Juan Cameron a la entrada del Aula Magna de la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca (foto de jacqueline Alencar)
Dejo conocer dos poemas de uno de los más notables poetas chilenos de hoy, Juan Cameron (Valparaíso, 1947). Él Vivió el exilio político en Suecia y ahora reside en su ciudad natal. Es egresado en Derecho por la Universidad de Chile y periodista colegiado en Suecia. Entre sus libros de poesía publicados figuran: Perro de circo (1979), Cámara oscura (1985), Como un ave migratoria en la jaula de Fénix (1992), If I go back / Si regreso (1993), Visión de los ciclistas y otros textos (1998), Jugar con la palabra (antología, 2000), 50 poemas (2007), Treinta poemas para leer antes del próximo jueves (2007), Last Night the War Ended (Cold Hub Press, New Zealand, 2011), Perro de circo (2011), Invocations to Pincoya in the Country of Rain' (2011), So We lost Paradise/Selected Poems (trad. Cola Franzen, 2013), Ciudadano discontinuado, (2013), Bitácora y otras cuestiones (Quito, 2014), Comme une bicyclette a l'air libre ( 2014), Fragmentos de un cuaderno con vista al mar (Salamanca, 2015), Robert Burns y otros poemas (México, 2015), Algunos poemas (Lima, 2015), Poemas desde el andén (antología, Valparaíso, 2016), DeCámeron (antología, 2017), Una raya más al tigre/Una striscia in piú alla tigre (plaquette bilingüe español-italiano; 2017), Antología (Argentina, 2017), La pasión según Dick Tracy (2017) y Poemas de autoayuda (antología, 2020)
Alfredo Pérez Alencart, Nancy Morejón y Juan Cameron en el Ayuntamiento de Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)
Ha recibido, entre otros, los premios Gabriela Mistral (1982); Revista de Libros (diario El Mercurio de Santiago, 1996); Consejo Nacional del Libro y la Lectura (1999), Ciudad de Alajuela (Costa Rica, 2004), Juegos Florales de Vicuña (Chile, 2007). Premio Stella Corvalán (Talca, 2008), Premio Internacional Paralelo Cero (Quito, Ecuador, 2014), Premio Altazor (categoría Ensayo y Escrituras de la Memoria, Santiago, 2014), Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador (Salamanca, 2015, Salamanca) y Premio a la trayectoria en el Festival de Poesía La Chascona (Santiago, 2017). Figura en una treintena de antologías, entre ellas en El huerto magnífico de todos (Edifsa, Salamanca, 2008).
El primer poema fue escrito tras su visita a la Biblioteca Histórica de la Universidad de Salamanca. El segundo, memorando el entierro de un amigo religioso, allá por Concón, comuna cercana a Valparaíso. Ambos fueron publicados en su poemario Ciudadano discontinuado (2013).
DICEBAMUS HESTERNA DIE?
Para Alfredo Pérez Alencart
Así el computador se enciende se me abrieron
las puertas y ventanas
y el oculto pasillo me abrigó nuevamente
después de cinco siglos pisé la biblioteca en el día que vino
El útero do estuve y fui y recorrí reconoció estos pasos
la sombra de mi hamaca que ubiqué en los estantes
ese globo terráqueo que anoté como un redondo libro
importado del nuevo y viejo mundo que la Roma ocultaba
Todo se abrió a mi paso
Y más profundo aún entré a la bóveda
a la cámara oscura al pozo aquel de reflexiones
yo el rebelde
a tiempo de arreglar ?como decíamos ayer?
ay quien lo creyera
mi versión de los Cantares hecha de puño mío y letra
con mi Parker 51 en mañoso castellano aragonés
que yo traduje bien a este mi oído
y sin mayor premura
llegué al baúl habido bajo las cinco aldabas que dormían
y entonces el Torá que abandonamos ?¿recuerdas Luis?
judíos de la judería y no del invento de naciones
gitanos de gitanos pobres sefardíes? por las estanterías
(lo que natura non guarda Salamanca lo devuelve)
se abandonó a mis brazos
llegó como una amada antigua de pronto recobrada
y así gacela frágil me entregó sus secretos
abrióme tanta puerta
por donde los turistas ni acaso los amantes
habrán de entrar en modo alguno.
El pintor Miguel Elías entregando su cuadro "Don Quijote", al chileno Juan Cameron. Foto de José Amador Martín
ENTIERRO DEL VICARIO BERNAL
El templo se llenaba de logias y pañuelos
de beatas y espermas y extrañas banderolas
de mandiles y velas en las filas de escaños
y al medio en los pasillos tras las frías columnas
templarios de hojalata
órdenes de caballería que hoy día no serían
un club de conductores con su parafernalia
de botas de montar y mozos de alazanes
y petos, parapetos y un aire a capellar
ocultado en espadas silenciosas, rastreras
que alguna vez yo vi en hotel salmantino
en la Plaza de don Juan XXIII.
Salamanca me fue entonces la vera instalación
de aquesta España
oscura, pedregosa, pesada como iglesia
con el deber impuesto desde arriba
y una culpa inmanente y rigurosa que en verdad
valíame callampa.
Y enfrente aquesta otra del conocimiento, de la historia
desnuda y gozadora de jabalí y de ciervo
libres por la campiña, hierbajos y viñedos
la Castilla que amé y que sabía propia
la del celta extranjero establecida.
Pero estaba en Concón y en estos lares
ni existe alguna Corte ni siquiera
un buen par de ambulancias reparadas
y su iglesia es capilla donde entierran
a este joven Bernal que era vicario
del obispo del Puerto a los cuarenta
¡Qué desdicha!
El único amigo cardenal de mi parroquia
que pude haber tenido
que merecía el cielo
si acaso las campanas de ese cáncer
no lo hubieren llevado tan temprano
y en tan goyesco séquito.
Juan Cameron, Alfredo Pérez Alencart, Jacqueline Alencar y Salvador Madrid, en el Ayuntamiento de Salamanca
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