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Hacia la mediocridad y el pensamiento único...
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Hacia la mediocridad y el pensamiento único...

Actualizado 22/01/2020
Miguel Mayoral

España se ha convertido en una méritocracia a la inversa. En la actualidad la sociedad e incluso algunas tendencias políticas en particular seleccionan a los peores, creando incluso tendencia.

Está claro que se prescinde de los mejores individuos y de las personas competentes de la sociedad española donde cada vez más solo triunfan los peores. Es tal la mediocridad que el mediocre elije a mediocres para que le asesoren. Mientras la sociedad calla.

El inteligente, el formado, el titulado callan y se esconden. Tener formación en muchos casos es sinónimo de ir al paro y de recibir el apartheid ocupacional a la vez que social. Las personas brillantes e inteligentes viven la mayor de las soledades. Cualquier subsidiado tiene mejor audiencia y autoridad en la barra del bar.

Llama la atención las palabras de est@s personajill@s que viven de su momento de actualidad en el gobierno, las instituciones y los medios de comunicación. Creando muchas veces la imagen continua que lo que ahora se lleva es una falsa o ingenua sinceridad y naturalidad de sus conductas.

En realidad lo que hacen desde su mediocridad es denostar u olvidar, por falta de educación o por propia conveniencia, los valores más nobles y, si alguna vez éstos son mencionados, es frecuente que sea para ridiculizarlos o despreciarlos. La falta de la defensa de valores, creencias y el olvido de las tradiciones están involucionando a una sociedad tocada por leyes educativas mediocres que han buscado la igualación de los individuos por abajo.

La mediocridad es una característica de todos los grupos humanos. La mediocridad favorece la conformidad. El mediocre suele ser una persona negativa que ante cualquier situación su respuesta será negativa, los problemas no tendrán solución, el mundo se acabará al primer obstáculo. Lo malo es que la mediocridad es contagiosa.

La ingeniería social marxista y los sistemas educativos han favorecido el cultivo de la mediocridad a lo largo de los años en nuestro país con sus ideas de la no discriminación y la igualación por abajo. Los profesores carentes de autoridad frente a los padres y los alumnos se han dedicado al laissez faire. Poco a poco el acceso a la política de gente poco formada y agresiva la ha ido sembrando de mediocridad, también las tertulias televisivas, entre otros programas, donde el que más grita tiene la razón, la han consolidado a nivel social.

El marxismo cuando ha visto que no podía soliviantar a la clase trabajadora más que para que cambiara de coche, ha tenido que reinventarse con la imposición de la ideología de género, la destrucción de la familia y de la Iglesia católica para asaltar de nuevo al poder. La clase trabajadora cuando más inmersa en la no educación, no religión, no tradición y la no cultura mejor. La clase trabajadora cuanto más mediocre más rebaño si se le ofrece sexo fácil se convierte en más dócil.

Los mediocres, como también los psicópatas sociales, narcisistas o amorales, siempre buscarán defectos en las otras personas, en especial las más cultas, educadas, inteligentes o destacables. Su principal diversión será destruirlas y criticarlas, lo cual se debe simple y llanamente a su carencia de vida propia, además de capacidad para construírsela, ya que carecen de muchas capacidades. Criticar a los demás es su herramienta para subsistir conviertiendose en los mejores obreros del neomarxismo inconsciente. Cada vez hay idiotas, cretinos y mediocres por todas partes, mires donde mires, por lo que es bueno ignorarlos y no llevarles la contraria. Lo malo es vivir bajo su gobernanza. Discutir y tratarlos de convencer de algo es tarea perdida pues se crecerán y será peor, hay que darles la razón y centrarnos en nosotros para que no nos afecte.

Hoy por hoy ser inteligente y tener creencias propias es ser antisistema. Si te rodeas de idiotas acabarás siendo idiota. Es importante alejarse de ellos, los idiotas contagian su nefasta mediocridad pues no buscan rodearse de gente de éxito, no buscan la excelencia pues no les hace sentir bien, la critican pues siempre estarán por debajo. Prefieren la compañía de otros mediocres para conformarse en que su vida no puede ser mejor. Se crean así equipos de mediocres, en ocasiones agresivos dependiendo de sus intereses y van sembrando. Cuando se está afectado de idiotez suele ser de manera crónica. Pocos idiotas se curan y se transforman en personas productivas, no cambian. Cuando uno se percata de la presencia de un cretino, no hay que contar con él para nada. Siempre hacen gala de una falsa laboriosidad de resultado cero.

La mayor parte de la clase política, como un enfermo crónico, da la sensación que ha seguido violando las más esenciales reglas de la dignidad, que debe acompañar a los que se dicen estadistas o servidores de la sociedad y del Estado de derecho; dejando además que sus actuaciones irregulares tengan su reflejo en la economía del país, sin inmutarse y molestarse en dar soluciones reales adecuadas. Se puede discutir la prioridad de una inversión y son inevitables los errores, u otros aspectos criticables en la gestión política de la administración de un país. Pero por mucho que se empeñen, con lo que está cayendo con los neonacionalismos reinventados, la falsa memoria histórica impuesta, la aculturación, el sexo fácil desde la escuela, la destrucción de la familia, el desempleo, la desindustrialización, la muerte de las pequeñas y medianas empresas, el incremento de la delincuencia y la violencia por parte de los nuevos inmigrantes, la pérdida de conquistas sociales y una nueva crisis global, etc., la actual apuesta de algunos por una supuesta y comprada gobernabilidad compartida y por una supuesta recuperación económica que siempre toca a unos pocos, es el cínico maquillaje de otros intereses que parecen cada día menos claros a la vez que oscuros y a una falsa verdad, en medio de una civilización occidental en crisis que se descristianiza y pierde sus valores por la tolerancia frente a un extraño laicismo neomarxista en el que todo vale para llegar al pensamiento único incluso las más raras aberraciones frente a la ley y la sociedad, además de frente a otras religiones y creencias.

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