¡Felices Fiestas! Ese es mi deseo en forma de Esperanza: que todos ustedes tengan unas Felices Fiestas Navideñas, dentro de lo que cabe esperar en medio de una pandemia tan persistente y oscura como la que tenemos encima y que ha teñido de luto muchos hogares, llevándose por delante de forma brusca a seres queridos que ya solo podrán estar presentes en el recuerdo y en el corazón de familiares y amigos.
Lamentablemente el virus ni necesita ni toma descanso. La Covid-19 no tiene vacaciones ni respeto alguno, tampoco en Navidad. Consecuentemente, nosotros tampoco podremos bajar la guardia ni disfrutar de unas vacaciones navideñas a la antigua usanza, tal y como quisiéramos. Necesariamente han de ser unas Navidades distintas, marcadas por el sufrimiento, el dolor, el miedo y el temor a ser infectados.
Llegamos a las puertas de las Fiestas Navideñas con el gran problema de tener una alta tasa de transmisión comunitaria del virus. Cuando se escriben estas líneas, la incidencia en España asciende a 201,96 casos diagnosticados por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días, aunque con diferencias significativas según comunidades autónomas y municipios. En el conjunto del total de la pandemia desde que se detectó el primer caso el 31 de enero, ha sido alcanzada por el coronavirus el 10% de la población, uno de cada 10 ciudadanos.
El plan para Navidad, establecido por las autoridades en plena caída de la pandemia, se ha quedado desfasado por el avance de los contagios. Todo parece indicar que es insuficiente y que no daría el resultado buscado. Habría que pensar en un nuevo plan más restrictivo en general, manteniendo la posibilidad de una cierta pero limitada adaptación por las Comunidades Autónomas, según el contexto epidemiológico de sus respectivos territorios, para no penalizar en exceso allí donde no haga falta. Flexibilizar las medidas para que estas Navidades puedan reunirse familiares en grupos mayores, es un gran riesgo de cara a una tercera ola.
Este año toca pasar las Navidades de otra forma. Toca sacrificarnos y no poder estar disfrutándolas junto con toda la familia. Eso habrá que pasarlo por alto y emplazarnos al año que viene. Unas Navidades con menos restricciones provocarían más infecciones, dolor y muerte. Tenemos a las puertas la tercera ola de la pandemia y sin esos sacrificios nos golpeará duramente. Algunos expertos piden directamente la cancelación de las Fiestas Navideñas ante el aumento de la tasa del virus, o celebrarse únicamente con el núcleo de convivencia habitual, sin desplazamientos. Tenemos evidencias suficientes como para saber que cuando se levantan las restricciones la gente se echa a la calle, se desplaza, viaja y a los pocos días viene el incremento de infecciones por coronavirus.
Además, esa tercera ola coincidiría con el inicio de la campaña de vacunación prevista y vendría a dificultar su puesta en marcha, debido a los recursos sanitarios necesarios que han de aplicarla. Vacunar en plena pandemia podría provocar o crear la sensación en la población de que la vacuna no fuera lo suficientemente efectiva.
Aunque lamentablemente ya estamos acostumbrados, una vez más llama la atención el ambiente crispado y de bronca en el que se ha instalado la clase política. En el último pleno del Congreso de los Diputados, celebrado el pasado día 16, para tratar el estado de alarma, la evolución de la pandemia y sus implicaciones en las familias y en la economía del país, se habló de todo menos centrarse en lo que era el orden del día y sin concretar nada. Solo destacaron palabras gruesas, malsonantes, insultos, parodias, mentiras, algarabías y gritos en las bancadas.
Céntrense señorías, céntrense en lo que es de interés cuando no necesidad para la ciudadanía, que estamos en medio de una pandemia que trae muerte y sufrimiento. Históricamente, las pandemias son generadoras de cambios. No parece que esta haya generado ningún cambio positivo en la mayoría de nuestra clase política, desde la perspectiva de tener sentido de Estado. Aunque la ciudadanía lo viene pidiendo, no levantamos cabeza. El discurso de los partidos y el debate político está tomando unos tintes preocupantes de división y enfrentamiento. Hace falta más empatía por parte de los políticos con los ciudadanos, sus necesidades y preocupaciones.
El último barómetro de opinión pública elaborado por el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) sobre la percepción ciudadana con respecto a la pandemia, pone de manifiesto que el 66% de la población se siente afectada en su vida personal y un 73% muy afectados en la vida social. En torno al 50% dice ir más allá de las restricciones impuestas, un 30% sale lo mínimo de casa y un 5% no sale nada. Tomen nota señorías de esta preocupación ciudadana.
Todos tenemos una parte de responsabilidad en la evolución de la pandemia. Asumamos cada uno la nuestra. Que la Navidad nos fortalezca la Esperanza de que esto acabe cuanto antes. ¡Felices Fiestas, Felicidad!
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