trates a la humanidad, en tí mismo y en los otros como un fin, nunca como un medio, que la reverencies con respeto, de tal modo que el indicador de tu acción se pudiera convertir en máxima universal. Y claro que si estos centinelas de la compasión fueran el supremo, riguroso y desinteresado legislador universal, las cosas irían de otra manera.

Pero, ¿por qué, me pregunto perpleja, los comportamientos de estos jóvenes no se publicitan ni se difunden?, ¿por qué no se les presta atención en los medios? Ah, que son de una secta, iglesia, ong, ah, que no son trending topic, ah, por eso...

Pero ¿qué hilos siniestros mueven el cuarto poder en tiempos de globalización para hacernos mirar del otro lado, de lado del egoísmo, la desvergüenza, la insensatez, los ojos vueltos hacia lo más oscuro, fascinados por las sombras de caverna platónica?

Tributando fuera de nuestro pais, se arrastra y precipita el desmantelamiento de nuestros servicios públicos; poniéndose el primero en la cola de la vacunación se desprecian las vidas más frágiles y se vulneran los derechos de los más desprotegidos. Pero, ignorando en los medios noticiables a los centinelas de la compasión y otros ciudadanos como ellos, serviciales, diligentes y esforzados, se va minando la moral de la sociedad, se va expandiendo por todo el cuerpo de la comunidad el cáncer del egoísmo y la amargura. El ciudadano de a pie no sabe a dónde dirigirse ni cómo para curar y enderezar su vida dañada por la pandemia. Una sociedad sin valores, sin compasión, sin objetivos comunitarios se empobrece y se degrada material y espiritualmente. Estos comportamientos desvergonzados y su eco machacón y amplificado en los medios (¿neutrales, acríticos, objetivos?) alimentan el malestar en la cultura, la desafección por la politica, el enganche compulsivo a la asepsia engañosa de las pantallas digitales. Insensiblemente se entra en una estado de anomia del que será muy difícil remontar, porque si hemos de vivir de subsidios monetarios y tutelados moralmente como súbditos, ¿quién construirá la polis y sustentará el vigor ilusionante de la democracia?

Si no somos capaces de pensar y decidir con autonomía y generosidad, ¿cómo saldremos del marasmo en el que el covid nos va hundiendo, esta desnutrición moral, esta falta de apetito, más allá del golosineo de las redes?

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