Es diferente, y más desde que el neoliberalismo cristiano, con la complicidad del Sanedrín, se hizo con el poder y empezó a degradar al hombre y convertirlo en una pieza más de la cadena productiva y financiera. Como se está viendo, la humanización, paulatinamente, va desapareciendo del mapa. El hombre "centro del Universo" ha sido relegado a cosa, a elemento, y la cosa no tiene derechos, sino utilidad y rendimiento. Hoy todo se mide en función del beneficio; por esta razón, el atender y servir a un grupo humano, por pequeño que sea, se ve como un derroche, como un despilfarro, y los mandases de turno y sus acólitos, como leales serviles del capital, toman medidas que ni ellos mismos saben si son las más acertadas y más eficaces.
Hoy más que nunca la población rural vive en un desamparo clamoroso, en un momento histórico, en que la mayor parte de esa ciudadanía es mayor, con escasos recursos, con dificultades físicas para desplazarse y a merced de la generosidad de sus convecinos. Y a estas personas, ante lo imprevisible de una enfermedad, se les va a restringir la asistencia sanitaria por un puño de monedas, ignorando la situación de la realidad. Ante su incapacidad para afrontar la situación, se cobijan bajo el amparo del hábito teresiano y de la corte celestial, que la tienen tan entretenida con sus amaños, que, en nuestras tierras, no les ha quedado otro remedio que ponerse al habla con el dios Asclepio, y rogarle que les eche una mano. Y el pobre, ante tanta insistencia, ha tenido que acceder a la demanda. Su compromiso va a ser: regular el tiempo y hora en que debe enfermar una persona: ¡todo en provecho de la austeridad y de la garantía de la salud pública! Con este plan concertado con la divinidad, un doctor puede desarrollar la tarea de cuatro, y así echar una mano al déficit; y, a cambio de esta prebenda, se mejorará la salud del vecindario, ¡pues nadie negará, que no es una bendición del cielo, el poder enfermar sólo durante unas horas por semana, y pasarse el resto disfrutando de salud plena! Y esta ganga divina nos permitirá también recuperar el céntimo sanitario. Conclusión: tendremos menos gasto a cambio de mejor salud y menos deuda. En este sentido, me espeta una señora: "¡Oiga, que yo no debo nada!". Le tuve que explicar: "Mire, señora, unos señores de mucho postín y de comunión diaria han roto unos platos y, ahora, nos toca al vecindario pagar los rotos y, además, regalarles unos nuevos de China. Esto siempre fue así, somos el burro de las cargas: sobre nuestras espaldas, cabalgan el monarca, los señoritos nobles, el clero, la banca y los pájaros, y, a nosotros, nos queda el rabo, y, con este despojo, tenemos que pagar las rentas, alimentar a la familia, comprar aperos y apartar la simiente para el año venidero"
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