"si queremos justicia social debemos reducir la importancia del empleo pagado" Brian Barry Uno de cada tres niños españoles es pobre. Los gobernantes deben aplicar serios programas para atajarlo. No se va a resolver solo. La pobreza es hereditaria, esto
La pobreza en el mundo no está descendiendo, todo lo contrario. No hablamos solo de zonas deprimidas del planeta, estamos hablando de nuestro propio país. El relator de la ONU para la Pobreza Extrema y los Derechos Humanos, Philip Alston, está constando en nuestro propio país que un porcentaje muy elevado de personas están viviendo al límite de sus posibilidades. Sus declaraciones no dejan lugar a dudas, hay lugares en España, sin agua corriente y electricidad, en peores condiciones que en muchos campos de refugiados. Esto nos indica, que no es sinónimo la prosperidad económica con la eliminación de la pobreza, como nos quieren hacer creer. Las políticas económicas practicadas, no han sido acompañadas de políticas sociales, políticas de solidaridad ciudadana, con lo que nos hemos topado con la pobreza y la exclusión, que ya venían denunciando numerosas organizaciones.
Cada 20 de febrero, las Naciones Unidas nos recuerda la importancia de la Justicia Social, una realidad inalcanzable si no se respetan los derechos y las libertades fundamentales. En estos momentos de globalización, de nuevas oportunidades para la economía, los capitales y la tecnología que deberían ayudan a mejorar el nivel de vida del mundo; se siguen produciendo crisis financieras incontroladas, pobreza, exclusión y desigualdad, no solo en muchos lugares del planeta, sino también en el propio interior de los países más desarrollados. Por ello, es necesario, como proponen las Naciones Unidas, "cerrar la brecha de las desigualdades para lograr la justicia social", no podemos seguir mirando para otro lado.
Si tiene sentido que se recuerde este día, es que la justicia social sigue hoy brillando por su ausencia, numerosas brechas en nuestras sociedades y la ausencia de derechos en muchos lugares, siguen contribuyendo a perpetuar las desigualdades y la exclusión de muchos. Ahí van algunos datos tomados de la AIT (Asociación Internacional del Trabajo). En 2019, más de 212 millones de personas estaban desempleadas, frente a los 201 millones en años anteriores. Es necesario crear 600 millones de nuevos empleos de aquí a 2030, solo para mantener el ritmo de crecimiento de la población en edad de trabajar. Más del 60 por ciento de todos los trabajadores carecen de cualquier tipo de contrato de trabajo. Menos del 45 por ciento de los trabajadores asalariados tienen un empleo a tiempo completo y permanente, y la tendencia parece ser hacia la baja.
Para cerrar estas brechas, es necesario una lucha contra el paro, la pobreza y la exclusión, creando no solo trabajo, sino un trabajo digno. El trabajo incide en todos los aspectos de la vida de la persona. El ser humano es el sujeto del trabajo y no una mercancía, con lo que el trabajo debería ser un bien social. Para ello, serían necesarios tres aspectos consustanciales a un trabajo decente, como son la dignidad humana, la solidaridad y la seguridad y la justicia social. Para desarrollar un trabajo decente, parece necesario desarrollar políticas nacionales basadas en una convergencia entre las políticas económicas y sociales que favorezcan adecuadas tasas de crecimiento sustentables e inversiones intensivas en empleos productivos, dentro de una globalización justa.
El ser humano transciende lo biológico, es un ser también espiritual, esta realidad constituye una novedad en su ser en el mundo, como nos recordaba Max Scheler. Solo el hombre se coloca ante sí mismo, con su conciencia, frente al mundo, frente a las cosas. Su ser espiritual se funda en la capacidad del amor y este Ordo amoris, le hace salir de sí mismo hacia la realidad que le rodea, hacia otras personas para compartir y participar. Esta realidad espiritual, esta consciencia es lo que le confiere dignidad, y por lo tanto objeto de derechos, de dignidad y de una justicia social.
Las crisis económicas y las políticas que estamos sufriendo por parte de nuestros dirigentes, nos muestran cada día que muchos seres humanos carecen de importancia y que la dignidad humana no cuenta, con lo que este tipo de globalización no busca un fundamento ético que nivele las desigualdades y pueda generar justicia. Una globalización justa, sería inalcanzable sin trabajo decente, nos recordaba Guy Ryder, Director General de la OIT, por ello, se mantiene como un objetivo pertinente y debe constituir un proyecto conjunto de los actores sociales, políticos y culturales.
Desde el origen del pensamiento se ha venido identificando la justicia con la felicidad. Pero no se puede hablar de un orden social justo, si identificamos la justicia con la felicidad individual, sino con una realidad colectiva. Esa justicia hoy, se deberá manifestar en la dimensión globalizada en la que vivimos, que llamaríamos justicia social, en la que, como sabemos, están relacionados entre sí los aspectos económicos, sociales y políticos. Para conseguir esa justicia social en nuestro mundo globalizado, es necesario erradicar la pobreza y el acceso al trabajo digno, conseguir la igualdad entre hombres y mujeres y el acceso al bienestar sin discriminaciones de ningún tipo.
Una manera de eliminar esa brecha y avanzar en la justicia social, es desarrollar y ampliar los derechos sociales, hoy más que nunca, parece necesario el acceso a la vivienda y al trabajo digno. Pero también, además de dar pasos hacia la renta básica, un sueño precioso hacia la justicia social. Estar en paro o ser pobre, no sería necesario para percibir esta asignación, el único requisito sería ser ciudadano, o mejor, para ir más allá de las fronteras, ser persona. Con ella se valorarían todas las actividades realizadas por muchas personas en nuestras sociedades, que son trabajo, pero no empleo y, que los mercados no tienen en cuenta.
Muchos especialistas que reivindican esta renta básica, afirman que es viable en nuestras sociedades y, que su financiación se realizaría, gravando no los rendimientos del trabajo, sino los rendimientos del capital especulativo que hoy son vergonzantes. Políticos y agentes sociales, parecen no tomarse muy en serio esta posibilidad, no así muchos académicos, que la consideran un nuevo modelo económico que puede requilibrar el trabajo frente al capital y una forma de fomentar la justicia social. Bueno ahí está la propuesta. Lo cierto es que alguna cosa tenemos que hacer y la solución pasa por ampliar los derechos y que estos sean efectivos, ya que ahí están las nuevas formas de pobreza y exclusión social en todos los lugares del planeta.
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