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Ecología clerical
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Ecología clerical

Actualizado 24/02/2020
Antonio Matilla

Ecología clerical | Imagen 1

El clero ?dicen- es una especie en peligro de extinción. No cabe duda de que hay ?'habemos' dirían en mi pueblo- menos curas que antes. Ni de que, además, mandamos menos. Bueno, mandamos menos por dos razones: porque no nos dejan y porque no queremos. Hace cuarenta y cuatro años, cuando empecé a ejercer el ministerio sacerdotal en mis primeras parroquias, me contaban algunos feligreses que a uno de mis antecesores, D. Teótimo ?nombre ficticio, aunque así se llamaba el cura que me bautizó, pero no me refiero a él en el sucedido siguiente-, le consultaba el Ayuntamiento hasta qué tipo de bombillas eran mejores para el alumbrado público.

Veinte años después, en otra de las parroquias distinta de la anterior, el propio alcalde me preguntó, en la comida oficial del día de la fiesta, qué sugerencias podría yo hacerle a la Corporación Municipal para mejorar la vida del pueblo. Me resistí como gato panza arriba argumentando que esa no era función mía, que yo era un vecino más y que podrían hacer una consulta pública a todos los vecinos, para que entre todos estimularan la imaginación y el compromiso de los concejales, que eran, ya en democracia, de partidos distintos y no pocas veces también distantes; me resistí, pero ante la insistencia del alcalde, me pareció descortés obstinarme en la resistencia y me atreví a hacer algunas sugerencias. ¡Qué cosas tiene Vd., en eso que Vd. propone no podemos ni soñar! Así quedó la cosa, seguimos la comida hablando de todo un poco y de mis sugerencias nunca más se supo?hasta que, tres o cuatro años después de ser trasladado de aquella parroquia, el Ayuntamiento puso en marcha todas y cada una de mis sugerencias y más; pero yo, como vecino, no pude disfrutar de casi ninguna de ellas.

Otro índice más de que el clericalismo del clero ya no funciona es que, desde hace muchos años, los sacerdotes salmantinos aprovechamos el lunes y el martes de Carnaval para completar la formación, reciclarnos y convivir unas horas en torno a una buena película o una visita cultural. Este año, en concreto, hemos escuchado las experiencias que los laicos salmantinos han vivido en el reciente Congreso Nacional de Laicos celebrado en Madrid. Vienen entusiasmados por la experiencia vivida y por las múltiples posibilidades de ejercer el compromiso bautismal dentro de la Iglesia y, sobre todo, fuera de ella, en el ámbito familiar, profesional, en el asociacionismo, en el voluntariado; en las dimensiones ecológica, económica, sanitaria, educativa, de la comunicación y las redes sociales, de la lucha por la justicia y por los derechos humanos, en el cuidado de la Casa Común y, en general, en todas las dimensiones en las que los laicos cristianos están llamados a comprometerse y transformar el mundo que hemos recibido todos como regalo para vivir.

Después de esa estimulante ducha espiritual hemos desayunado un bocado más duro, pero igualmente importante: qué consecuencias tiene la Ley de Protección de Datos en la vida de las parroquias. Hay que hilar fino para respetarla y para respetar la dignidad de cada persona y cada familia, especialmente de los más pequeños y los más pobres. Sin tiempo de siesta hemos asistido al funeral de D. Juan Francisco Campo Guarido, 91 años de cristiano, 66 de cura, educador, escritor y servidor incansable, manteniendo la serenidad y la alegría hasta el último momento. Descanse en paz.

Por la tarde vimos la película "Los dos Papas", de Fernando Meirelles. Ficción con leves apoyos en la realidad que, personalmente, no me ha hecho variar mi convicción: hubo y hay una alianza estratégica entre Benedicto y Francisco, gestada en el cónclave y, más probablemente después de él, para llevar a cabo la necesaria reforma de la Iglesia. Que lo consigan o no, que progresen mucho o poco en ello, el tiempo lo dirá.

Mañana tendremos un bonito día: excursión a Cantalapiedra, celebración de la Eucaristía con la comunidad de clarisas, breve encuentro con ellas en el locutorio, visita guiada a la iglesia parroquial de Santa María del Castillo, almuerzo en el restaurante Tito, en el pueblo y, por la tarde, visita a los monumentos de Madrigal de las Altas Torres, bajo la experta y estimulante guía de D. Tomás Gil, director del Servicio Diocesano de Patrimonio Artístico y Cultural y de Evangelización de la Cultura.

Una forma activa, fraternal y divertida de descansar. ¡Ah! Y para la excursión me llevaré el disfraz de cura. Creo que me sienta bastante bien.

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