Llegó el otoño

Después de una primera quincena bastante calurosa, sin que hubiera habido ningún preanuncio, se nos ha presentado el otoño con un fresco general bastante notable y con algunos leves chaparrones que dan color al otoño recién llegado.

En Salamanca, de la que se decía antes que en ella no hay más que dos estaciones: la de invierno y la del ferrocarril, resulta que tradicionalmente tenía en el mes de septiembre la mejor temperatura y la más estable del año. Que, además, coincidía precisamente con las ferias y fiestas de nuestra ciudad, favoreciendo los espectáculos de todo tipo, y particularmente el espectáculo de los toros.

Luego, ya en octubre, comenzaban prácticamente el invierno y los catarros, cuando no las gripes. De hecho, este año están anunciadas ya las vacunas contra la gripe para principios del mes de octubre, para prevenir que las gripes se confundan con la enfermedad de la covid-19.

En estas fechas igualan las noches con los días. Después ya continuamos con el acortamiento de los días y el crecimiento de las noches, que continuarán en ese proceso hasta la entrada del invierno el 21 de diciembre. Y, con el aumento de la oscuridad, tiende a crecer nuestra tristeza, e incluso nuestro pesimismo y hasta las depresiones. Tenemos que esperar de nuevo a que, con el avance del invierno, vayan creciendo los días de cara a la primavera y el verano.

En cambio, con el otoño, comienza de nuevo la normalidad del curso escolar, este año tan discutido, y también otros cursos, como el año judicial, o el curso pastoral, en esta ocasión con graves dudas y condicionamientos.

La pandemia vírica había obligado a restringir más las actividades de todo tipo no esencial en las capitales de Salamanca y Valladolid, y en otros muchos pueblos. Ahora han sido mitigadas las más duras restricciones, que habían llevado a graves quejas a los dueños y regidores de la hostelería, y de otras áreas, como las culturales y religiosas. En estos momentos, las cosas se acercan de nuevo a la normalidad. Aunque todavía queda mucho para superar la crisis médica del coronavirus, y mucho más para superar la supercrisis económica, a pesar de las generosas ayudas previstas procedentes de la Unión Europea.

Llega, pues, el frío invierno de las crisis económicas y sociales. Que deberían ser superadas con la colaboración de todos los partidos políticos y las demás instituciones concernidas, como los sindicatos, las empresas, o los mismos particulares y las familias. Pero las cosas no parecen ir por esos caminos de la colaboración.

A veces, en situaciones similares a las actuales, se suele hablar y experimentar algo así como el llamado "otoño caliente". Este año no parece todavía que hayamos llegado a este tipo de situaciones. Aunque da la impresión de que, lejos de entrar por caminos de colaboración, estamos viviendo duras críticas y, a veces, hasta palabras o expresiones ofensivas, fundamentalmente en las cámaras de representantes y en las negociaciones con el gobierno nacional.

En este sentido, el ambiente social y político se parece más a un duro invierno que a un suave otoño, aunque tampoco a un otoño caliente. Caliente si acaso por el ardor y la calentura de la extraordinaria pandemia por la que estamos atravesando. ¿Podremos empezar a rebajar los impulsos de la contaminación por el coronavirus, e ir suavizando el panorama con la disminución de los contagios, hasta que podamos disponer de las esperadas vacunas o tratamientos de mejora de la enfermedad?

Ojalá los caminos llanos, o pendientes hacia abajo, de este otoño, nos llenen de nuevo de ilusión y de esperanza. De hecho, podemos dar la vuelta a este otoño, y rehacer el impulso de nuestros trabajos, que revitalice las necesarias esperanzas.