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Desde El Salvador hasta Salamanca: su vida en una maleta
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TESTIMONIO DE ÁLEX, REFUGIADO EN SALAMANCA

Desde El Salvador hasta Salamanca: su vida en una maleta

Actualizado 06/03/2020
Paula Zorita

El joven salvadoreño cuenta su historia, un relato digno de cualquier guión de película de cine pero que no tiene del todo un final triste

La historia de Álex, de 25 años de edad, podría ser perfectamente el guión de una película de cine, de esas de crítica social, de las que te hacen reflexionar cuando sales de la sala. Podría serlo, pero bien es cierto que en muchos casos la realidad supera a la ficción y hasta las historias más inimaginables suceden.

Primero su padre y luego Álex, se vieron en la obligación de abandonar su país, El Salvador, amenazados por las Maras, organizaciones criminales pandilleras que campan a sus anchas en ese y otros lugares de Centroamérica y que siembran el pánico entre los habitantes. "Mi padre ha sido policía en El Salvador durante 20 años y allí ejercer ese trabajo es realmente complicado y peligroso", afirma Álex. Es por esto, que el padre del joven asumía como "gajes del oficio" el hecho de recibir amenazas, hasta que, éstas llegaron a ser realmente serias.

El padre de Álex fue amenazado si no pagaban la 'renta', como se conoce allí el soborno al que se ven sometidos por las Maras y la muerte era probablemente lo que le hubiese esperado. "Ellos sabían dónde vivíamos, - afirma Álex -, y le ofrecieron a mi padre todos los detalles. Su superior le aconsejó esperar a que contactaran con él por segunda vez, pero mi padre sabía que estos criminales no ofrecen más oportunidades y tuvo que tomar la decisión más difícil de su vida, que fue alejarse un tiempo".

Al poco tiempo de aterrizar en España y tras su llegada a Salamanca, donde residía su hermana (quien tuvo que venir por un problema de la misma índole), la amenaza recayó en el propio Álex. "Yo en mi país era mecánico de aviación y había llegado al puesto de supervisor con cinco años de experiencia. En mi país se tiene la creencia de que si trabajas en el aeropuerto ganas mucho dinero aunque estés en el más bajo puesto".

"Un día al salir del trabajo, - prosigue el salvadoreño -, esas personas me interceptaron para exigirme dinero, si no, me matarían. Me pedían una cuota mensual por poder seguir viviendo donde estaba viviendo. Estas organizaciones criminales son las que están matando mi país". A pesar de que Álex ya se había independizado y vivía fuera de la casa familiar, entendió que también ponía en peligro a su madre y a su hermano, es por esto que, según explica "le dije a mi madre que yo también quería irme a España por un tiempo con la esperanza de poder reunirnos más adelante cuando todo se calmase".

No fue para nada una decisión fácil para Álex, quien a los tres días de las amenazas, firmó su renuncia en el trabajo. "Mi padre me dijo que independientemente de si me iba del país o no, tendría que abandonar el trabajo", explica el joven. Con el dinero de la indemnización pudo comprar un billete con destino Madrid y un 24 de julio de 2019, Álex aterrizó en Barajas sin nada y cargado de incertidumbre. "Sabía que si me quedaba allí en El Salvador, sin trabajo, no iba a sobrevivir, así que preferí venirme con mi padre. Mi madre y mi hermano se fueron a otra parte del país. Lo más difícil de irme de mi país fue meter mi vida en una maleta", cuenta emocionado.

"Cuando llegué a Salamanca me instalé en casa de mis tíos con mi padre, que llevaba ya un tiempo aquí", explica que la situación no fue fácil para ninguno, pero "no puedo quejarme de mi familia, porque veníamos aquí sin ningún tipo de ahorro. En mi país existe ese mal hábito, el de no ahorrar para imprevistos que puedan suceder". Álex explica que fue difícil asumir que aquí ya no iba a poder ejercer su profesión: "es durísimo pasar de ser supervisor y sentirme bien en mi trabajo, tener mi independencia y mi vida, a llegar aquí y no ser literalmente nada. Mis padres lucharon muchísimo para que nosotros estudiásemos y sentir que todo eso aquí no valía de nada, es muy frustrante. Tú no vienes aquí a hacerte rico ni por gusto, vienes porque no te queda otra, y no puedes trabajar".

Una vez en Salamanca comienzan el proceso de asilo

En Salamanca existen una serie de asociaciones, concretamente Cruz Roja de Salamanca, Cáritas Salamanca, ACCEM (en su sede de nuestra ciudad), Salamanca Acoge y CEPAIM que se encargan de ofrecer ayuda a quienes soliciten protección internacional como refugiados en alguna de las fases existentes. En ACCEM están a la espera de recibir un piso, pero la larga lista de solicitudes, hace que esto a día de hoy no haya llegado todavía. Álex explica que tienen mucho que agradecer a Cáritas puesto que "han sido como nuestros ángeles de la guarda, más concretamente Irene, quien ha conocido desde el primer momento mi situación y nunca ha dudado en ayudarme".

"Aquí en España no he sentido la xenofobia individual, para mí no existe; pero sí he sentido que hay una 'xenofobia institucional'. No puedo ni abrir una cuenta de ahorros. Para Cáritas es más sencillo hacernos ingresos a través de una cuenta, pero lo ponen muy complicado en los bancos", apunta el salvadoreño. Álex encontró trabajo también gracias a Cáritas, puesto que Irene lo animó a dar clases particulares. "Gracias a ella me animé a dar clases particulares a niños y gracias a eso pude independizarme de casa de mis tíos. Ellos comenzaron a sentirse incómodos con nosotros en su casa y eso me hizo tomar esa decisión, aunque tampoco fue del todo sencillo".

