Cuando se cubre el firmamento con los grises, todo parece cambiar, todo se entristece, todo muta y se apaga, desaparece, se olvida entre el andar rápido del día.
Vamos descoloridos, caminamos en la grisura, en el sendero del no color, cogemos el atajo de lo anodino, de lo inerte.
Pero, por fortuna, tenemos al Sol, que desbarata el esquema; se desliza entre las nubes, patina entre los pliegues del cielo, se impone, con su luz; se alborota, siembra lentejuelas en los charcos, en el río, en las lágrimas de un niño que busca a su madre sin haber arrancado a llorar.
El sol crea brillos en las hojas de las encinas, en las macetas de ficus benjamina, aprieta la perilla de encender la luz y pone leds en los campos, y hebras de azafrán en las piedras de las esquinas.
Deja chispas de hoguera en el gris del granito, con sus puntitos tan juntos, sobre su gama tan uniforme que de pronto salpica con plata, con marrón, con rojizo, como pinchazos de alfileres de colores en un acerico.
Vuelve más blanco el plumaje del cisne, lo hace impecable, lo lava con la blancura más nívea, y se mece serpenteando entre el movimiento del agua del estanque, que se va de fiesta en pleno día.
Teje, el sol, estelas en el hierro, con sus motitas de invisibilidad que componen, y compensan, ese todo que parece negro.
Engalana los colores de las flores y los hace más intensos, pinceladas de luz sobre las hojas, en el centro de los sépalos, resalta las pupilas de los pétalos.
Pone matices, gotas de sudor en la fuente, reflejos de otros reflejos que recortan los perfiles y hacen aparecer caras, sombras, dichas, alegrías, aleluyas, rezos, sueños y deseos, anhelos de otros anhelos, espejos de espejos, brillos que relucen junto a lo inerte, a lo oscuro, a lo muerto o a la falta de impulso?
El sol, haciendo el boca a boca con las cosas, con el olvido, y llenándolo todo de aliento, de optimismo, de energía, señalándolo todo como la flecha de un ratón digital en la pantalla de la vida, poniendo el cursor encima de cada objeto, para decirte que todo está ahí para que lo veas, para que lo mires, para que te lo lleves a casa en la retina de tus ojos de ver todo lo pequeño, de todo lo que importa dentro, de captar todo lo que hace sentir y vivir. Para re-vivir en otro hueco de otra tarde de otro día, en el que el sol no se asome a saludarte, cuando se levante sin haberse despertado del todo, de un luto tenue que hace esperar con calma el vestido de mil colores que pone al mundo nuestro amigo el Sol, llenándonos de vida.
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