Mar de plástico
Esta pandemia debería cambiar la frenética forma de existir, depredadora de fraternidades y del propio hábitat. Y ante tanto desasosiego e incertidumbre, aquí unas mínimas radiografías de la condición humana y no pocas dosis de esperanza. El poema fue escrito en 2009 y publicado en mi libro 'Barro del Paraíso' (Ars Poética, Oviedo, 2019).
Selva devastada por la minería aurífera ilegal (Madre de Dios, Perú. Foto de Pavel Martiarena)
LOS ETERNOS BIENES
Rapiña del existir: que nadie explique su indolente vivir
por este cuarto redondo hurtado a mi convencimiento,
inventando un canto que se apaga
en la balanza que más pesa, a deshoras tirando piedras,
con gestos atávicos, sobre la torre brillante
alimentada por el propio imán que otra vez me atrae
con genuinas ofrendas.
Más allá del hueso, un Amigo de verdad astilla realidades
sin caperuza, arrancando del tendedero
las suntuosas flores de oro que eclipsan mi alma,
cuales huellas dactilares de magias irascibles
que vierten su pus en desencuentros
alevosos contra mis fulgurados sueños.
Para retornar a lo sagrado ninguna tristeza o as
de corazones consumando diciembres: solo revelación
entreabierta por la región extrema,
solo confianza transpirando su destino, solo
imaginación trazadora
arraigándose corriente arriba hasta hacerse cierta,
diluvio íntimo que traspasa todas las esclusas.
Trato de decir que no vale verificar relojerías ahuecadas
cuando nuestro paso está por otros sitios,
inalterable ante la arena y el viento que cubre el arca
de la que soy mendigo sin sueños de muerte,
firmante del pacto que agrieta campanas y desobediencias
hasta que se alejen las velludas calamidades.
Ha de hacerse ruina esa vanidad enyesada a la carótida,
insaciable como dos miedos atizando el fuego fatuo
con grandes carteles difíciles de sobrellevar.
Lo que suma no es cantar victorias con monedas:
basta darle un apretón de manos a la esperanza
para que nazca un camino
injertado al espíritu mismo del hombre.
La vida íntima tiene códigos que desovan allá lejos,
donde la justicia no se traspapela.
Foto de José Amador Martín
A. P. Alencart con su 'Barro del Paraíso' (foto de José Amador Martín)
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