Los avances de la técnica han dotado al hombre de unas comodidades que dejarían sin habla a nuestros abuelos. Las noticias de cualquier rincón del mundo se conocen en tiempo real. Los periódicos del día salen ya con retraso y no necesitamos estar en casa para oír el "parte". Basta con abrir el teléfono y repasar todo lo que alguien se ha encargado de transmitir desde su propio aparato. La ciencia ha mimado al ser humano proporcionándole unas herramientas que mejoran casi todos los aspectos de su diario quehacer. Una de estas herramientas es precisamente la inmediatez en la información y lo profuso de su propagación. Las redes sociales hacen que un simple comentario llegue a una interminable cadena de destinatarios, muchos de ellos desconocidos para quien lo redactó.
Lástima que el progreso juegue malas pasadas. Lo que debería constituir una ventaja, en manos de individuos carentes de ética se convierte en arma destructiva. Con esta sociedad se ha puesto de moda una artera maniobra consistente en propagar falsas noticias encaminadas a socavar la integridad de alguno de nuestros adversarios. Mandar a una serie de personas conocidas cualquier mensaje con el ruego de difundirlo urgentemente al máximo número de enlaces, para que se enteren de las "hazañas" de cualquier sinvergüenza, o para advertir de determinado peligro -teniendo verdadero cuidado en que no conste quién fue el primitivo autor del libelo-, en muy pocos minutos habrá tejido una extensa red de personas sabedoras de algo que no es verdad. Es cierto que la policía dispone de medios para averiguar el autor, pero es tal la avalancha diaria de fake news que ya no dan abasto. Hoy en día, lo más in es dirigir una carta abierta a un político, declarándose militante y votante de su mismo partido, para "ponerle a escurrir" y acabar asegurando que nunca volverá a concederle su voto -eso sí, de forma anónima, o con identidad falsa. El progreso de la técnica, en manos de un cobarde incívico, se convierte en peligro para la sociedad.
Yo me aparto claramente de esa postura y no me duelen prendas en hacer este comentario para decirle a mi Presidente que lo está haciendo muy mal. Para ser completamente sincero, debo reconocer que mi opinión sobre su mandato ha sido siempre la misma. Accedió a su cargo de forma legal, pero indigna de un político que busque el bienestar de los ciudadanos y no satisfacer su propio ego. No dudó en aliarse con los mismos adversarios que denigró durante su campaña electoral; y ha sido capaz de poner en peligro la unidad de España alineándose con sus confesos enemigos. Poco a poco, para poder perpetuarse en el cargo, ha sido capaz de ceder a los chantajes de nacionalistas, independentistas y populistas minando los cimientos de aquellos principios que guiaron a los padres de nuestra Constitución y colocándonos a todos los españoles sobre un tablón que se balancea ante el abismo. En una palabra, Sr. Presidente, desde que llegó al cargo ha hecho todo lo posible para desunir a los españoles, quebrantar nuestra economía y continuar con su costumbre de faltar a la verdad. Tras haber sido pillado en renuncio con su tesis doctoral -de la que nadie parece acordarse-, mintió descaradamente con motivo de la presencia de la Vicepresidenta de Venezuela en Barajas, faltó a la verdad cuando dijo que se autorizaba la manifestación del 8-M porque no existía riesgo, ha vuelto a hacerlo con la vergonzosa compra de los test rápidos en China y, en el colmo de falsedad, ha monopolizado espacios televisivos atribuyéndose medidas acertadas no propias, rehuyendo las responsabilidades que si lo son y, de paso, imitando a Nerón cuando incendió Roma y culpó a los cristianos.
Su última traca, en la tarde del sábado 28, ha dejado claro que no quiere cambiar de hábitos. Acaba Vd. de inventar la pólvora: prohibir los desplazamientos al trabajo, durante 8 días, de los empleados en industrias no esenciales. Vayamos por partes. Si aún estaban activas algunas de esas industrias, estaban infringiendo el decreto del estado de alarma. Ante el acoso de algún medio de comunicación, se ha referido a empresas de la construcción que, salvo las que persigan garantizar la seguridad de las personas, estarían infringiendo la ley. ¿A cuántas más afectará?
Para ser fiel a sus principios, no ha titubeado a la hora de culpar a Europa del caos que envuelve la acción de este gobierno. Según Vd. el mayor nº de sanitarios contagiados en España se debe al mayor número de test que se efectúan en nuestros hospitales. Falso. La mayoría de personal contagiado ha sido recluido en sus domicilios sin habérsele efectuado ninguna prueba. La pregunta de por qué hay menos fallecidos en países con más contagiados que el nuestro, sí que tiene respuesta: allí se comenzó a efectuar test a los primeros síntomas, aquí no. Otros países europeos fueron más diligentes a la hora de aprovisionarse de artículos de protección, aquí se empezó tarde y se hizo muy mal. Centralizar la logística de las adquisiciones en manos de ineptos, en contra de lo que Vd. afirma, ha empeorado la situación. Cuando las cosas se hacen mal, se nota también en el extranjero y no sirve pedir ayuda cuando se va contra corriente. La solidaridad es buena, pero la cooperación también.
Para no hacer interminable este comentario, permítame que le afee a Vd. ese cinismo que le ha impedido reconocer que el inadmisible estado de indefensión que arrastra el personal sanitario y los CFSE es consecuencia directa de su ineptitud. La mentira tiene las patas muy cortas y estamos viendo en algunos hospitales escenas que deberían avergonzarle. Con el largo plazo de espera que se anuncia para la llegada del nuevo material sanitario -parte de él pedido a la misma empresa que le engañó- ¿qué hará Vd. con esos pobres enfermos amontonados en pasillos, en salas o en UVIs el día que el personal sanitario carezca de las fuerzas suficientes para seguir en pie? La clínica Ruber no siempre será su solución. Los españoles no se merecen un Presidente como Vd. Habría ganado muchos enteros siendo más sincero, reconociendo sus errores y haciendo caso a las personas que busquen lo mejor para los españoles y aparquen las apetencias partidista o personales. Olvídese de una vez de hacer propaganda en tiempos tan trágicos y dedíquese a solucionar el gravísimo problema que estamos atravesando. Y si no se muestra capacitado, váyase, que se lo agradecerán muchos españoles, incluidos no pocos de su partido.
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