No tenemos remedio. Siempre que, en la sociedad española, hay algo que repartir, que dar, que poner (como, en este caso, las vacunas anti covid-19), surgen los ventajistas, los pícaros, los que se pasan de listos, los que se saltan la fila, el orden civilizado, y buscan vacunarse antes que los demás, ellos y los suyos.
Porque, entre nosotros, hay un mal endémico, al que no le ponemos remedio ni al que damos solución. En lugar de la equidad, la valía, los méritos, la preparación, buscamos el enchufe en todo, en el acceso a los trabajos, a las vacunas? o a lo que haya de ser.
Por ello somos una sociedad que nunca accede a la modernidad plena, a esa sociedad marcada por la razón, por la lógica, por el bien común, que, en toda Europa, aparece con la ilustración dieciochesca y la revolución francesa la da a luz, configurando el estado moderno, con la división de poderes. Nacen de tal perspectiva los derechos humanos, los derechos civiles, que Europa aporta al mundo.
Es la lógica, ya anunciada y planteada por el renacimiento, de la dignidad de la persona humana, del humanismo, con todo lo que supone de liberación para el ser humano y de modernización para un tipo de sociedad que pasa de la 'auctoritas' divina al ser humano como medida de todas las cosas.
Pero aquí nos quedamos en la España cañí. En ese 'culillo' de liquido que queda en el fondo de la jeringuilla; en ese no gustarnos las vacunas, pero nos las ponemos antes que nadie ?nosotros y los nuestros?, saltándonos todos los protocolos. El caso es colarse, adquirir la ventaja, y a los demás que los parta un rayo.
Menos mal que, también ?y ahí nos salvamos todos?, el honrado pueblo soberano no se salta las filas, no se cuela, no busca atajos ni ventajismos, sino que respeta las reglas?, y quita la nieve de las calles y escuelas y hospitales, cuando autoridades ineptas son incapaces de hacerlo.
Y es ahí, en esos gestos de la gente anónima, de esa ciudadanía, intrahistórica y unamuniana, que sufre la historia, que respeta la lógica del bien común, que cuida y defiende lo público?, es ahí donde todos adquirimos sentido, donde nos dignificamos, porque esas actitudes nos humanizan y nos dignifican, desbrozan el camino hacia la luz, a ese territorio que pertenece a todos, donde la vida ?seguimos con el 'dictum' lorquiano? es buena y noble y sagrada.
Frente a tan malos ejemplos de los ventajistas (y los hay de todos tipos, tanto entre tirios como entre troyanos).
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