Más allá de la economía, de las estadísticas, de la sanidad, de las cifras, cada ser humano que muere es un individuo, un ser irrepetible en la creación, un sujeto marcado por los afectos, anhelos, miedos y esperanzas, por una trayectoria vital, un contexto humano, que merecen todo nuestro respeto.
Frente a lo que desgraciadamente está ocurriendo en nuestro país en esta pandemia del virus corona, los muertos no son para arrojárselos en la cara a nadie; para, de un modo no lícito, sacar alguno de ellos (¿solo nos interesan los inmigrantes para eso?) en portada de periódico; para utilizarlos como elemento de lucha política. No.
Seamos respetuosos. Cada ser humano que fallece, en esta desdichada pandemia, merece todo el máximo respeto de todos. Es una vida humana que se va. Tiene una familia, que no puede realizar las honras fúnebres como se debe. Deja en su extraña marcha un dolor en sus allegados, en quienes lo querían
No pocos de ellos son personas ancianas. Y la sociedad, nuestra sociedad tendrá que plantearse si las residencias de ancianos han de ser modelos de negocio (el sacrosanto mercado invocado por tantos) o, más bien, han de tener un planteamiento, mucho más humanizado, como debiera ser, de servicio social.
Nuestros ancianos, el eslabón más frágil de la cadena humana, se nos están yendo. ¿Con todas las atenciones y cuidados, con todas las precauciones? Tendría que abrirse una profunda reflexión social sobre todo lo que está ocurriendo en esta pandemia con los ancianos, en quienes tan despiadadamente está golpeando el virus.
Voy a mi biblioteca y saco el 'Libro de los muertos', del gran escritor contemporáneo, de origen sefardí, Elías Canetti. Y me pongo a leer: "Por cada persona que caiga en esta guerra, por cada persona que muera mientras yo mismo siga vivo, deberá encenderse en mí un pensamiento. De no ser así, ¿qué otras velas tendría? No los conozco, pero son más que parientes para mí."
Es el cirio de palabras, pensamientos, sentimientos, el cirio humanizado (fuera los mercaderes del templo del ser humano) el que hemos de mantener encendido de continuo. ¿Qué otras velas tendríamos?
Y sigo meditando, también en la resurrección, a través de las palabras de Elías Canetti. "Las almas de los muertos están en los otros, los que sobreviven, y allí van muriendo del todo lentamente."
No arrojemos a los muertos a la cara de nadie. No cometamos con ellos profanación alguna. Respetémoslos. Todos importan.
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