La salmantina vivió esta experiencia acompañada por sus primos, también de Salamanca, que ya habían viajado en anteriores ocasiones al desierto
Alejandra Vázquez, salmantina de nacimiento, cuenta que siempre quiso conocer Marruecos de una manera profunda, nada de turismo al uso. Sin darse apenas cuenta, su sueño se convertiría en realidad alentada, en gran medida, por los ánimos de su prima Laura y su novio José, quienes desde hacía ya varios años, formaban parte de un Rally Solidario que recorría las zonas más desfavorecidas del desierto del Sáhara. Toda una experiencia que Alejandra no dudó en aceptar y así entró a formar parte de una expedición junto a sus primos y una pareja de Logroño que les acompañó. La solidaridad salmantina cruzó fronteras cargada de medicamentos y volvió con dosis extra de cariño y agradecimiento.
Alejandra, no dudaste en aceptar vivir esta bonita experiencia.
No, para mí era emocionante y todo un privilegio poder conocer Marruecos de manera más profunda, aunque estuvimos a punto de quedarnos en tierra por amenazas terroristas en la frontera con Argelia precisamente el día que teníamos que salir, a turistas españoles. Finalmente no hubo ningún problema, pero es un poco a lo que te expones cuando visitas lugares así. Nos fuimos con algo de incertidumbre, pero con muchísimas ganas de vivir la experiencia.
Desde que cruzáis en ferry al otro continente, comentas que hicisteis 4.500 km en diez días.
Sí, así es. Únicamente hemos dormido dos días en el mismo sitio (Erfoud), donde se vivía el auténtico ambiente de rally. José y Laura, mis primos, conocían ya a gente además de tener el taller de confianza donde siempre van a que les revisen el coche. Cada día comíamos en un sitio, ¡sin faltar el embutido!, o bien en mitad del desierto o en algún lugar que nos pareciese bonito? ¡el hornillo era nuestro mejor amigo! (dice entre risas).
¿Cómo se decide qué es lo que vais a llevar en el maletero?
Mi prima Laura se puso en contacto con una chica española que tiene una asociación de ayuda a los nómadas. Ella, de hecho, vive como uno de ellos; en mitad del desierto en una jaima hecha de arcilla. Duerme con un colchón en el suelo y no tiene muchos lujos que quizá sí podría permitirse. Ella nos marcó un poco las necesidades que demandan las personas a quienes íbamos a visitar, porque los conoce bien.
Y cada día, Alejandra, llegabais a varios puntos donde las necesidades básicas no son la comida, sino los medicamentos o productos de higiene.
Sí, desde luego la mayor necesidad que yo he visto cuando hemos ido avanzando en mitad de la nada, no es la comida, pues ellos tienen ganado. Algunos tienen posibilidad de tener un pueblo cerca y hacer intercambios en el mercado por ejemplo por verduras, y no es su carencia más importante. Sí que lo son los medicamentos, productos de higiene personal como cepillos de dientes, o ropa de invierno, ya que en el desierto sabemos que hay grandes cambios de temperatura. Otra de sus demandas son las bicicletas, pues así los niños pueden ir a los colegios que suelen estar lejos de sus casas.
Es difícil que esas personas cambien su forma de vida, pero con iniciativas como esta, imagino que se mejora en cierto modo.
Yo creo que sí, toda ayuda es buena, pero nunca suficiente. En diez días no podemos ayudar a todos los que lo necesitan. Yo volví con una grata sensación, pero pensé que se podía haber hecho mucho más, algo para lo que se necesita tiempo y dedicación, claro está.
Alejandra, ¿hay alguna experiencia que te haya marcado de este rally?
Me llamó muchísimo la atención el contraste de unos sitios a otros. Por el norte la gente que nos veía acercarnos con los todoterrenos, se sorprendían. Incluso los niños salían corriendo por si les hacíamos algo. En la zona sur por ejemplo era al contrario, corrían a nuestro encuentro y querían que les dejásemos más y más cosas. Si me he de quedar con una imagen impactante fue la de Tendara, un lugar en el que los nómadas vivían en mitad de un basurero; por el contrario, la más bonita que me llevo es la cara de felicidad de una niña de dos años al tener dos galletas y dos caramelos en sus manos.
Con este tipo de iniciativas, y si aceptas hacer un viaje como este, ¿se cambia la percepción que uno tiene sobre los problemas que podemos encontrar en nuestra sociedad desarrollada y que a nosotros nos parecen importantes?
Si, valoras tener un hogar, agua potable a todas las horas del día, comer lo que te apetezca. Y te das cuenta de que lo importante es tener salud para vivir y disfrutar, porque sin eso, no vamos a ninguna parte. Parece tópico, pero créeme que a la vuelta de un viaje así, lo piensas.
Una experiencia que recomiendas, imagino, y difícil de explicar si no se vive en primera persona.
Sí, desde luego. Si con algo me quedo es con haber conocido un poco más de una cultura radicalmente diferente a la nuestra. Con todas las personas que me he ido encontrando por el camino; desde niños, hasta la persona que nos vendía el pan o la fruta diaria, porque cada uno de ellos me ha hecho entender que la vida es más sencilla de lo que a priori podamos pensar y que las dificultades se superan mejor con una sonrisa en la cara. La recomiendo cien por cien, una experiencia para vivir al menos una vez en la vida.