Comenzó el momento más duro para Álex

Álex mintió a su padre y le dijo que saldría de la casa para irse con unos compañeros universitarios, por el contrario, con el dinero que había reunido ya dando sus primeras clases particulares, logró pagar un lugar donde quedarse durante una semana, "posteriormente, -explica el joven -, al quedarme sin dinero, unos universitarios me dieron donde dormir, pero tenía que llegar a las 10 de la noche e irme a las 6 de la mañana, así estuve dos semanas. Mientras a mi padre le decía que estaba bien".

De nuevo entró en acción Cáritas, que al enterarse de la situación por la que estaba atravesando de nuevo el salvadoreño, lo ayudó para pagar una habitación, como un estudiante más. "Durante esos días toqué fondo, y lo viví totalmente solo. Llegué a pasar cuatro días comiendo solo galletas, puesto que al pagar la habitación, me quedé sin dinero. Ha sido el primer momento de mi vida en el que me he sentido solo de verdad, ni siquiera podía contarle a mi madre lo que estaba pasando, por no darle más sufrimiento". Asegura que sacar fuerzas es casi una obligación: "a pesar de que estás casi en una situación depresiva, yo he visto lo que la depresión hizo con mi madre después de caer mala con cáncer, y vi que era más peligrosa que la propia enfermedad, así que me sentí en la obligación de tirar hacia delante por toda la gente que tengo detrás, lo más fácil y egoísta de todo es tirar la toalla".

"Me sentía encerrado aquí pero me acordaba de una frase de mi madre que me decía 'hijo, ya pasamos por donde asusta, y lo pasamos juntos', y todo esto me dio fuerzas; soy una persona creyente y pienso que Dios no te va a ayudar materialmente, pero sí te da los medios para que salgas adelante, o te pone personas en el camino que te ayudan siempre". Paralelamente a esta situación complicada, la familia de Álex, agobiada por la situación, apremió a su padre para que abandonase la casa.

La 'película' termina con un final no tan triste

A pesar de la situación difícil y de que su padre tenía que abandonar también la casa de su hermana, Álex y su padre lograron encontrar un piso en Santa Marta, donde ahora residen y ser así independientes gracias en gran parte a su trabajo como profesor particular. A través de Cáritas, donde cabe remarcar que Álex es también voluntario e imparte clases de inglés a adultos, pudieron acceder a una vivienda sin que les pidiesen previamente una nómina. El joven asegura que "mi historia parece finalmente no es tan triste y las cosas se nos están dando de una manera en la que podremos salir adelante".

Álex cuenta emocionado que además, la convivencia con su padre ha hecho que "lo haya recuperado". Asegura que su relación con él no era mala, ni mucho menos, pero era algo fría; ahora afirma que "es todo lo que tengo, nos tenemos el uno al otro y ahora somos él y yo contra el mundo. Ahora él aprende cosas de mí y yo de él. Tuve que darle la vuelta al mundo para encontrarme con mi padre, así es la vida".

Aún quedan cosas por superar y explica que en Salamanca le quedan muchas cosas por ver y disfrutar, puesto que aún no ha podido hacerlo: "no he disfrutado aún de la ciudad, y mira que es preciosa. Ahora estoy en la fase en la que veo a una familia en un bar tomando algo y parece que estoy viendo mi felicidad desde afuera. Yo era así en mi país? iba al cine con mis padres, a cenar, a tomar algo; eso es algo que aquí aún no he vivido ni me puedo permitir, pero poco a poco estoy seguro de que lo vamos a lograr".

Álex es un chico inquieto y con sueños por cumplir

A pesar de que afirma que siente que su vida sigue en El Salvador, confiesa sentirse fascinado por Salamanca, "me encanta demasiado leer, afirma. Lo primero que hice al llegar aquí fue sacarme los carnets de las bibliotecas. En mi país lo que llaman la Biblioteca Nacional no es más que la mitad que la Torrente Ballester".

Además cuenta animado que uno de sus sueños una vez aquí en Salamanca, es poder estudiar en la USAL. El salvadoreño ya ha ido incluso a informarse sobre la carrera que le gustaría cursar: "me gustaría cursar el doble grado en Física y Matemáticas, y a pesar de que es muy complicado por todo el proceso que debo hacer para conseguirlo, es mi sueño". Aun así, no pierde la ilusión por volver a su país y asegura que "allí dejé a mis amigos y mi gente, pero es cierto que me dijeron algo que he tenido muy presente que fue que los amigos y las cosas las puedo volver a conseguir, pero la vida no se recupera".

Salamanca cuenta con cinco Instituciones que asisten a refugiados

El Salvador, Honduras, Venezuela, Ucrania o Costa de Marfil son los lugares de los que mayor número de refugiados llegan a nuestra ciudad. Para atender las necesidades de estas personas existen diferentes programas en distintas instituciones salmantinas que se encargan de ello. En 2019 fueron atendidas por Cáritas Diocesana de Salamanca, un total de 251 personas solicitantes de protección internacional; ACCEM, en su sede salmantina, atendió a más de 560 personas en diferentes partes del sistema; Salamanca Acoge logró asistir a 59 personas; Cruz Roja de Salamanca atendió a 1025 entre inmigrantes y refugiados y por último CEPAIM, que en las diferentes fases han atendido a un total de 187 personas. La problemática de los refugiados existe y en muchos casos las historias que están detrás de quien llega a nuestro país o nuestra ciudad, son realmente conmovedoras. Álex es solo una muestra de ello.

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