Existen numerosos indicios de certezas que llegan a facilitar el diagnóstico de la situación por la que atraviesa Gaia
De un tiempo acá vamos dando tropiezos de confusión en confusión sin lograr entender nada de nada. O casi. Sin embargo, tenemos el derecho natural a conocer la realidad en que vivimos, pese a que llevamos meses, años, ¿décadas?, confesando nuestros malestares, miedos y traumas. Hemos devenido en una especie enteramente gangosa e incierta, que no es capaz de encontrar cuál debiera ser su norte y guía tanto a nivel individual como comunitario. Desde que el relativismo: ideológico, sociológico, antropológico, ético y hasta moral se puso de moda so pretexto de mejorar el nivel de confort físico-psíquico de las clases medias, la humanidad va de traspiés en traspiés, camino de no sé cuál abismo. Las noticias que a diario nos traslada por distintos medios el periodismo profesional nos desconciertan, dado el estrecho, restringido y reiterativo ámbito semántico al que quedan reducidas, y las provenientes de esas 'redes sociales' ?uff, menudo sintagma-, resultan tan inverosímiles como irresponsables. ¿En tal mundo vivimos? No: sobrevivimos, que no es igual. Tener que someter nuestra travesía vital a las aguas revueltas de una mar tan embravecida resulta a todas luces espeluznante. ¿A qué tabla de salvación agarrarse sin peligrar en el intento? Valgámonos de algún ejemplo.
Nuestra escritora coetánea Irene Vallejo en su brillante y exitoso ensayo El infinito en un junco, además de efectuar una rigurosa trazabilidad del libro y la lectura desde sus orígenes, a menudo establece meandros para rescatar aportaciones de escritores clásicos, helenos y romanos sobre todo, cuyos fragmentos de obras escritas sobre frágiles soportes de papiro, arcilla cocida y similares cuyos restos han logrado superar las múltiples adversidades de un viaje hasta nuestros días, han llegado con chispazos entrecortados de mensajes válidos para orientar en el confusionismo actual dentro del que nos hallamos inmersos. Así las balsámicas palabras de Eurípides que la autora traduce: "No desperdicies lágrimas frescas en dolores pasados". Ciertamente, existen numerosos indicios de certezas que llegan a facilitar el diagnóstico de la situación por la que atraviesa Gaia, nuestro 'Planeta viviente'. Solo que una parte de la humanidad no quiere escucharlo, y mucho menos contribuir a evitar los perniciosos efectos a medio-largo plazo, so pena de ver recortados sus desmesurados beneficios. ¿Qué puede hacer el ciudadano de a pie ante tal situación? ¿Cruzarse de brazos o introducir sus manos en los bolsillos? Nunca.
Desde la insurgencia cívica, estamos ética y moralmente legitimados para entonar coralmente el "No, diguem no" que el cantautor Raimon popularizó frente a la dictadura franquista. Y para que no sepulte nuestros gritos la cobardía, la pereza o el abatimiento ante los fracasos parciales, siempre nos queda acudir a la luminosa y orientadora voz de los clásicos: "Fortis imaginatio generat casum" (Una fuerte imaginación produce el acontecimiento) advierte M. de Montaigne, así como rememorando una idea de Blaise Pascal: las personas debemos tener la flexibilidad física y mental del "roseau pensant" (junco pensante), para adaptar nuestro ánimo a cada circunstancia que nos plantee el destino: Covid-19 incluido.