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Ocho por dos, igual a dieciséis
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Ocho por dos, igual a dieciséis

Actualizado 25/08/2020
Antonio Matilla

Ocho por dos, igual a dieciséis | Imagen 1

8 . 2 = 16. No es ningún acertijo: 8 de marzo (Día de la Mujer) y 16 de agosto (manifas contra las medidas contra la pandemia). En ambas fechas hubo 2 tipos de manifestaciones, en Madrid y en otros muchos lugares, que pudieron facilitar la transmisión del virus SARS CoV 2, causante de la actual pandemia Covid 19 y de sus secuelas emocionales, psicológicas, sociales, económicas y, de momento, no políticas. Ambos tipos de manifestación tienen algo en común, aunque en distinto grado: una clara falta de respeto a la Ciencia y una preocupante desconexión de la realidad.

Las causas de la falta de respeto a la Ciencia pueden ser varias. Una de ellas puede ser la ideología. Todos tenemos ideología, todos tenemos nuestra particular y parcial visión de la realidad. Es algo conveniente y necesario. Pero necesita contrapesos. Y así, el feminismo y el progresismo, por ejemplo, necesitan el contrapeso de otras ideologías, cosa típica de cualquier sociedad pluralista y avanzada. También necesitan el contrapeso de la Ciencia. Por ejemplo: los Hermanos de San Juan de Dios, el 6 de marzo, suprimieron los actos públicos, relativamente masivos, que tenían programados para celebrar la memoria de su santo fundador, San Juan de Dios, de modo que el amor y veneración a su fundador no les impidió escuchar el parecer de los médicos y enfermeros que tiene esa Orden religiosa y, como consecuencia, no hicieron ningún acto público y, además, blindaron su residencia de mayores, para impedir la entrada del virus. ¿Tenían los Hermanos de San Juan de Dios mejor información sobre el virus que el Ministerio de Sanidad del Gobierno del Reino de España? ¿Tenían mejor información que la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid? No es creíble. Probablemente tenían menos, pero la tuvieron en cuenta. Utilizaron la prudencia para discernir qué era más importante y parece que acertaron. No debemos permitir que ninguna ideología, por más actual que sea, se convierta en algo de obligado cumplimiento, pues el riesgo de tiranía es grave. Algunas de las ideologías "clásicas" demostraron su perversidad: el comunismo dio lugar al sistema Gulag de campos de trabajos forzados y exterminio, el nazismo produjo el Holocausto, cuyo símbolo es el campo de concentración de Auschwitz, uno entre muchos. Millones de muertos entre ambos sistemas, comunista y nazi, por orden cronológico de aparición en la escena. Por no citar más que otra, el neoliberalismo, o los neoliberalismos, que deben ser varios -¿podría incluirse entre ellos al capitalismo de estado chino comunista?-, apoyándose en la globalización y en la tecnocracia, están colaborando muy activamente al calentamiento global y a la sobreexplotación de los recursos naturales del planeta, con grave riesgo para la propia salud humana.

La manifestación de Colón muestra claramente que uno de los derechos democráticos más importantes, la libertad de opinión y, en su caso, de expresión, está claramente enfermo. No solo los manifestantes de la Plaza de Colón están desconectados de la realidad; hay otros muchos que están tan hiperconectados que ya no saben dónde están conectados. El algoritmo de Facebook, por ejemplo, no es capaz de erradicar el 85 % de las opiniones falsas y bulos respecto al virus que circulan por esa red. Hay una sobreabundancia tal de fake news que un participante que no esté medianamente formado no sabrá discernir el grano de la paja. Y si fuera mera cuestión de opinión, cada uno que piense y opine lo que quiera, lo malo es que, según ABC ?lunes 24 agosto, páginas 32 y 33- ya se han provocado 5.800 hospitalizaciones y 800 muertes por hacer caso de esos bulos. Es verdad que nuestro sistema democrático se basa en la expresión de la opinión de los votantes, pero en punto a pandemias, epidemias y la lucha contra ellas no tienen el mismo peso la opinión de Miguel Bosé, al que conoce "todo el mundo", que la de D. Tomás González, médico de familia de Alcañices, al que solo conocen y respetan sus pacientes y unos cuantos amigos, entre los que me cuento. Y es que saber la verdad sobre el coronavirus, como de todo en general, es algo que requiere esfuerzo y humildad, esfuerzo para informarse y humildad para fiarse del que está informado con fundamento.

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