El sentido del paréntesis en la escritura es que interrumpe algo, pero que no lo altera.
No sabemos qué quiere decir Juan Carlos I cuando califica de "paréntesis" su salida precipitada de España. Se irán sabiendo más cosas, pero eso es lo más preciso que sabemos en el momento en el que se escriben estas líneas y a ello nos atenemos.
La nota oficial en la que decía que se iba nos dejaba algunas perlas para descifrar. Entre ellas, lo de "trasladarse, en estos momentos, fuera de España". Nada más leerla me llamó la atención lo de "en estos momentos" y me preguntaba a mí mismo si sería que estaba saliendo, o que salía de casa unos momentos. Pero no, sus intenciones eran las de poner tierra por medio.
¿Con qué destino? Alguien lo sabrá, pero no nos lo han querido decir. Se desconoce su paradero. Tampoco hay información oficial sobre su destino. Solo hay especulaciones que lo ubican en la República Dominicana o en Abu Dabi, según noticia de un periódico.
¿Por cuánto tiempo se ha ido? Tampoco lo sabemos. Podría ser por un tiempo indefinido.
A sus amigos les ha dicho que es un paréntesis, un viaje de ida y vuelta. Cabe pensar que mucho tendrá que ver en ello la evolución de los procesos judiciales. Aunque de momento no tiene causas abiertas, sí hay muchos indicios e investigaciones en marcha. También dependerá de cómo evolucionen las cosas y del ambiente que se palpe.
¿Se ha ido de vacaciones o le han echado? Parece que a sus amigos les ha dicho: "No estoy de vacaciones ni abandono España?". No tardaremos en saber la realidad. Él se ha ido haciendo mutis por el foro, sin dar una explicación a los ciudadanos. Aunque parece que el qué hacer, cuándo y cómo estaba pensado y acordado. Porque es una decisión de gran calado político. Si se tratara de una expatriación, esta podría ser por abandono de la patria o porque le hayan hecho salir de la patria. Todo parece indicar que ha sido una decisión de don Juan Carlos, sugerida por don Felipe y con conocimiento de la Presidencia del Gobierno.
A falta de información oficial más precisa, cabe pensar que en la decisión de marchar haya podido influir la presión por las comisiones cobradas y la posible evasión fiscal, junto con la habitual salida al extranjero de don Juan Carlos en el mes de agosto. Cómo conjugar ambas cosas sin que se interpretara que abandonaba el país en tales circunstancias, ha debido ser el caballo de batalla de las negociaciones habidas, para facilitar la salida sin que ello supusiera o se interpretara como un destierro, un exilio o una huida humillante. La falta de transparencia y el paradero desconocido de don Juan Carlos no ayuda a despejar tales extremos.
El horizonte de inestabilidad es preocupante. España atraviesa uno de los peores momentos de los últimos tiempos con tres crisis en marcha: una crisis sanitaria en plena efervescencia que está generando crisis económica y social. No es el momento de andar con experimentos que menoscaben las instituciones y abran una crisis institucional que divida aún más y que distraiga del necesario todos a una frente a las crisis. Amén del daño a la imagen y reputación de España.
Don Juan Carlos, rey honorífico y emérito (que ambos tratamientos caben, según la legislación y la semántica) hubiera hecho bien quedándose este agosto en España. Aunque ello hubiera supuesto dejar la Zarzuela, alejándose de la Corona, de la Casa Real, renunciando a los tratamientos antes mencionados y haciendo frente a los posibles requerimientos de la justicia. Retirado, silenciosamente, en uno de los muchos lugares paradisiacos españoles como Sanxenxo o como el Monasterio de Yuste, tal cual hiciera allá por el siglo XVI Carlos I, otro monarca de la casa de los Austrias. Probablemente eso hubiera sido prestar un mejor servicio a España y a las instituciones, además de más honroso para él.
Quienes han conocido la salida de la dictadura y la llegada de la democracia a España son testigos de la inmensurable e insustituible aportación de don Juan Carlos a la democratización del país, al desarrollo y al incremento del prestigio de España. El mérito fue de los españoles, de sus representantes en las instituciones políticas y de los agentes sociales, pero nadie puede negar el liderazgo del Rey. Fueron cuatro décadas en las que se dio una actividad frenética que convirtieron a España en referente positivo de muchas cosas.
Pero el reconocimiento en cuanto que Jefe del Estado durante la mayor parte de su reinado, no puede disculpar algunos comportamientos personales poco ejemplares en determinados momentos de su vida, como es el amasamiento de un patrimonio opaco de origen incierto, la posible evasión fiscal o la cacería africana de elefantes. De eso tendría que rendir cuentas ante la ley y ante la ciudadanía.
A esa deriva de don Juan Carlos, especialmente en los últimos tiempos, no han sido ajenos los gobiernos de turno, que podían y debieron haber actuado señalándole algunos límites. Tampoco los periodistas y medios de comunicación que pasaron por alto cosas que debieron denunciar públicamente y cómo no, la falta de transparencia en torno a la Casa Real, mal este que persiste y que es necesario corregir, porque esa opacidad es impropia de un régimen democrático que se precie. No basta con que haya un portal de transparencia de la Casa Real, eso es necesario pero insuficiente, porque la transparencia es una actitud que hay que practicar en todos los campos.
Personalmente, conocí al Rey Juan Carlos I con motivo de la presentación de la memoria de la Fundación Cotec para la Innovación de la que don Juan Carlos ostentaba la Presidencia Fundadora y de Honor. Desde la presidencia llevó el acto académico con gran maestría y en el posterior vino español pude constatar, en conversación con él, ese carácter campechano, simpático y de cercanía que se le reconocía.
Lástima de estos nubarrones en su etapa final. Para parte de la ciudadanía causa una cierta tristeza que una trayectoria tan importante a lo largo de los años para la historia de España, termine de esta manera.
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