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El pulmón de la tierra 
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El pulmón de la tierra 

Actualizado 10/04/2020
Mercedes Sánchez

Desde mi ventana se ven los árboles de la mediana ya florecidos. Ese regalo anual se asoma a los recuadros desde los que miro ahora el mundo. En todos los años que llevo viviendo aquí nunca he mirado tanto a través de los cristales, nunca he abierto tanto de par en par para poder respirar este aire limpio.

Intuimos que evoluciona el mundo que no vemos cuando todo está parado. Pensamos que casi todo sigue en su discurrir, a pesar del frenazo, a pesar del dolor. La primavera es contumaz, es fiel, y se abalanza hasta nuestra mirada, así que hay que recibirla con los brazos completamente abiertos, porque a ella sí, a ella podemos abrazarla desde casa sin mascarillas, sin taparnos, sin miedo.

Nos estrecha como un don que se inmiscuye en nuestras vidas, irrumpen sus cielos, la temperatura que entra en cuanto permitimos un resquicio abierto en el hogar o en el corazón, y si nos dejamos impregnar es capaz de besarnos la cara, de besarnos los ojos, de besarnos el alma.

La vida, aun así, es un regalo que se nos reparte por correo exprés, de casa en casa, porque además del dolor por la enfermedad que siega vidas, que paraliza otras vidas, parece que llama a nuestra ventana, de forma aleatoria, para que intentemos celebrar esta lotería que tenemos mientras dure, este preciado bien que suele pasarnos desapercibido.

La Tierra descansa, se toma vacaciones de humos, de contaminación, de gases, de vahos que ensucian los cielos, y las estrellas brillan ahora más que nunca en un firmamento límpido. Si cierro los ojos soy capaz ver ese mar que no miro, que no tengo delante, y hacerme una representación mental; no puedo por menos que preguntarme cuántos cientos de deshechos se ha evitado en esta Semana Santa de estar en zapatillas. Cuánta vida nacerá con este parón que se da, sin haberlo planificado, al pulmón de la Tierra. Cómo de sanos estarán sus alveolos, en una radiografía sin manchas, sin agujeros, sin residuos de tanto ser fumadora pasiva, pobre Tierra.

La primavera está programada desde siglos ancestrales, y ahora se asoma sin miedo, nadie cortará sus flores, ni pisará sus yemas, ni segará sus brotes. Las plantas inhalan un aire lleno de oxígeno, una atmósfera sin ruidos, y se hace eco de su fiesta silenciosa, en la que todo florece, puntual a su cita, alegre primavera con vocación de repartir y compartir.

La luna se viste de naranjas en este Abril, y se anuncia conviviendo en el horizonte con el sol adormecido, que se recuesta sobre las montañas. Mar de oxígeno en el cielo, mar de olas recortándose las escarpadas cumbres, mar que salpica, verticalmente, las calles.

La Tierra descansa y respira. Sigue girando, ahora a pleno pulmón. Da la mano a la Primavera, espíritu libérrimo.

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