Parece que nos toca vivir tiempos de cuarentenas, derivados de ese asedio, que puede terminar en pandemia, del virus corona, que ya ?como caballo de Troya? ha llegado al mismísimo corazón de Europa, a la Italia clásica y eterna.
Se superponen tales cuarentenas al tiempo de Cuaresma que acabamos de iniciar. Si seguimos las pautas de ese decisivo libro titulado 'Ritos de paso', del francés Arnold van Gennep, que estructuró y definió todo el ámbito ritual de las diversas etapas del existir humano, la Cuaresma sería un tiempo de margen: en el terreno religioso, entre toda la etapa del nacimiento de Cristo y la de su pasión muerte y resurrección.
Pero, si lo llevamos al tiempo social, al tiempo antropológico, estaríamos en un tiempo de margen entre el invierno (tiempo viejo), que se resiste a morir, y la primavera (tiempo nuevo) a la que le cuesta dar a luz y resurgir plenamente.
Cuaresma. Cuarentena. Curiosamente, según otro francés, Claude Gaignebet, que estudia los ritos carnavalescos dentro de lo que puede considerarse 'mitología popular', el calendario cristiano occidental está marcado por ciclos de cuarenta días; ciclos que, de algún modo, siguen vigentes también en nuestras sociedades.
Curiosamente, el virus corona (escuchamos en los medios la mecánica de la lengua inglesa, cuando se le llama 'corona virus') nos lleva a otra situación ocurrida hace un siglo, con aquel fenómeno de crisis sanitaria, que diezmara a no poca población, conocido como la 'gripe española'.
En nuestro pueblo natal, La Alberca ?como ocurre con los demás pueblos de la Sierra de Francia salmantina, comarca a la que pertenece?, en determinadas fiestas de invierno, se entona la noche de la víspera un tipo de canto conocido con el nombre de 'alborada'.
Pues, bien, cuando éramos niños, una de las coplas de la alborada de la fiesta de San Sebastián (como San Roque, un santo de la peste, al que se invoca para pedir salud) se dirigía al santo e indicaba: "?En el año dieciocho, / nos libraste de la peste; / válganos tu intercesión / en la hora de la muerte."
Para nosotros, tal copla resultaba tremendamente enigmática, pues no lográbamos desentrañar su significado Lo lograríamos ya de adultos, cuando conocimos el fenómeno de la llamada 'gripe española' que diezmara la población mundial.
Nuestras gentes campesinas, en un tipo de sociedad con pobrísimos recursos sanitarios, habían de utilizar el elemento religioso, para invocar protección frente al ataque de aquella suerte de epidemia, pidiendo protección a un santo de la peste, como era San Sebastián.
Hoy disponemos de muchos más recursos científicos y sanitarios. Pero ahí estamos, en un tiempo de cuarentenas, que nos llevan a un recuerdo literario del que ya hemos hablado no hace mucho, como es esa simbólica novela ?en tantos sentidos? que es 'La peste' del siempre añorado ?pues un accidente de tráfico nos lo arrancó del mundo en plena madurez vital y creativa? Albert Camus, el tercer francés al que acudimos en estas líneas y con el que ya las cerramos por hoy.
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