Es fácil observar colas de personas que acceden a los centros de ayuda alimentaria
Pasan las horas, los días, los meses, y ojalá no lleguemos a los años, y no hacemos más que hablar y hablar de la pandemia del coronavirus y de la correspondiente covid-19. Pero tendríamos que hablar, yo voy a intentar hacerlo hoy, de muchas otras pandemias. Unas que son dependientes, o al menos agravadas, por la pandemia del covid-19. Otras que son autónomas pero que tienen elementos más o menos comunes con la pandemia del coronavirus.
La primera pandemia, y quizá la más próxima a la del virus, es la pandemia del hambre. Es cierto que el fenómeno de la gran y escandalosa epidemia del hambre estaba ya ahí antes de la llegada del virus, pero empieza ya a verse acrecentada en número y en profundidad como consecuencia del crecimiento de la crisis económica que comienza a observarse y a agravarse con la llegada del virus asiático. Y que amenaza con seguir profundizándose.
Y no será fácil hacerle frente, porque la economía amenaza con seguir profundizando su crisis, sobre todo si hay que llegar a un nuevo confinamiento total como el soportado de marzo a junio pasado.
Es fácil observar colas de personas que acceden a los centros de ayuda alimentaria, o a los que reciben bolsas de comida e instrumentos de limpieza que se ofrecen por parte de ongs e instituciones de ayuda, como Caritas o la Cruz Roja, entre otros, por ejemplo, el banco de alimentos.
La pobreza se observa también en las campañas de Caritas para fortalecer el apoyo a las familias que no pueden afrontar los gastos ordinarios o las cuotas de arrendamiento de su domicilio.
Podríamos seguir comentando más aspectos de la pandemia de la pobreza y del hambre. Pero es fácil imaginar el resto de las dimensiones de la pobreza, que quizá nos amenaza a nosotros mismos, o que estamos sufriendo por verla en amigos, familiares o conocidos.
No nos detendremos más en las imparables manifestaciones de la creciente crisis económica, que les afecta especialmente a los países más pobres del llamado tercer mundo, pero que la tenemos al lado, y que no parece fácil poder revertirla, como en nuestro caso, ni siquiera con las extraordinarias ayudas ofrecidas por la Comunidad Europea.
Pasemos a otro tipo de pandemias más inmateriales, pero no menos reales e importantes, con efectos verdaderamente trascendentes y de graves consecuencias. Hablemos del notable movimiento populista que se observa en muchos lugares y países de nuestro mundo. Del cual no se ve libre ni siquiera el país tradicionalmente tenido por el más democrático, como son los Estados Unidos. Lo acabamos de ver realizado en la reciente campaña de las elecciones presidenciales.
Promovido incluso por el presidente Trump, ha causado, hasta con proyección de futuro, una grave brecha divisoria entre las dos mitades de los ciudadanos estadounidenses, que amenaza con ir haciendo crecer la violencia hasta dimensiones insospechables. Y con proyección en otros países, especialmente los latinoamericanos, como pueden ser Cuba, Venezuela, Nicaragua, Brasil, Bolivia, incluso Argentina y otros más.
La violencia verbal incluye, además, la mentira y los bulos insostenibles, pero que son fácilmente aceptados y tienen sus invaluables consecuencias.
Y quisiera terminar con una alusión a las batallas morales y culturales, marcadas generalmente por ideologías radicales. En esta línea están las luchas por el dominio de los medios de comunicación, o los intentos de promover leyes de educación volcadas en una orientación de derechas o de izquierdas, según la tendencia a la que pertenezca el grupo político gobernante. En esta línea aparecen los ataques a la enseñanza concertada o a las disciplinas de temática religiosa, ni siquiera con el condicionamiento de la libertad de aceptar que se imparta o no, a los miembros de la propia familia, la materia religiosa, aun con libre opción para recibirla.
En esa misma línea tenemos las luchas por la imposición o la reclamación de libertad de los colectivos de orientación sexual divergente, como es el caso del intento de imposición escolar, o en otros ámbitos, de grupos potentes como el LGBT.
Podríamos seguir hablando de otras pandemias, pero creo que, como muestra, por hoy es ya suficiente.
Si acaso hacer referencia a la grave pandemia de las divisiones políticas irreconciliables que se observan en muchos países, y que amenazan con arruinarlos. A esta situación ha querido salir al paso el Papa Francisco con su última en cíclica Fratelli tutti, en la que invita a crecer en el espíritu de hermanos y a promover la actitud de amistad entre las lógicas, y a veces hasta enriquecedoras diferencias, de personas, grupos, e incluso tendencias políticas. Soñemos y realicemos el sueño: "Todos hermanos".
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