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Un genio olvidado
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Ostracismo inmerecido

Un genio olvidado

Actualizado 05/03/2020
Jorge Trevín

El contexto en el que le tocó vivir no ayudó a que Fernando Gallego pasara a la historia como uno de los talentos más prolíficos del siglo XX en España

El Ayuntamiento de Villoria se ha marcado una prioridad para este nuevo mandato quieren mantener a toda costa la población y para ello están dispuestos a poner en marcha medidas de todo tipo. Lo explicaba a SALAMANCARTVALDIA su alcalde, Julián Barrera, quien desvelaba, entre otros aspectos, que ya está a punto de hacerse realidad el polígono industrial Fernando Gallego Herrera.

En la comarca de Las Villas se asientan 4 de las 11 empresas incluidas en el ranking de las mayores de Salamanca. Hay necesidad de suelo industrial. El Consistorio lo vio claro y ha decidido matar dos pájaros de un tiro porque la denominación que recibirá la futura área industrial -para la que se ha disparado la demanda- no es casual pues Fernando Gallego Herrera es uno de los grandes motivos de orgullo villorejo.

Ingeniero e inventor, suyos son algunos de los diseños más innovadores del siglo XX. La mayoría han caído en el olvido. Otros, como la estación ferroviara de Francia, en Barcelona, siguen luciendo como el primer día y algunos, incluso, inspiraron futuras ideas presentadas en su momento como revolucionarias cuando en realidad este genio de Villoria convertido en visionario ya las había vislumbrado muchísimo tiempo antes.

El caso de Fernando Gallego recuerda por momentos al de Mónico Sánchez, el humilde manchego fascinado por la electricidad que terminó por inventar uno de los aparatos más revolucionarios del mundo hace más de un siglo. Sánchez cambió para siempre la radiología al inventar una máquina portátil de rayos x que fue la estrella de la Primera Guerra Mundial y de la que vendió miles de unidades por todo el mundo. Mónico tuvo mucha suerte en la época en la que le tocó vivir y, debido a ello, mucha más proyección que Fernando Gallego. El contexto, sin duda, le fue más propicio.

Al igual que Fernando Gallego, Mónico Sánchez también fue víctima de la Guerra Civil. El laboratorio eléctrico que montó en su pueblo de Ciudad Real a su regreso de EEUU fue poco a poco cayendo en el olvido en plena dictadura hasta sumirlo en una gran crisis. Mónico Sánchez murió en 1961, 12 años antes que Fernando Gallego y, durante varias décadas -y ahí está el principal paralelismo- España se olvidó completamente de él.

Lo mismo sucedió con Gallego, incluso en su pueblo natal, donde le sobreviven algunos sobrinos pues Gallego y su esposa Humildad no tuvieron descendencia. En Villoria probó Gallego su idea de puente de arco funicular, una estructura resistente con un menor coste, construcción más sencilla, mayor rigidez y resistencia. Lo hizo para salvar el arroyo Merdero en el camino que separa el pueblo donde nació de Babilafuente. La prueba fue exitosa y el puente, un regalo de Gallego a los suyos que a principios de los 90, sin embargo, fue sustituido por otro más moderno, borrando de un plumazo una obra pionera y condenando a su autor al ostracismo que padeció a partir de la segunda mitad de su vida e incluso después de su muerte. El detonante, en 1941, su destitución como director general de Obras Hidráulicas.

Represaliados

No fueron las únicas represalias del franquismo contra los Gallego Herrera pues su hermano mayor Gumersindo terminó en 1945 en la prisión provincial de Salamanca. El arresto del primogénito de Luis Gallego y Brígida Herrera, eso sí, solamente se prolongó por espacio de un mes. Otro castigo ejemplarizante para la familia Gallego Herrera.

Tenaz y seguro de si mismo, las adversidades no pusieron freno al talento creador de Fernando Gallego, quien rápidamente entendió que el futuro pasaba por la internacionalización, por abrir fronteras. Entre los hitos que logró destaca el de ser uno de los primeros españoles en dar la vuelta al mundo. En el verano de 1949 salió de Nueva York y termino en España después de realizar 25 escalas y recorrer multitud de países en los que, además de observar su forma de trabajar para inspirarse, comenzó a ofrecer algunas de sus creaciones. Por eso se contó con él para las obras del Canal de Panamá o para fabricar las compuertas de la presa de Assuan, en Egipto, un país que le influyó notablemente.

Que la huella de Fernando Gallego Herrera se haya borrado con el tiempo resulta todavía más insólito si tenemos en cuenta su brillantez en los estudios. A los 16 años fue distinguido como el mejor bachiller de Salamanca y con 25 años logra el título de honor en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid con la calificación de sobresaliente y el premio al mejor alumno. Por si fuera poco, después de eso todavía se graduó en Derecho. Era un auténtico portento intelectual capaz de hablar árabe, ruso, francés, alemán, inglés e italiano. Coincidiendo con el inicio de la Guerra Civil se va a la Jefatura de la dirección de Obras Hidráulicas y ese mismo año obtiene el título de piloto.

No ha sido hasta hace aproximadamente una década cuando han empezado a desempolvarse su memoria. Desde 2016, la Universidad de Navarra custodia buena parte de la documentación generada por Gallego a lo largo de una vida que se apagó en Pamplona en 1973. Los restos del ingeniero villorejo y los de su querida Humildad, que falleció ocho años después, reposan hoy en el cementerio de Logroño, localidad natal de la mujer, en un mausoleo proyectado por el propio Gallego sobre el que quiso resumir su trayectoria dejando evidencias sobre aquellas cosas que más le habían marcado en su increible vida.

En la actualidad, una profunda investigación está tratando de poner negro sobre blanco cada detalle de su trayectoria personal y profesional para materializarla en un libro, el mayor trabajo documental sobre Fernando Gallego, que pronto verá la luz con el respaldo, además, de varias instituciones salmantinas. Una forma de restañar un largo e injustificado olvido.

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