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Corinna, por qué no te callas
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Corinna, por qué no te callas

Actualizado 22/09/2020
Fernando Robustillo

Vale que don Juan Carlos sea un pecador de la sabana botswanesa -ya pidió perdón por ello- y tal vez lo haya sido de otras sábanas, de las que muy poco nos debe importar, pero nos molesta -dejando el debate monarquía o república para otro momento- que s

Poner en boca de don Juan Carlos que doña Sofía y el señor Rajoy -¿terrible rojo republicano?- dieron un golpe de Estado para subir a don Felipe al trono es un juicio de valor sin pruebas que no le lleva a ninguna parte. Mejor cuente algo de usted, señora Larssen, y diga, por ejemplo, que presuntamente se enamoró de don Juan Carlos la primera vez que lo vio en un billete de cinco mil pesetas. No será muy romántico, seguro, pero sí bastante más creíble.

Aunque lo que sí puede ayudar mucho a su credibilidad será devolver esos 65 millones que con tanta generosidad le regaló el Emérito "por amor y gratitud" y diga que se los firmó "en un mal momento", pues un mal momento lo tiene cualquiera, solo hay que tener esa cifra. ¡Qué menos!, ¿verdad?

Explicado así, nadie lo dudaría. Usted ha sido y es guapa, joven, culta, locuaz, simpática, mundana, y, como Marilyn, se echará Chanel Nº 5. ¡Qué más, nada más, para volver loco a todo un Kennedy!

Pero lo serio es otro tema. España cuenta con una monarquía parlamentaria refrendada en la Constitución. Y la Transición fue un momento excepcional de nuestra Historia en la que el Rey don Juan Carlos tuvo que tomar decisiones que le honran y por las que durante muchos años se ganó el aprecio de la mayoría de los españoles. Después, pasó a ejercer el cargo de representación que la Constitución le asignaba y el relevo generacional de la ciudadanía fue juzgándole otros actos.

Así, las luces y sombras en el ejercicio del cargo será un relato para la Historia, pero a don Juan Carlos esto no le exime de la obligación de dar cuentas ante la Ley. De momento ya ha pagado pena de telediario y, sin haber sido juzgado, lo más suave ha sido llamarle "ladronzuelo". Por tanto, dada su relevancia, quitarse del acoso mediático y marcharse a los Emiratos Árabes quizá no esté tan desacertado. El compromiso de asistir a los requerimientos de la Justicia está por ver. Lo esperamos.

Si a doña Corinna le molestó la abdicación de don Juan Carlos por algún deseo oculto, no lo logramos entender. Quizá sea para estar bajo el paraguas, o la sombrilla, de la inmunidad de un rey en ejercicio. Pero en España decimos que "ese es otro cantar". Además, la salud, la edad y el desgaste no perdonan a nadie y aun así él ostentó el cargo hasta los 76 años. Lástima, señora Larssen, de aquello de Botswana, aquello sí fue el principio del fin.

Pero no se preocupe, usted ya está en la Historia y nosotros le tratamos con todo respeto. Si le tuteamos en el titular de este artículo, no es culpa nuestra, ya sabe que esa frase es muy de don Juan Carlos.

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