Estamos en Adviento y tenemos una estrella que nos guía al Portal de Belén: María. Pero para caminar necesitamos echar mano de la esperanza
No podemos vivir sin esperanza. Todos necesitamos esperanzas pequeñas, pero, sobre todo, necesitamos vivir con los ojos puestos en la gran esperanza: Cristo. La esperanza nos salva y ?en esperanza fuimos salvados, dice San Pablo a los Romanos y también a nosotros (Rm 8,24)-. Gracias a una esperanza firme podemos afrontar todos los obstáculos en el presente y vivir confiando en Dios "No os aflijáis como los hombres sin esperanza" (1Ts 4,13).
Tres actitudes tiene María en relación con Jesús:
- María espera con gozo, con profunda esperanza, la llegada de Jesús a su vida.
- María prepara su corazón con vivos sentimientos de ternura para con el Niño Jesús que viene y de gratitud profunda para con Dios que cumple sus promesas.
- María cultiva en su corazón una acogida generosa, abriéndolo de par en par para que realmente entre Jesús a su vida. Ella lo esperaba sinceramente, no lo acoge sólo de palabra, sino que le ofrece su corazón.
El Concilio Vaticano II en la Lumen Gentium 68, afirma como conclusión final que la Virgen María "en esta tierra, hasta que llegue el Día del Señor (2P 3,10) precede con su luz al Pueblo de Dios peregrinante como signo de esperanza segura y de consuelo".
María es madre de la esperanza. En el formulario 37 de las llamadas Misas de la Virgen María que lleva como denominación específica "La Virgen María, Madre de la Santa Esperanza". En esta Misa se venera a la Madre de Cristo por tres motivos:
-Porque durante su vida, aquí en la tierra, alimentó constantemente la virtud de la esperanza, confió plenamente en el Señor, y "concibió creyendo y alimentó esperando" al Hijo de Dios anunciado por los Profetas.
- Porque habiendo subido al cielo se ha convertido en la "esperanza de los creyentes", ayudando a los que desesperan, y siendo al mismo tiempo aliento, consuelo y fortaleza de los que acuden a Ella.
- Porque -como quedó dicho- precede con su luz a todos los hijos de Adán como señal de esperanza segura y de consuelo.
María permaneció en todos los momentos junto a su hijo y permanece con los discípulos como madre suya, como Madre de la esperanza. Y el Papa termina con esta oración: "Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia su reino. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino".
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