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Vacunas para todos
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Vacunas para todos

Actualizado 25/01/2021
Antonio Matilla

Vacunas para todos | Imagen 1

Me tienen un poco descolocado la dimisión del JEMAD, Teniente General Villarroya y el cese fulminante del oficial de enlace de la Guardia Civil por haberse vacunado contra la Covid-19. Me descoloca porque los militares de carrera llevan en el ADN los protocolos y me extraña que se los hayan saltado así por las buenas; otra cosa es que hayan caído inconscientemente en una trampa saducea o florentina típica de la enrevesada política que también se da en las democracias de tronío. Que se hayan vacunado alcaldes y concejales no me extraña tanto. Malo es, en todo caso, que se meta la política en asuntos sanitarios, porque tiene esto mucha pinta de haberse generado víctimas colaterales en peleas entre ministros rivales.

Desdiciéndome en parte a mí mismo, creo que la vacunación contra la Covid-19 es una cuestión de alta política, tanto nacional como internacional, porque se trata del bien común, mal que les pese a los negacionistas que se manifestaron ayer en Madrid.

En el ámbito nacional hay distintas opciones según cada estado-nación y dependiendo de las circunstancias pandémicas que atraviese cada uno. Unos empiezan por las personas mayores internas en residencias, como es el caso español, lo que es un reconocimiento implícito de la mala o nula gestión de los vicepresidentes encargados y de sus obligados sucesores ?a falta de jefe nacional buenas son tortas-, los Consejeros de Sanidad de las Comunidades Autónomas; siguen por los sanitarios, en algunos países o comunidades sin distinguir entre la Sanidad pública y la privada y en otros distinguiéndolos.

En otros países llevan otro orden diferente. Lo importante es que el orden se respete, porque en democracia las formas son esenciales y saltarse las formas es la punta del iceberg de que nos estamos saltando a la torera, por debajo del arco de nuestros caprichos individualistas, los valores, que son el cuerpo mollar y que, como parecen estar ocultos bajo el agua mediática de la propaganda, algunos creen que ya no están vigentes.

Mal que bien, con picarescas made in Spain o con saltos sobre el protocolo, confío en que la promesa del Presidente del Gobierno se cumplirá y, para el verano ?él dice que al principio, yo sospecho que más bien al final- más del setenta por ciento de la población estaremos vacunados, lo que supondrá un freno al virus DENTRO de nuestras fronteras nacionales y autonómicas. Para que se cumpla la predicción presidencial y no la mía deberán participar muy activamente también la Sanidad privada y la militar.

Y digo "dentro de nuestras fronteras" porque, en una conversación mantenida recientemente con una voluntaria de Manos Unidas, nos planteábamos qué iba a pasar con la vacunación anti Covid-19 en los países más pobres o entre las capas más bajas de nuestra propia población de países ricos. El Papa Francisco, muy en su línea, insiste en la necesidad de que los países ricos y las instituciones internacionales nos esforcemos en que las vacunas lleguen al último rincón de los más pobres entre los pobres.

A proceder así nos obliga el ser fieles al valor de la solidaridad y el estar antropológica y políticamente convencidos de que cualquier persona tiene la misma carga de dignidad y detenta los mismos derechos que otra. Desde luego los cristianos lo tenemos claro por la introyección de los valores evangélicos y la interiorización de la Doctrina Social de la Iglesia. Desde otras bases meramente humanistas se puede llegar a la misma conclusión y casi todos los ciudadanos estaremos de acuerdo en ello.

Pero resulta que, además, esta pandemia nos está obligando a reconocer que hay razones científicas que podrían ser apoyadas desde una perspectiva meramente individualista e, incluso, egoísta, inteligentemente egoísta. Intentaré explicarme: la Covid-19 es una pandemia globalizada y, para resolverla y para conseguir que no ocasione tantas víctimas como la mal llamada gripe española de hace un siglo, y muchos más efectos económicos perversos que aquella, por el carácter mucho más global de la situación actual del mundo, es imprescindible que lleguemos a la mayor brevedad posible, a la vacunación de, al menos, el 70% de la Humanidad porque, de lo contrario, la epidemia seguirá año tras año entre nosotros, con rebrotes continuos.

A ver, capacidad científica tenemos ?se ha demostrado por el esfuerzo global compartido entre la mayoría de los científicos-, también tenemos capacidad industrial de fabricación de las múltiples vacunas, a medida que se vaya demostrando su idoneidad y vayan siendo progresivamente aprobadas por la OMS y por las Agencias de medicamentos. También tenemos capacidad económica, como están demostrando las diversas empresas farmacéuticas en competición y los ingentes dineros destinados por los Gobiernos nacionales.

Las preguntas son: ¿tenemos capacidad política para pensar en el bien común de la Humanidad? ¿Estarán los países, o uniones de países, líderes mundiales dispuestos a esforzarse por dejar a un lado sus intereses políticos o económicos o ideológicos para pensar con criterios de bien común? Si no alcanzamos a vacunar al último paciente de la última selva o del último desierto, no venceremos la pandemia o esta se cronificará entre nosotros. El Reino de España ya demostró, hace más de doscientos años, desde 1803 a 1814, en la "Real Expedición Filantrópica de la vacuna", que se podía vencer al virus de la viruela. Los valores que animaron aquella proeza sanitaria y humanitaria son válidos hoy en día.

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