El pasto heterogéneo que en su extenso señorio encuentra el toro afecta a su carácter
No es nuevo el infundio, que se ha venido de sosteniendo, el atribuir la bravura de las reses a los pastos de tal o cual lugar. La antigua tradición de no dar al ganado bravo otro alimento que la hierba, en la creencia de que los piensos generan mansedumbre, sin embargo esta afirmación, si no a la bravura, el pasto heterogéneo que en su extenso señorio encuentra el toro, si afecta a su carácter. En las hierbas y brotes existen sustancias excitantes y tranquilizantes que a ello contribuyen. Así, los del Jarama daban nerviosismo e irascibilidad los salitrosos que cría la misma; el pasto salmantino suaviza a los toros, mientras que el pipigallo o sulla gaditana parece volverlos agalbanados, relajados y con menguado brío.
Siempre fue el pasto de secano el más apreciado por los ganaderos, dado su mayor fuerza y menos contenido en agua, al prestarse mejor al desarrollo muscular de las reses sin dar prominencia a su vientre, mientras que la hierba aguanosa, conformaba animales panzudos, menos agiles y más blandos para soportar la lidia. Plantas herbáceas, que este "catador" bravo gusta digerir son, principalmente, las gramíneas y leguminosas; entre las primeras cabe enumerar, la grama pratense, las poas y las fetuscas, de las segundas abundan los tréboles, la esparceta, la alfalfa, la lupulina. Toda jugosa golosina de hierba nueva, que el toro no corta como el caballo, sino que arranca en virtud de tener dientes sólo en la quijada inferior. La de arriba carece de ellos y posee una especie de rodillo calloso que le sirve para triturar los alimentos presionándolos contra la dentadura de abajo. Según la edad de la res, los dientes de ésta pueden ser de leche o permanentes ya que el toro es, igual que el ser humano, un animal difiodonto, lo que conocemos como dos denticiones.
Como el toro, hubo de satisfacer exigencia cada vez mayores en su presentación y peso, se hizo necesario cambiar el sistema alimenticio, y a base de estudios veterinarios, equilibraron su dieta rellenando carencias y eliminando excesos, se ha impuesto la dietética que se basa en la utilización de los piensos compuestos, cuyas formulas son requeridas por los ganaderos, con el fin de buscar esa combinación apropiada y adecuada, entre aquello que el animal come en el campo, y la formula bien aplicada de los piensos. Hay resultados veterinarios que indican cual es el aporte energético, y dietético que se le puede administrar, previo a ser lidiado.
La alimentación del toro depende de su edad. Para poner un kilo de peso, el toro necesita consumir 50 de hierba 15 de heno o entre 10 y 20 de materia seca. Desde que nace hasta ocho o diez meses después del destete, la cría se nutre con leche materna , razón suficiente para mantener bien alimentada la vaca, cosa que se ve en alguna ganadería, que la pobre esta a campo, a falta de otros ingredientes alimenticios. El ganadero sabe, que aunque le duela la cartera, la correcta alimentación en toda la ganadería es base esencial para mantener esta en estado óptimo de exigencia, que no se arrastren enfermedades y dejen evidentes secuelas posteriores. Cuando de añojos pasan a erales, la alimentación se intensifica y el grano sustituye la falta de pastos, luego de tres años, el utrero inicia la etapa adulta, e ira aumentando peso y tamaño, lo que se dice ir "poniéndolo o postura", y en estas entra, - lo que antes comentaba de la atención alimenticia necesaria-, es decir vigilar su ración particular incluida la de sal, aun así, entre la manada de ellos destinados a la lidia, siempre habrá algunos mas adelantados, que avasallan a los demás, o mas tardíos de los que hay que separar para evitar posibles bajas. Es la hora de distribuir los lotes, parejos en tamaño y trapío, cuestión que se practica en casi todas las ganaderías. Su última alimentación en el campo se destina a lo que se llama "poner la corrida", dotarla del peso, lustre y viveza necesaria para la plaza donde vaya a lidiarse. Horas después debe hacer honor a su divisa? si fue el elegido claro.
Fermín González