Juan Carlos Sánchez Gómez escribe un artículo de despedida del sociólogo Javier Alonso Torrens
Eternamente agradecidos porque supo descubrir
la herencia impagable del Seminario san Cayetano de Ciudad Rodrigo.
El 14 de junio de 2017 escribí un largo artículo sobre Javier Alonso, con motivo del merecido homenaje que Caritas de Ciudad Rodrigo le ofreció en Ciudad Rodrigo (véase en este link: https://salamancartvaldia.es/not/151983/javier-alonso-torrens-pasion-tierra/?fbclid=IwAR3qN2hf9qf33J7G2R9rFTIin0grvRExskiBDIW-kaP6aRdUkIpYMSLvq_U ). Aquél homenaje reconocía la trayectoria de Javier Alonso Torrens y su colaboración con Caritas de Ciudad Rodrigo. Han pasado ya tres años y medio. Tempus fugit.
Terminaba entonces el artículo diciendo: "Gracias por tu voz. Esperamos contar con ella mucho tiempo, deseamos que la tuya siga siendo una voz de esperanza para los que no cuentan más que en estadísticas de exclusión o pobreza. Felicito a Caritas de Ciudad Rodrigo por esta iniciativa".
Y ahora Javier se nos ha muerto, tras una larga enfermedad. Su voz valiente y firme se ha ido apagando a lo largo de los meses. Nos vamos quedando sin voces defensoras como la suya. No hace dos meses se nos marchó D. Nicolás Martín Matías, ya le echamos de menos, con su opinión sincera y humilde, ahora que recordamos su buen hacer cuando la continuidad episcopal de 2003.
Aquel 14 de junio, al repasar la trayectoria de Javier Alonso, quedaban pendientes muchos asuntos para resaltar su figura, allí donde su aportación, colaboración e inspiración fueron claves en los acontecimientos del 250 Aniversario del Seminario Diocesano de Ciudad Rodrigo. No pudo disfrutar de todo lo que organizamos, se quedó como Moisés sin entrar en la tierra prometida. Llevaba años acumulando materiales sobre los antiguos alumnos del Seminario y sobre la aportación del san Cayetano a la promoción de tantos alumnos y al futuro de esta tierra. Cientos de horas, acaso miles, cientos de páginas escritas, de separatas, de semblanzas de decenas de alumnos. Con qué ilusión hablaba de los diferentes perfiles de los alumnos salidos del seminario: obispos, párrocos, sacerdotes ilustres, misioneros, juristas, artistas, toreros, agricultores y ganaderos, artesanos, profesores y maestros, investigadores y profesores de universidad, científicos, médicos, enfermeros, inspectores de policía, funcionarios de prisiones, guardias civiles, militares, especialistas en finanzas, inspectores de hacienda, literatos, escritores, actores, etc. Todo era un torrente de vida cuando iba contándonos las agrupaciones de sus separatas. Su ordenador echaba fuego, estaba petado de informes y de tantas cosas. Cuando organizamos las Jornadas de preparación previa a los actos del Año del 250 Aniversario, él tenía una aportación importante en ese primer día, lo recuerdo bien, era el 14 de junio de 2018. Su intervención la hizo on line, por skype, ya no se atrevía a avenir. Aquellas jornadas salieron estupendas. Como no hay gloria sin cruz, al día siguiente conocimos la noticia de la marcha de D. Raúl Berzosa. El resto de la historia ya la conocen los lectores. Por entonces había empezado Javier a decaer, pero aún no sabíamos que ese calvario duraría dos años y medio. Siguió de cerca todos los acontecimientos del Seminario hasta llegar al año del 250 Aniversario, el 2019, que culminó con el Congreso Duc in altum. El Seminario san Cayetano. Pasado, presente y futuro, del 26 al 29 de noviembre de 2019. Su colaboración, ya en forma de comunicación, fue leída por Anselmo Matilla, rector del Seminario y secretario del Congreso. No pudo disfrutar de la exposición de Jerónimo Prieto, ni de la exposición Gracias, ni de todos los acontecimientos del 250 aniversario. Pero estuvo presente siempre. El seminario le estará muy agradecido. El archivo académico que pudo digitalizarse a lo largo de este tiempo, un sueño cumplido de Javier Alonso, nos dio datos valiosos para comprender la enorme herencia recibida del Seminario san Cayetano. Nuestra diócesis y nuestra tierra no habrían tenido a tanta gente tan bien preparada sin su seminario. Javier los sabía y lo quiso valorar en su justa medida. Nunca podré olvidar las larguísimas conversaciones con él en el refectorio de los formadores.
De todo esto y de muchas cosas más nos quedará el recuerdo del que fue un brillante alumno, un incisivo profesor (aunque por poco tiempo) un sacerdote defensor del concilio Vaticano II, luego un sociólogo reputado y pionero, un defensor de los excluidos y de los pobres y descartados en sus muchas formas. Nos quedan sus estudios, informes, análisis, su entusiasmo, su pasión, su cariño. Era amigos de sus amigos y como crítico, era lúcido y valiente.
Siempre tuvimos en Javier Alonso a un defensor de nuestra pequeña diócesis, de sus instituciones, de su condición rayana. Ya echamos de menos, también, su voz; nos parece imposible no contar con su palabra, que habría sido de defensa de esta tierra acostumbrada a los expolios y a los despojos. Habría sumado su pluma ágil y directa a la de aquellos que hoy escriben en los medios para que se nombre obispo propio y titular.
Deseamos que contemple ya desde el cielo nuestro suelo, que las estadísticas, que aquí abajo, tantas veces salían tan desfavorables para los pobres, desde allí arriba le salgan mejor proporcionadas. Descansa, amigo y luchador, descansa ya de la faena. Aquí queda tu familia, a la que estrechamos con nuestro cariño y nuestro agradecimiento; aquí queda la semilla viva de tu amor ardiente a esta tierra, la tuya, la que te dio raíces y alas, en la que viviste alegrías y tristezas. Aquí quedamos tus amigos. Menos mal que te homenajeamos en vida, y escribí de ti, en vida, Dios nos libre del día de las alabanzas, porque si no, este artículo podría sonar a palabras bonitas con motivo de tu muerte. Y sí, te has muerto, pero lo que te decimos ahora ya te los hemos dicho antes, y los hombres como tú no se muren nunca, cada vez que hagamos análisis o pensemos en los antiguos alumnos de nuestro Seminario, vendrás como ave mensajera a nuestra cabeza, a nuestros labios, a nuestro corazón. Gracias, Javier. Estamos en deuda contigo.
Juan Carlos Sánchez Gómez
Fuenteguinaldo a 17 de enero de 2021