Hasta tiempos recientes las personas con discapacidad eran ocultadas en la casa familiar, por vergüenza social. Hemos superado este rechazo, pero estamos muy lejos de reconocer sus derechos sexuales y se mantiene esta falsa creencia: las personas con discapacidad no pueden resultar atractivas para otras personas.
En primer lugar, las personas con discapacidad son muy diferentes unas de otras y pueden resultar más o menos atractivas a los demás y a sus iguales.
La prueba más dramática, lamentablemente, es que las personas con discapacidad sufren más abusos sexuales y otras formas de violencia sexual que el resto de la población. Mientras buena parte de la sociedad niega su sexualidad y sus derechos sexuales, algunos abusadores se aprovechan de sus limitaciones para seducirlas, engañarlas o coaccionarlas sexualmente.
Lo cierto es que, como el resto de la población, tienen abiertos sus afectos sexuales (Deseo Atracción y Enamoramiento) y pueden resultar atractivas para otras personas. Reconocer sus derechos sexuales es fundamental, así como ayudarlas a superar, si fuera el caso, sus limitaciones para ejercerlos.
En el caso de las personas que solo tienen limitaciones físicas, es a ellas a las que les corresponde tomar decisiones sobre su vida sexual y amorosa con toda su autonomía mental. La familia y los profesionales les deben ayudar a superar sus limitaciones, pero la decisión es solo suya porque, en el orden de la libertad para elegir no tiene limitaciones.
En el caso de las personas con limitaciones en el ejercicio de su libertad de decisión (por ejemplo, con limitaciones intelectuales como la capacidad de análisis, o limitaciones de conducta para evitar los riesgos, etc.), la familia o tutores y los profesionales, en colaboración con la familia, deben atender sus demandas sexuales en la medida de lo posible, superando o controlando sus limitaciones.
Dos principios básicos:
El primero, las necesidades sexuales las deben expresar, de alguna manera, las propias personas con discapacidad. No se trata de imponerles, presionarles o incitarles a ello.
El segundo, las decisiones, en el caso de estar legalmente tuteladas, las deben tomar la propia persona con discapacidad y sus tutores o familia, con el apoyo de los profesionales. Los profesionales son mediadores, no deben suplantar a la persona, ni a su familia.
Claro que las relaciones sexuales y amorosas que pueden tener son muy diferentes en unos casos u otros. Todo depende del grado de autonomía que puedan tener y las ayudas que puedan recibir. A mayores limitaciones, mayor responsabilidad de la familia o tutores y de los profesionales, justo para evitar riesgos y malos usos de la libertad.
En todo caso, somos partidarios de trabajar en positivo este derecho, ,para favorecer su bienestar y, si fuera el caso, el de sum pareja.
La Junta de Castilla y León ha publicado una guía gratuita que me encargaron y realizamos con la colaboración de numerosos profesionales, varios grupos de familias y personas con discapacidad. La ofrece de manera gratuita, por internet, la Conserjería de Familia y Asuntos Sociales. Se la recomiendo.
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