Es sabido que la era digital, la globalidad, INTERNET y los vuelos low cost están convirtiendo la Tierra en un planeta minúsculo, mas estamos llegando a unos extremos donde no se respeta nada y nos roban las señas de identidad.
Contando con una bien documentada historia clínica familiar, los emponzoñamientos de la industria y una vida un tanto irresponsable, yo esperaba pacientemente a mi cáncer con la natural curiosidad por descubrir dónde se agazapaba el ladrón, y ahora me salen con éstas. Hasta el más lerdo sabe que todo viene de China pero? ¿también tenía que venir la parca?
Poco me importa que el nuevo comensal de la especie humana haya mutado del murciélago (¡hay que joderse la mala prensa que tiene el animalito!), del pangolín, del ornitorrinco o de sí mismo; ni que haya nacido en los churretosos mercados con zurrapas de oriente; ni que se haya fugado de una probeta del secretísimo laboratorio de Wuhan para la guerra bacteriológica que conoce todo el mundo.
Lo que me fastidia es la malísima puesta en escena de ese carnaval (¡cuánto tienen que aprender de Cádiz o de las Palmas!), porque además de soldados con fusiles y metralletas echo en falta carros de combate, misiles tierra-aire, los órganos de Stalin, tres o cuatro portaviones, alguna que otra bomba atómica y una ristra de superhéroes americanos.
Por otra parte me sorprende que el susodicho mutante, despreciando las conquistas sociales, la tradición y la idiosincrasia nacional, venga a echar una mano para descalificar a los agoreros que predicen la debacle en nuestro sistema de pensiones a los jubilados.
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