Escucho estos días a muchos cristianos quejarse del Gobierno, sobre todo de las recientes aprobaciones, aún provisionales, de la Ley de Educación (LOMLOE) y de la llamada Ley de Eutanasia. También se quejaron, nos quejamos, en su día del ninguneo a la clase de Religión y, lo que es más importante, de la Ley del aborto (¿o era interrupción del embarazo?) y de la Ley del divorcio. Vaya por delante que los cristianos, como cualquier otro ciudadano tenemos derecho a opinar, a expresarnos, a manifestarnos de modo legal y pacífico, a ejercer nuestro voto en el sentido que la libertad de conciencia nos dicte y a ir a los tribunales, que para eso están y no sería la primera vez; si los jueces siguen conservando su independencia, que tienen riesgo de que se la aminoren.
Dicho lo cual, me sale de dentro decir lo siguiente: los cristianos debemos dedicarnos, en primer lugar, a vivir el Evangelio en nuestro interior, en nuestras familias y, en la medida de nuestras posibilidades, contagiarlo a la sociedad, a la cultura, a la economía y a la política (según los últimos Papas, la caridad política es muy importante) . Vamos, que sin perder el derecho a la denuncia profética contra lo que nos parece malo, después de haber hecho un buen discernimiento, tenemos sobre todo que intentar construir lo bueno y poner nuestro granito de arena para lograr el bien común, que tiene algo que ver con el interés general, pero no es lo mismo, es más. Es posible, o mejor, es casi seguro, que los cristianos seamos minoría en una sociedad como la nuestra, pluralista y cada vez más secularizada, pero en un sistema democrático digno de tal nombre las minorías son muy importantes y que puedan expresarse e influir en la vida pública es garantía de democracia; lo contrario sería signo evidente de que nuestra democracia está enferma o de que los totalitarismos intentan volver por sus fueros. Me salen estos ejemplos, pero hay otros muchos:
- A pesar del aborto siguen naciendo niños y este año, pandemia incluida, hemos tenido muchos bautizos. Este año, también, la imposibilidad de tener una catequesis presencial en muchos momentos, ha motivado a muchos padres jóvenes a ejercer lo que son: los primeros y mejores catequistas de sus hijos.
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- Soy testigo de que muchas parejas han estado luchando a brazo partido contra la pandemia para poder celebrar su proyectada boda, unos por la Iglesia ?por "lo criminal" dicen algunos en plan de broma- y la mayoría "por lo civil". Docenas de bodas hemos tenido que cambiar de fecha para el 2021, a la espera de que la pandemia vaya diluyéndose. O sea, que sigue habiendo jóvenes que quieren vivir su relación de pareja inspirados y movidos por el amor de Dios hecho sacramento. Y aunque es verdad que el confinamiento ha roto muchas parejas, es lo cierto también que hemos celebrado muchas Bodas de Oro, con restricciones para la presencia física, pero no para seguir amándose, muestra fehaciente de que "el amor no dura"?¿O sí?
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- Han fallecido muchos de nuestros mayores a causa del maldito SARS-CoV2, pero muchas familias se han esforzado para no contagiar a los suyos sin dejar de ayudarles y estar pendientes de ellos. Y los mayores han demostrado una resistencia espiritual y anímica encomiables, entrenados como están de haber superado ene crisis en su vida. Cuentan para ello con un instrumento legal interesante, la Ley de Dependencia, que a mi modo de ver se está aplicando con demasiadas deficiencias. En el caso concreto de mi familia, durante diez años estuvimos ayudando a una de mis tías y, aprobada la Ley de Dependencia, solicitamos ayuda?que nos llegó para los últimos quince días de su vida. Llegó, además, después de su fallecimiento. Armado con la carta de concesión y un certificado de defunción, se los arrojé al funcionario encima de su mesa, alterando así, levemente, su orden impoluto. Me temo que nuestro caso no fue ni es único. Una pregunta: ¿en qué proporción han aumentado durante los últimos seis años las plazas en las residencias públicas de mayores?
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- ¿Pasará en Guarda o en Miranda do Douro (ciudades de Portugal próximas a nosotros) lo que lleva años pasando en la ciudad alemana de Bocholt, donde muchos ancianos holandeses van a pasar sus últimos días a 4 kilómetros dentro de Alemania, para huir de la facilidad y del abuso de la eutanasia en Holanda? Al loro. El tiempo lo dirá. Mientras tanto la pandemia se ha encargado de implantar la muerte a su antojo, sin cuidados paliativos ni eutanasia, ni ná, por las bravas?¿70.000 fallecidos? Como no hay mal que por bien no venga, eso supone más de un 0,5% de ahorro en pensiones. Parece poco, pero es muchísimo dinero, más de 400 millones de euros (500?/mes x 14 pagas x 70.000 fallecidos = ¿?). Cálculo conservador, pero que incide en el título: en esta pandemia, como siempre, los pobres malviven y malmueren. ¿Cuánto dinero ahorrará la eutanasia al no tener que gastar en cuidados paliativos ni en pensiones de esos enfermos? Si no somos capaces de cuidar a los más frágiles, entonces es que somos una sociedad débil y enferma.
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- La diócesis de Salamanca no es de las más ricas de España, al contrario. Durante la pandemia ha creado un fondo social que imagino ya estará agotado o casi. También sé, de algunos soy testigo, que ha habido muchos e importantes donativos particulares para los pobres. Dicen las noticias que 1.420 expedientes del Ingreso Mínimo Vital se han resuelto favorablemente en Salamanca y ese mismo número de familias ?unos 3.500 beneficiarios en total- empezarán a cobrarlo este mismo mes?cuando llevamos más de nueve meses de pandemia y las tres cuartas partes de los expedientes siguen sin resolverse. Por su parte, los ERTE tienen fecha de caducidad y ya veremos hasta qué punto aumenta el paro.
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La conclusión provisional es que, una vez más, los pobres son los que malviven y malmueren. Pero supongo que esto no entra en la verdad oficial de la propaganda gubernamental.
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