Esta semana el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó los datos provisionales del padrón a 1 de enero de 2020, registrando Salamanca (-1.236), tras León (-3.764) y Zamora (-1.979), la mayor pérdida de habitantes de la comunidad autónoma en el último año, con una tendencia opuesta a la de Burgos (+574), Segovia (+197), Soria (+235) y Valladolid (+989), que ganaron habitantes en el último año.
En este caso, el censo se redujo en 1.236 personas en la provincia de Salamanca entre 2019 y 2020. Y es que, si al crearse la comunidad autónoma de Castilla y León, en el año 1983, la provincia superaba los 365.000 habitantes, tres décadas y media después nos encontramos con una situación muy distinta, situándonos ya incluso por debajo de los 330.000 vecinos, contabilizando según los últimos datos del INE 328.883 habitantes.
Este hecho supone que, en periodo autonómico, la provincia de Salamanca ha perdido casi 37.000 habitantes, el equivalente a si sumásemos los habitantes de Béjar, Peñaranda y todo el partido judicial de Vitigudino. Asimismo, los datos del padrón de 2020 vuelven a ser desalentadores para la provincia, que sigue sufriendo cada año la sangría demográfica, vaciándose de habitantes, y con la juventud casi predestinada a ir a trabajar y desarrollar su vida fuera de la provincia.
Los datos de Salamanca, sin embargo, no son los peores de la autonomía, siendo superada en pérdida de población por Zamora y León. Y es que, podría decirse que la comunidad autónoma de Castilla y León es una comunidad de dos velocidades, pues mientras la Región Leonesa perdió 6.979 habitantes en el último año, Castilla ganó 716 vecinos, siendo precisamente las tres provincias leonesas las únicas que han superado el millar de habitantes de pérdida en el último año.
Una situación que se agrava si abarcamos todo el periodo autonómico, representando la Región Leonesa más del 82% de toda la despoblación de la comunidad de Castilla y León desde su creación, con más de 160.000 habitantes perdidos entre Salamanca, Zamora y León en este periodo, siendo Zamora la provincia que está sufriendo una mayor penitencia, habiendo perdido el 25% de sus habitantes desde su inserción en Castilla y León, siendo la peor evolución demográfica de una provincia española en periodo autonómico.
En cuanto a nuestra provincia, la Raya, el oeste, es la zona que se está llevando la peor parte, con los partidos judiciales de Vitigudino y Ciudad Rodrigo registrando una caída imparable en las últimas décadas, despoblación que también se está cebando con otras zonas rurales de la provincia, así como con el otrora gran foco industrial salmantino, la ciudad de Béjar, que inició la década de los ochenta con casi 18.000 habitantes y hoy se sitúa en torno a los 12.500.
Así, un año más, Salamanca se desangra, y junto a ella buena parte del oeste de España, sin un tren que lo vertebre de norte a sur, y con el perenne temor a abrirse a Portugal y tejer lazos con Oporto, la segunda aglomeración urbana del país vecino, cuya área metropolitana supera el millón y medio de habitantes.
Por otro lado, en los tiempos que corren, y ante el extraño escenario que se nos abrirá tras la pandemia del coronavirus, que traerá una dura recesión económica, está por ver cómo nos afectará a Salamanca este nuevo escenario, pero desde luego nuestra economía provincial, sin apenas industria y muy volcada hacia el sector servicios, no se encuentra en el mejor de los estados para resistir los duros envites de una crisis profunda.
Por ello, los propios salmantinos deberemos actuar con conciencia y consumir, siempre que nos sea posible, productos de la provincia de Salamanca, pues así contribuiremos al mantenimiento y creación de empleo en nuestra tierra. Que el vino y el queso que consumamos sean de las denominaciones de Arribes, o que el embutido y la carne sean de aquí serán el mejor apoyo que podremos dar a los ganaderos que mantienen con pulso vital a nuestros pueblos.
Y entretanto, no estaría de más que desde el Gobierno central y la Junta tomasen cartas en el asunto y, ya que incumplieron la mayoría de los puntos del Plan del Oeste y otras inversiones acordadas para Salamanca, esta vez se pongan manos a la obra y dejen de tenernos abandonados, pues en vista de la debacle demográfica de esta provincia, compartida con las otras dos provincias leonesas, es una necesidad perentoria la creación de un tejido industrial que frene la despoblación, así como un mayor impulso y cobertura al sector primario, con una mucha mayor promoción y puesta en valor de los productos salmantinos.
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