La vuelta al cole habitualmente conlleva un enorme esfuerzo organizativo, tanto por parte de las administraciones educativas como a nivel social. No es fácil imaginar añadir a ello la incertidumbre, el temor a los rebrotes, la presencia en las aulas, cambiar el sistema educativo a semipresencial en el centro o por aulas virtuales en casa, siguiendo las clases por pantalla de ordenador, televisión, tabletas o móviles. Todo un reto casi inimaginable.
Autoridades, gobiernos, agentes sociales y la comunidad educativa en general apuestan por una educación presencial segura. Pero para garantizar el derecho a la educación que consagra nuestra Constitución en su Artículo 27, hemos de ser capaces de proteger el derecho a la salud.
A mediados de marzo, la pandemia obligó a cerrar las escuelas en una gran parte del mundo. El curso terminó en España, como en otros muchos países, con lecciones telemáticas improvisadas, maestros agotados, frustrados, alumnos aburridos y padres estresados. En estos cinco largos meses se han cerrado y reabierto el transporte, el turismo, los bares, las discotecas, las tiendas y hasta las playas. Pero en el arranque del nuevo curso académico la problemática se hace más intensa. La vuelta al cole que solía ser un sitio seguro, de rutina para los niños, se torna con una sensación de incertidumbre.
El dilema educativo ante la pandemia es global. Gobiernos de todas las ideologías y latitudes buscan resolver el conflicto educativo que según la Unesco mantiene al 60% de la población estudiantil con acceso restringido a la escuela. La solución no es sencilla, como tampoco lo es la normalidad ni el desarrollo futuro sin la apertura de la escuela.
La desorganización de la vuelta a las clases ha producido desazón y hasta enfado en el profesorado y en los alumnos, poniéndolo de manifiesto con la convocatoria de huelgas. Llegado el momento de la vuelta al cole, varios países han reabierto sus escuelas o están en ello, con planes, estrategias y resultados muy dispares.
El precipitarse en la reapertura de las aulas puede tener consecuencias nefastas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que las escuelas reabran solo si los test de coronavirus resultan positivos en menos de un 5% durante un periodo de dos semanas. En el caso de España, con competencias educativas descentralizadas, el gobierno nacional y los gobiernos autonómicos insisten en que se volverá a las aulas en septiembre, a pesar de que las cifras de contagios, hospitalizaciones y defunciones continúan incrementando de forma sostenida, al igual que en la mayoría de los países del entorno.
Algunos planes para la reapertura de los centros generan inquietud en el profesorado y ansiedad en las familias. Pero no es menos cierto que sin reapertura de los colegios no hay reactivación económica y social posible. Es el escenario generado por la Covid-19 que se repite en casi todos los países y que alimenta una mayor presión política.
La realidad es que no hay un modelo único de vuelta a la escuela. En Europa cada gobierno maneja su modelo para afrontar la situación, aunque las medidas son similares en los diferentes países: comienzo de las clases con entradas escalonadas y por edades, evitar aglomeraciones, mucha higiene, pequeños grupos y estancos, distancias de seguridad, ventilación, desinfección. Y todos esperan poder atajar los rebrotes que surjan en centros o clases concretas.
El Gobierno de España por medio de los ministerios de Salud y Educación, ha alcanzado un pacto con todos los gobiernos autonómicos (excepto el País Vasco, que se abstuvo) para la vuelta al cole con 29 medidas y 5 recomendaciones. Entre ellas, contempla un modelo presencial, que los niños mayores de seis años lleven obligatoriamente mascarilla y que todos los alumnos se laven las manos al menos cinco veces al día. Se crea la figura de un coordinador responsable para los aspectos relacionados con la Covid-19 en el colegio, aunque no establece una regulación clara sobre qué ocurre cuando haya contagios, cosa a cumplimentar por las Comunidades Autónomas. Faltarían por contemplar algunos aspectos didácticos y de docencia, así como de conciliación familiar. "Si las medidas se cumplen, habrá pocos rebrotes: las escuelas son seguras" dice el ministro de Sanidad. Esperemos que así sea.
El cierre de los colegios provocado por el coronavirus fue una respuesta inmediata ante una emergencia sanitaria y, como consecuencia, una emergencia educativa. Pero no hemos de olvidar que la enseñanza virtual o a distancia no educa, ni sustituye los aprendizajes presenciales en contacto directo con el maestro o profesor, ni tampoco contribuye a la necesaria socialización de los menores. Pasar de las aulas a las pantallas, de la educación presencial a la virtual de forma tan brusca ha dado lugar a una enseñanza remota de emergencia que está lejos de lo que es una educación a distancia propiamente dicha, caracterizada por el aporte de experiencias de aprendizaje en línea, planificadas y diseñadas con antelación en una plataforma educativa adecuada y con la cual tanto alumnos como profesores estén familiarizados. Pero de todo ello hablaremos en otro momento.
Los políticos del mundo, nuestros políticos, junto con los especialistas en educación, tendrán que esforzarse en encontrar la manera de superar la mayor crisis global que está sufriendo la educación. Estamos convencidos que ahora más que nunca, pero menos que en el futuro, la educación y el aprender son la mayor fuente de riqueza individual y colectiva para conseguir la competencia individual y la competitividad empresarial, la cooperación institucional, el bienestar social y hasta la paz necesaria.
En honor a los peques, les dejo con José Luis Perales y que "Canten los niños":
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