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Los niños de la pandemia
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Los niños de la pandemia

Actualizado 21/08/2020
Juan Robles

Niños que toman la calle

Muchas cosas han cambiado desde que fuimos confinados a mediados de marzo y se trastornaron totalmente las rutinas y las prácticas tradicionales, y comenzamos a descubrir nuevos aspectos de nuestras vidas en las relaciones con los miembros de nuestra familia, con los vecinos y amigos, aunque fuera a distancia. E incluso descubrimos aspectos nuevos en la naturaleza con la que habíamos convivido habitualmente pero que ahora nos mostraba diversos lados, nuevos rostros y sus imprevistas circunstancias.

Yo, que podía encontrarme cada día con buena parte de la naturaleza en el gran patio con el que contamos en nuestra casa, fui viviendo la primavera este año de una manera totalmente insospechada.

Y qué silencio en nuestro entorno al no contar con los ruidos de los coches, que no podían circular. Y ese silencio hermoso era adornado con los cantos de los pájaros que nunca habíamos disfrutado antes.

Las relaciones con las personas con las que convivíamos nos presentaban aspectos nuevos, que podrían ser turbios y desagradables, o podían ofrecer una cercanía y familiaridad nunca antes sospechada.

En este aspecto, muchas familias se descubrieron a si mismas, en sus relaciones personales de esposos, padres, hijos, hermanos? Todas las personas adquirían un especial relieve. También los niños se integraron más en la familia, jugaron más con sus padres, utilizaron de manera nueva los medios modernos de comunicación, incluso muchos tuvieron que utilizar las redes y el internet como medio de poder seguir desde casa las lecciones que los profesores o maestros les ofrecían. Y en muchos casos tenían que ser apoyados por sus padres o por sus hermanos mayores.

Después de la desescalada, hemos salido todos a la calle con más ilusión y ganas que nunca. Aunque nos hemos mantenido más en nuestras casas, en nuestras ciudades, en nuestros pueblos.

Y nos encontramos con muchas personas en las calles y las plazas de nuestra ciudad. Y, como es tiempo de vacaciones, da gusto descubrir abundantes familias con niños, pequeños, medianos y preadolescentes. Familias con sus hijos, que por cierto utilizan correctamente las mascarillas, salvo los niños más pequeñitos. Los otros la llevan con total seriedad, y hasta da la impresión de que ellos mismos se ocupan de que las personas mayores cumplan con las normas de nuestras autoridades.

Aparte de los jóvenes de botellones y fiestas, son los niños y sus familias, los niños de la pandemia, los que tienen una nueva y gran relevancia. Parece que en muchos de ellos han dejado huellas notables, no siempre positivas, los largos días de encierro en sus casas de confinamiento.

Y ahora viene el gran problema: qué hacer con nuestros niños de cara al comienzo de las clases en el nuevo curso escolar. ¿Podrán ser clases presenciales o tendrán que ser a distancia? O unas presenciales y otras a distancia, telemáticamente. Muchos no tienen medios materiales ni apoyo de sus mayores para poder seguir con mediano aprovechamiento las clases en la lejanía.

Muchos padres parece que están decididos a no mandar a sus hijos a la escuela mientras no se aclaren más las cosas de los peligros de la contaminación con el coronavirus dichoso. Pero como es obligatoria la escolarización de los niños, los padres están preocupados por las posibles sanciones, que en algunos casos llegan hasta comentar la posibilidad de que se les desposea a los padres de la patria potestad sobre sus hijos.

Por otra parte, si no se envían los niños al colegio, con quién podrán dejarlos si sus padres tienen que ir al trabajo o buscarse fuera de casa los medios de subsistencia.

Y no hablamos de los niños de las familias que no tienen trabajo, y que quizá no tienen ningún medio para llevarse un trozo de pan a la boca. De estos niños poco podemos decir, porque son la imagen oscura o invisible, y que sólo pueden ser intuidos en las colas de los servicios sociales o centros voluntarios de alimentación.

Más invisibles son todavía tantos niños de los países pobres de África, Asia o América. Niños, niños, niños. ¡Qué bellos los visibles que pueblan nuestras calles y plazas! ¡Qué triste es, en cambio, la situación de los niños de los países desfavorecidos! El coronavirus y su pandemia deberían obligarnos a buscar soluciones a tantos problemas que antes teníamos ocultos o disimulados y ahora han mostrado a cara descubierta su pobreza y abandono. Salgamos al paso y demos soluciones a los pobres niños de la pandemia.

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