La preocupación por el desarrollo económico y social a lo largo de la historia ha sido una constante, aunque es a partir de la Segunda Guerra Mundial cuando se toman más en cuenta las teorías del desarrollo, principalmente vinculada al crecimiento económico. Pero los procesos de modernización traspasan los aspectos económicos y de una forma multidisciplinar integran lo social, cultural, ambiental y político, además de la economía y otras disciplinas. Por tanto, la modernización de un país depende de muchos factores.
Sin ánimo de alejarnos mucho en el tiempo, estoy pensando en esa España tradicional del siglo XIX, predominantemente agraria y rural que compartía un pequeño sector capitalista urbano, dedicado a la industria incipiente y al comercio, relacionado con el capitalismo internacional a través de inversiones. Ambos sectores coexistían con una mínima relación entre ambos. No se dio ni la revolución agraria ni la revolución industrial propiamente dicha, sino que tardíamente, allá por 1830, comenzó un tímido proceso industrializador. Seguíamos pues con una renta per cápita bajísima y una tremenda desigualdad social, quedándonos muy atrás con respecto de otros países europeos.
Afortunadamente esos retrasos del pasado se fueron resolviendo. El ancestral problema agrario basado en la propiedad de la tierra por unos pocos y los bajos rendimientos, consecuencia de la trilogía clásica del trigo, la vid y el olivo, se fue superando con las leguminosas y el sector hortofrutícola. Y aunque todavía quedan fincas manifiestamente mejorables en su rendimiento, el sector primario español y su producción agrícola ya resultan competitivos.
Perdimos el tren de la revolución industrial y hasta bien entrado el siglo XX la industria española no fue considerada, aunque falta por modernizar el sistema productivo. Se añadió el desarrollo del tercer sector con los servicios y especialmente el del turismo, alcanzando en la década de los sesenta un desarrollo económico que alumbraba una cierta luz, camino de la puesta al día.
La llegada de la democracia en la década de los setenta y el asentamiento de la misma, vino a dar estabilidad a las instituciones y libertad a los ciudadanos como sujetos de pleno derecho. Acabando así con siglos de sucesivas asonadas y golpes de estado. Afortunadamente, el mundo castrense y los militares que lo componen, gozan hoy de un alto prestigio en sus misiones internacionales, están completamente integrados y reconocidos en la sociedad a la que sirven y se encuentran en la vanguardia de la lucha frente a las emergencias y las pandemias.
El asunto clerical o religioso, con tanto poder e influencia en algunos tiempos y tan polémico en otros, perece compartir una convivencia en paz con la ciudadanía, formando parte de la misma y a la que presta sus servicios de acuerdo con las reglas democráticas, con algunos aspectos pendientes.
El desarrollo de vías de comunicación e infraestructuras terrestres como la red de autopistas y autovías, junto con las del ferrocarril de alta velocidad, vinieron a contribuir a la articulación y modernización del país.
Quedan por resolver dos cuestiones fundamentales que vienen del pasado: la estructura territorial con el asunto vasco y catalán y la cuestión pedagógica o de educación. España necesita una revolución pedagógica que siente las bases para el futuro del país y de sus ciudadanos.
Además de la resolución de esas dos cuestiones pendientes, la modernización de España ha de contemplar y llevar a cabo dos transformaciones de la economía y su oportuna adaptación social: la transformación digital o también llamada digitalización y la transformación medioambiental o verde. Además de la robotización industrial, apostar por la salud, la calidad en el turismo y la inteligencia artificial. Teniendo en cuenta la contribución de las tecnologías de la información y la comunicación para la modernización acelerada y con un papel estratégico en el proceso de competitividad.
La ciencia y la innovación son la madre de todo desarrollo. La inversión que hace España en investigación, desarrollo e innovación (I+D+I) es del 1,20% del Producto Interior Bruto (PIB), frente al 2,7% de media de la Unión Europea. Es preciso incrementar tanto la inversión pública como privada en investigación y desarrollo, para reducir esa brecha que cercena nuestro desarrollo económico y social.
Los acuerdos entre las fuerzas políticas, las alianzas y estrategias conjuntas del Estado y del sector privado, son indispensables para la modernización del país. La coyuntura no podía ser mejor. La pandemia ha puesto al mundo en peligro, ha puesto patas arriba mucha de las creencias, ha tumbado barreras insospechables y ha abierto caminos que permiten ver las cosas desde otras perspectivas e innovar.
Por otro lado, los recursos económicos puestos en marcha para la reconstrucción económica y social, los propios y los venidos de la Unión Europea, pueden y deben contribuir a la modernización del país y sentar las bases para un futuro mejor. Pero no debemos olvidarnos del factor humano, poner al hombre en el centro de todas las cosas, como referente de todo comportamiento y acciones.
Escuchemos Una canción de España de José Luis Rodríguez
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